Ganado: cinco toros de El Ventorrillo, bien presentados pero mansos y de poco fuelle, salvo el sexto. El quinto, sobrero de Ortigao Costa, siempre a más, fue muy superior a los titulares.

Enrique Ponce: estocada desprendida (silencio); y estocada baja y tendida (aviso y vuelta tras petición).

Julián López ´El Juli´: estocada desprendida (silencio); y estocada desprendida (oreja).

José María Manzanares: media que termina tragándose y tres descabellos (ovación tras aviso); y estocada (oreja con petición de la segunda).

Corrida de figuras con todos los defectos que conlleva la exigencia de este tipo de toros, que no embistieron en Santander, que tampoco dieron la talla hace unos días en Almería, y que igualmente dejaron mucho que desear ayer en Bilbao. Hasta qué punto que un sobrero de Ortigao Costa ha dejado en evidencia a los cinco titulares.

De toreros cabe decir que Ponce intentó lo imposible con el primero de la corrida, absolutamente blando y metiéndose por los dos pitones. Antes de montarle la espada el hombre lo mostró bien, lo que no deja de tener su mérito. En el cuarto no pasó nada. El toro con la cara arriba al final de cada muletazo, y queriéndose ir, hasta acabar donde quería, por donde salió, en chiqueros. Ponce no lo molestó, pues era la única manera de sacarle partido. Pero ni así. Ni la faena, ni la estocada, ni el toro valieron la pena.

El Juli cortó la primera oreja de la tarde, también la de más peso. Fue al de Ortigao, que tuvo mucha transmisión, metiendo la cara abajo, y siempre a más, como la misma faena. El Juli tocó las teclas oportunas y el toro aguantó lo suficiente. La faena tuvo ritmo y continuidad, hilvanando series por los dos pitones que crecían en número de muletazos. En el anterior, pendiente siempre de irse, desinflado al final, El Juli le buscó las vueltas al límite, sin apretarle y sin sacar nada en claro.

Manzanares cortó la otra oreja, al sexto, el único con ciertas posibilidades de la corrida titular. Toro con el recorrido justo, que, no obstante, Manzanares aprovechó en series muy cortas a media altura, a lo sumo de tres muletazos. Embistió el toro, si es que embestir es desplazarse sin más, pues no tuvo ninguna clase. La mansedumbre le llevó al final de faena a tablas. Manzanares había cuajado cosas bonitas pero aisladas. No se entiende cómo hubo petición para la segunda oreja. El primero fue de los menos mansos del envío, pero manso al fin y al cabo. No hubo faena estructurada.