Cuando las empresas taurinas de toda España miran para otro lado en la promoción de nuevos valores, olvidándose de las novilladas y, por ende, del futuro de la fiesta -y el caso de Los Califas no iba a ser menos-, la labor del Círculo Taurino de Córdoba viene a ser un oasis en medio del desierto del fomento de la fiesta. La muestra, ayer, con la organización de la becerrada homenaje a la mujer cordobesa, una «apuesta por mantener una tradición centenaria y para dar una primera oportunidad a los que quieren ser toreros», según explicó el presidente del Círculo, Alfonso Téllez, en los prolegómenos del espectáculo.

Un festejo, además, muy entretenido, presidido por El Puri y en el que, tras un minuto de silencio en recuerdo de Federico Ruiz -mozo de espada en la Escuela Taurina-, se lidiaron cuatro becerros de Saltillo de buen juego, siendo premiado el cuarto con la vuelta al ruedo. En el mismo actuaron Julio Alguiar, de la Escuela de Málaga: ovación tras aviso; Josué Hidalgo, de la de Córdoba: dos orejas; Joaquín Caro, de la de Madrid: una oreja tras un aviso, y Fuentes Bocanegra, de la de Córdoba: dos orejas y rabo, premios todos a la frescura e inocencia taurina -cada uno de ellos en distinta escala- y al descaro de quien sueña con ser torero.

Pequeñas o grandes ilusiones que quedaron plasmadas en un festejo calificado como «anacrónico» y «machista» por el Colectivo Andaluz Contra el Maltrato Animal, que reunió a una treintena de personas en una protesta a las puertas de la plaza, pero que, sin embargo, permanece vivo. Y es que, según dijo Rafael González Chiquilín, director artístico de la Escuela Taurina del Círculo, en la entidad «conservamos intacta la ilusión y ganas por mantener las tradiciones y la cultura, algo que para nosotros es una obligación y que, además, supone para los chavales una oportunidad de placearse». Al fin, «en ellos está el futuro de la fiesta», advirtió.