Ganado: dos toros de Victoriano del Río (bien presentado y desfondado el 1º, y de descomunal trapío y poca duración el 6º); dos de Alcurrucén (alto, feo y descastado el 2º, y de preciosas hechuras y sobresaliente juego en el último tercio el 3º); uno de Garcigrande (4º), fino y con temperamento de manso; y otro de Domingo Hernández (5º), grandón, que se inutilizó en la faena de muleta.

El Juli: pinchazo y estocada desprendida (ovación) media estocada trasera y descabello (oreja); y estocada caída (ovación con algunos pitos).

Ginés Marín: pinchazo y estocada (silencio); estocada trasera desprendida (ovación); y media estocada tendida, estocada y descabello (silencio).

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El llamado Licenciado, un toro de calidad suprema con el hierro de Alcurrucén, permitió a El Juli no solo cortar la única oreja de la tarde de ayer en San Isidro sino también congraciarse con una afición acostumbrada a enseñarle su cara menos amable. Ese precioso ejemplar, colorado de capa y con las hechuras típicas y más finas de la mejor versión de su sangre Núñez, fue primordial para que el torero del barrio de San Blas pudiera mostrarse sin presiones en la plaza de su «pueblo», donde ni siquiera en su gesta de novillero de hace ya veinte años se le trató con demasiadas simpatías. Pero esa inquina de ciertos sectores de la afición de Madrid no encontró ayer apenas motivos para volver a salir a relucir, en tanto que Juli pareció sentirse menos presionado y salió desde el principio dispuesto a reivindicar su categoría de figura. Se pudo ver así ya ante el primero de la tarde, en la réplica enrazada por chicuelinas a un fino y ajustado quite por gaoneras de Ginés Marín. Pero el toro de Victoriano del Río, desfondado apenas tomó la muleta, no permitió al madrileño más que dejarse ver con más pulso y sosiego que otros años.

Así que tenía que ser Licenciado, que, si las hechuras son el espejo del alma de los toros bravos, el que no podía fallar. Y no falló, por mucho que, también siguiendo el guión de su encaste, manseara y dudara en los primeros tercios. Solo que fue tomar el primer muletazo de El Juli y toda la clase de su estirpe salió a la palestra de forma clamorosa. El soberbio inicio de faena, con unos poderosos doblones por bajo y unas preciosas trincheras y recreados desdenes, para los que su matador usando apenas media muleta, fue la prueba de fuego para el toro y la definitiva llamada de atención para el público.

Pero en su desarrollo hubo también ciertos altibajos de intensidad, con momentos de muy alto nivel -varios naturales, los remates de las tandas y un cambio de mano por delante resultaron realmente memorables- frente a otros en los que, por un exceso de autoridad y cierta tensión formal, Juli no dejó que fluyeran en toda su extensión las largas y enclasadas embestidas. Podría decirse que, en esas fases, el torero fustigó a un animal que pedía un mando más acariciado. Aun así, el conjunto mantuvo un buen nivel antes de que, tras una estocada defectuosa y un descabello, Licenciado se llevara en el arrastre una ovación tanto o más unánime que la petición de oreja para El Juli.

No pudo redondear el torero de Madrid con el quinto, que se lesionó en los cuartos delanteros cuando intentaba meterlo en la muleta, como tampoco pudo Ginés Marín darle al maestro la debida respuesta con ninguno de los tres toros de su lote surtido de este mano a mano.

El extremeño, que volvía a Madrid con el aval de ser el triunfador de la pasada edición de la feria, no tuvo ante sí un toro tan sobresaliente como ese tercero de Alcurrucén, sino un primero muy descastado, un cuarto que sacó temperamento y «guasa» de manso y un sexto tan grandón como noble pero de muy escasa duración. A pesar del fuerte viento que por momentos dificultó la lidia y de las escasas posibilidades de sus toros, el joven extremeño hizo siempre por asentar las zapatillas y por torear con sinceridad, clásico en todo con capote y muleta, pero sin obtener mayores resultados que una fuerte voltereta que le propinó el cuarto y de la que se levantó sin mirarse. Todo un dato.