Ganado: seis toros de El Ventorrillo desclasados, desrazados y complicados no aptos para la lidia.

Julio Aparicio: seis pinchazos huyendo y un descabello (bronca) y pinchazo, otro hondo y dos descabellos (bronca).

Curro Díaz: pinchazo y estocada caída (silencio) y estocada sin puntilla (silencio).

Eduardo Gallo: pinchazo y estocada sin puntilla (ovación con saludos) y estocada y descabello, tras aviso (ovación).

Incidencias: El picador Ney Zambrado fue ovacionado por dos buenas varas al segundo tirándole el palo. Julio Aparicio fue despedido con una lluvia de almohadillas. La plaza registro tres cuartos de su aforo.

Entró en el cartel por la vía de la sustitución, ya que Angel Teruel no se ha recuperado aún de su cornada en la cara, y a la postre, sin cortar orejas, fue el triunfador de la tarde. Porque el público tiene que salir de la plaza hablando de los toreros. Y ayer se hablaba de dos: de Aparicio muy requetemal y de Gallo muy requetebién. Ese es el éxito. No dejar indiferente a nadie.

Y es que la corrida era de esas que tienen guasa. De las de encumbrar a los toreros dispuestos arriesgando lo indecible. Por eso el público reconoce el esfuerzo y la entrega. Ninguno de los seis toros sirvió porque no humillaban. Muy complicados.

Eduardo Gallo, que está a por todas, no tiene más remedio, se topó con un galafate que a poco que se descuidara el torero ya tenía los pitones en el cuello. Con todo y eso, por estar firme y asentado, consiguió tres tandas con la derecha muy aceptables. Por el izquierdo el animal salía del pase saltando y revolviéndose, llegando incluso a desarmarle en un derrote. Un regalito. Pero ahí estuvo el torero sin importarle el peligro. Esta carrera no es fácil y ayer lo comprobó con creces el chaval.

En el sexto, más peligroso todavía, volvió Gallo a jugársela. La emoción estaba servida. El toro lo buscaba constantemente e incluso le destrozó la taleguilla de un pitonazo. Sin embargo le inició la faena rodilla en tierra, con dobladas muy toreras sacando al animal hasta el centro del anillo. Después, todo fue pólvora mojada. Por el derecho te quería echar mano y por el pitón izquierdo todavía más. Optó por matarlo y el público le reconoció el esfuerzo. Habrá que verlo otra vez. Toreros así de dispuestos y entregados merecen otra oportunidad.

Curro Díaz, que torea con tanto gusto, nada pudo hacer ante un lote muy complicado. Su primer enemigo ya lo anunció desentendiéndose de los capotes y yendo a su aire. Con la muleta desarrolló sentido y eso unido a su mansedumbre impidió el lucimiento, aunque el torero lo intentó. El quinto fue otro regalito de la casa. Se dobló bien y tomó la derecha. Tanda sin fijación y el toro acaba dando arreones y sale huyendo. A pesar de su voluntad se estrelló con un muro.

El mitin de la tarde lo protagonizó Aparicio en sus dos toros. En su primero fue vergonzosa su actitud, quizás fuera el toro con más posibilidades, pero se quedó sin ver. Le importó un rábano que el público le hubiera recibido con una cariñosa ovación al terminar el paseíllo, ya que volvía a Las Ventas después de la aparatosa cogida que le atravesó la garganta. Lo que deseaba era pasaportar rápido al toro y concluir con su calvario personal. Se notaba que estaba pasando un mal trago.

Imagen que confirmó en el cuarto, en el que dejó las labores de lidia a su cuadrilla. Mal, muy mal. Por eso fue despedido con una lluvia de almohadillas, mientras el Gallo cantaba. Esto es el toreo.