Ganado: cinco toros de Garcigrande y Domingo Hernández, y uno, primero, de Parladé, desigualmente presentados y de interesante comportamiento. Los mejores, segundo, tercero, quinto y sexto.

Morante de la Puebla: estocada y descabello (silencio); y estocada corta (silencio).

Julián López 'El Juli': estocada (oreja); y estocada (dos orejas con petición de rabo).

José María Manzanares: pinchazo y estocada (ovación tras aviso); y estocada, tres pinchazos y estocada (silencio tras dos avisos).

Incidencias: El banderillero Niño de Leganés fue operado de dos cornadas.

Cuando El Juli se fue a portagayola para recibir al quinto de la tarde ya se mascaba la Puerta del Príncipe. La oreja cortada al segundo y la incontestable y magistral demostración de poderío y primacía hacían presagiar el paseo bajo ese legendario arco que volvió a abrirse para el madrileño después de un año de ausencia de la plaza de la Maestranza.

Todo fue intenso: desde que cruzó el inmenso ruedo sevillano para postrarse de hinojos para pasarse por la hombrera al segundo de la tarde, un buen toro de Garcigrande que le permitió expresar cadencia y nuevos registros en el manejo del capote, especialmente en un quite que combinó tijerillas y chicuelinas.

El Juli puso calor a la tarde y apretó el acelerador en una faena que comenzó con armonía y hondura y a la que sobró, seguramente, la alta exigencia del concepto del maestro madrileño, que citó al toro muy desde abajo en una faena de alto nivel, plagada de imaginación y estética, pero a la que le faltó mayor redondez para validar la segunda oreja. En cualquier caso, la faena estuvo presidida por pasajes de altísima nota y trufada de detalles de torería, a los que siguió un tremendo arrimón final. Una estocada a capón puso en sus manos esa primera oreja pero aún quedaba lo mejor.

El quinto le puso en aprietos y le apretó en los primeros lances, después de resolver con algunos apuros la larga cambiada a portagayola. Dos lances y una media volvieron a revelar esa cadencia que ha convertido al diestro madrileño en un gran intérprete del toreo de capote.

El toro tenía temperamento y no permitió ni un error al Niño de Leganés, que resultó prendido dramáticamente cuando trataba de colocar un par de banderillas. Repuesto el orden, Julián se puso a torear con la muleta enterrada en el albero cuajando sensacionales muletazos muy para adentro y con trazo largo y rotundo. El toreo se mostraba esta vez desnudo y macizo, sin ningún tipo de aditamento, llevando y pulseando una encastada embestida que se enhebró a la perfección a la maestría de El Juli, convertido en definitivo dueño de la escena.

Del toreo en redondo, un cambio de mano sirvió de nexo para que brotaran los naturales, largos y templados. La plaza ya era un manicomio y el torero aún liberó la tensión con cambios de mano, molinetes y pases de pecho que hilvanaron unas series con otras. El faenón estaba hecho y la estocada, sin perdón, puso en sus manos dos orejas que el presidente sacó a la vez, sin pensárselo dos veces. Le llegaron a pedir el rabo, que hubiera sido justo por su gran tarde.

Morante" había tirado por la calle de en medio con un primero de escasas posibilidades y se esforzó mucho más con el cuarto, un toro remiso al que logró enjaretar un mazo de verónicas alternadas con chicuelinas de otro tiempo que volvieron a redimirle. Manzanares se mostró algo conservador con el segundo, un animal bueno con el que se mostró pulcro pero frío. Con el sexto se esforzó mucho más y llegó a torearlo con templaza y belleza aunque la escasa contundencia de los aceros escamoteó el posible trofeo.

CORNADAS GRAVES El banderillero Jesús García, Niño de Leganés, fue operado de "herida en cara posterior del muslo derecho con una trayectoria ascendente de 10 centímetros y otra descendente de 20, que provoca importante tensión muscular del bíceps femoral contundiendo el nervio ciático en una extensión de 30 centímetros. Y otra herida en tercio inferior, cara interna de la pierna izquierda".