Ganado: novillos de Jandilla, aceptables de presentación, nobles y medidos de fuerzas en conjunto. En tercero fue el más blando; el cuarto, el de más movilidad, y el quinto, un ejemplar encastado.

Enrique Ponce: media estocada y descabello (oreja tras aviso).

Juan Serrano ´Finito de Córdoba´: cuatro pinchazos y descabello echándose solo el novillo (ovación tras aviso).

Manuel Díaz ´El Cordobés´: pinchazo y estocada trasera (dos orejas).

Julián López ´El Juli´: estocada trasera (dos orejas y rabo).

Cayetano: dos pinchazos y estocada trasera (ovación tras petición y aviso).

Juan Ortega: pinchazo y estocada (oreja).

Plaza: Los Califas (Córdoba). Lleno de "no hay billetes", aunque con calvas en las gradas, en tarde soleada y de temperatura agradable.

Un año más, éxito de público en el festival taurino a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer en Córdoba, con la plaza llena hasta la bandera y con el cartel de "no hay billetes" colgado a última hora, aunque las gradas lucieran algunas calvas. Ambiente de lujo, pues, para un festejo que en el ruedo estuvo marcado por la falta de fuerzas de los novillos de Jandilla, lo que impidió que acompañara también el éxito artístico. Y aun así, tarde entretenida, en la que destacó sobremanera El Juli y su dominio apabullante.

Le correspondió al madrileño, eso sí, el ejemplar de más movilidad de la tarde, pero su embestida, siempre descompuesta, le restaba a su favor. Y ahí, precisamente, es donde supo estar el torero, dejándolo ir y venir sin obligarlo con el objetivo de darle continuidad a las series, aplicando además las distancias oportunas y colocado siempre en el sitio. Así, sobrado el torero, con dominio absoluto con la muleta --también estuvo muy animoso con el capote--, hizo cuanto quiso y como quiso. En lo fundamental, derechazos y naturales largos. En lo accesorio, mucha variedad y desparpajo. Y para completar, circulares en uno y otro sentido que no tenían fin, a veces encadenando hasta tres en uno girando sobre los talones, o cerrándolos con ligados pases de pecho. También cambiados por la espalda, afarolados... Un muestrario de muletazos, un despliegue de toreo acomodado al novillo, de trapo puesto y muchos toques para aliviar el viaje un punto incierto del ejemplar. Bien El Juli, muy suficiente y resuelto, contundente también con la espada. Y para él, dos orejas y rabo.

Demasiado premio, no obstante, incluso en un festival. Aunque no cabía otra cosa después de que se le dieran otras dos excesivas en el novillo anterior a Manuel Díaz El Cordobés por una faena de corte populista. Y aunque alguien responderá que era festejo benéfico, propicio para premiar la entrega de los toreros, tampoco habrá que olvidar que estamos en plaza de primera, mucho más ahora que se trabaja por devolverla a un sitio que nunca debió perder.

Pero a renglón seguido habrá que decir que El Cordobés dio todo lo que se esperaba de él. Brindó a los voluntarios de la asociación para meterse al público en el bolsillo; habló con los tendidos; se marcó tres saltos de la rana; dio desplantes de rodillas, besos al animal... Una fiesta lo suyo después de muchos muletazos, compuestos y templados, pero a media altura porque el novillo perdía las manos. Poco animal y poco fondo, pero mucho lío y populismo.

Ponce, de su lado, entendió una vez más a la perfección a su oponente, noble pero medido de fuerzas. Su receta, media altura, ligazón y elegancia. Faena bien construida en razón al animal, aunque no lo dejara entrar en profundidades. Y aun así, lo exprimió al máximo para cortar una oreja. Un premio que no alcanzó Finito, mal con los aceros e intermitente ante un ejemplar al que le costaba repetir y que se quedaba a medio camino. Eso sí, insistente en sus propósitos y en una labor larga, consiguió componer algún muletazo, incluso una serie a derechas, pero sin llegar a concretar a favor.

Claro que el que dejó pobre imagen fue Cayetano, por debajo de uno de Jandilla encastado que lo tuvo escondido, es decir, colocado por fuera y ventajista. El animal se revolvía con cierta prontitud y el torero lo pasó de uno en uno, precavido en el sitio y dándose sus tiempos, pero dejando la sensación de no haberse hecho con él en ninguna fase.

Más resuelto estuvo el novillero Juan Ortega, sevillano de la Escuela del Círculo Taurino de Córdoba. Las mejores verónicas de la tarde fueron suyas y también elegante fue el inicio de faena al sexto. De primeras manejó la muleta con largura y temple, aunque acortó las distancias demasiado rápido. A partir de ahí, aunque le dio más aire con la izquierda, el animal vino a menos y quedó sosote. Así, no tomó vuelo la faena, pero Ortega apuntó cosas buenas y recogió la última oreja de un festejo a plaza llena. ¡Qué lujo!