Ganado: toros de la ganadería Los Bayones, el cuarto con el hierro de Abilio y Ramiro Hernández, bien presentados y de buen juego con matices. Los mejores, primero, y, sobre todo, el cuarto. Tercero y sexto, los únicos asatados que no dieron opciones.

Javier Rodríguez: media y estocada (ovación); y estocada baja (oreja).

David Esteve: seis pinchazos y estocada baja (silencio tras aviso); y estocada corta (vuelta tras petición).

Oscar Sanz: pinchazo hondo (silencio); pinchazo, metisaca y cuatro pinchazos más (silencio tras aviso).

Plaza: La plaza de Valencia tuvo casi media entrada en tarde agradable.

Tremendo contraste de un día a otro. Las figuras en la víspera no hicieron nada destacable pues no embistieron los toros como es debido. Ayer, los modestos tuvieron más suerte con el ganado, pero con un matiz: la impecable presentación de la corrida. Los seis toros, serios de apariencia y agresivos de pitones, sin la más mínima sospecha de una posible manipulación, lo que no deja de ser también un mérito añadido para estos llamados modestos.

El primero de Javier Rodríguez tomaba el engaño con cierta franqueza, aunque para completar la acción había que llevarlo en el sentido de llevarlo toreado. Rodríguez acertó unas veces y otras no tanto en un trasteo a derechas limpio y de cierta estética pero sin llegar a tomar altura. El cuarto fue el toro de la tarde y de lo que va de feria, bravo y noble, muy completo. Javier Rodríguez estuvo con ganas, muy motivado en todo momento pero aquí se le notó más su lógica falta de oficio por lo poco que torea. Unas veces más despegado, otras más rápido, el caso es que le pegó pases en cantidad. Y el público, el paisanaje, muy volcado con él. Entró la espada a la primera y paseó una oreja. Al toro le ovacionaron muy fuerte en el arrastre.

David Esteve se dio buena maña en su primero en el toreo en redondo, en una faena compuestita y con final a modo por manoletinas y recortes. Pero se eternizó con la espada, cambiando el signo del reconocimiento final. En el quinto fue el presidente quien le quitó la oreja. El toro más aparatoso de los lidiados en la feria, de desarrolladas y muy astifinas defensas, que manseó en los dos primeros tercios pero que llegó a la muleta con temple y buen son. Esteve lo toreó con bella apostura, muletazos muy encajada la figura. Y cuando empezó a negarse el animal, volviendo otra vez a la mansedumbre inicial, todavía hubo tiempo para cositas sueltas de cierta enjundia. Fue injusto el presidente denegándole la oreja.

El primero de Oscar Sanz respondió en la distancia corta, y aunque le faltó al torero confianza al principio, terminó haciendo el esfuerzo para pegarle pases que tuvieron su aquel, hasta que terminó el toro yéndose a tablas donde se difuminó el trasteo también a partir de un inoportuno desarme. El último, el más manso de los seis, fue toro sin malas ideas pero intoreable, parado, sin desplazarse. Sanz puso tesón, mas fue imposible.