Ganado: toros de Las Ramblas, discretamente presentados, justos de fuerzas, bajos de raza y deslucidos. Tercero y quinto, los únicos que se salvaron.

Juan Serrano ´Finito de Córdoba´: cinco pinchazos, tres descabellos, nuevo pinchazo y tres descabellos más (bronca tras dos avisos); y estocada trasera (silencio).

David Fandila ´El Fandi´: estocada y descabello (silencio); y media tendida y descabello (una oreja con petición).

Eduardo Gallo: metisaca (silencio tras petición de oreja); y pinchazo y estocada (palmas en la despedida).

Plaza: Valencia. Lleno.

El toreo no puede anhelarse solo en estado puro. No podría serlo tantas tardes de corridas en las ferias a lo largo de la temporada, de marzo a octubre, por muy importantes que sean las plazas. En Valencia, por ejemplo, con categoría de primera, la gente llena los tendidos también y sobre todo con ánimo de divertirse.

Y ocurre que cuando el color de la tarde es oscuro, apagado por las tristes embestidas de los toros, la única salida es el toreo que se ha dado en llamar heterodoxo, que, aunque reñido con la ortodoxia, viene a ser una especie de tabla de salvación.

La gente va a la plaza soñando arcangélicas faenas, para las que necesariamente debe contar el toro. Y cuando este brilla por su ausencia, como fue el caso, una de dos, o se renuncia a la esperanza, o hay que echar mano de lo otro, ponderándolo hasta incluso darle carácter de sublime si fuera necesario.

Porque tardes como la de ayer en Valencia solo se salvan con un Fandi capaz de salir a por todas y estar en todas. Siempre se ha dicho que si no embiste el toro, que embista el torero. Y bien que embistió El Fandi.

Largas cambiadas de rodillas en el tercio, lances de pie echando la pata p´alante , y el consabido e inefable espectáculo de las banderillas. Aquí, habría que recalcar, sus apasionantes moviolas, milimétricamente ejecutadas después de una carrera de verdadero vértigo y mucho mérito, corriendo para atrás y dejando llegar al toro a una distancia inverosímil.

La otra especialidad suya, el violín, quizá no sea tanto, pues se apoya en la ventaja de atacar de costado y clavar a toro pasado. Mas en el par de poder a poder, ajustándose a las normas más clásicas, también lo borda. Una pena que en su primero todo se acabara ahí dado que el toro se quedaba corto, cortísimo por los dos pitones, defendiéndose y no dejándose pegar un muletazo.

El quinto se movió más y mejor, dando oportunidad a que siguiera la fiesta en el último tercio. El Fandi abrió la faena de muleta de rodillas en el centro del ruedo, toreando por alto, que era una exigencia técnica en base a las condiciones del toro. Siguió de pie rematando la mayoría de los pases por arriba.Prácticamente todo por el lado derecho. Una sola serie al natural. A veces faltó continuidad, pero en realidad no hubo pausas ni espacios muertos, ya que el estilo del granadino impone esas vueltas, revueltas y desplantes que llenan mucho. Ambiente de frenesí en la plaza. Tanto que tras la media estocada y el descabello se pidieron con fuerza las dos orejas, aunque el presidente concedió solo una. Había que ver y oír la plaza en pie aplaudiendo al torero en la vuelta al ruedo.

Eduardo Gallo estuvo también cerca del triunfo con uno de los dos únicos toros potables en la tarde, su primero. Lucido con el capote, nada más abrir la faena de muleta encontró el sitio justo del toro. Y encontró también la altura y la velocidad. Fueron exactamente tres tandas por la derecha con mucho ángel.

En el primer intento al natural, una colada. Siguió por redondos en el mismo son del comienzo y ya en el epílogo, unos ayudados por alto muy a modo. Fue una pena que metiera mal la espada, llevándosela sin llegar a soltarla, porque con toda seguridad hubiera cortado uan oreja. Ya en el sexto, que se quedaba corto y se metía por los dos pitones, Gallo no se entendió.

FINITO, SIN SUERTE El desastre de la tarde lo firmó Finito respaldado por la falta de sensibilidad del presidente que no quiso devolver un toro, el primero, lesionado nada más abrir la faena de muleta. Derrotó el animal contra los maderos al ser llamado indebidamente por el peonaje, que asomaba los capotes por la tronera del burladero. Al toro hay que llamarlo siempre dando la cara, es decir, en el ruedo. El caso es que se partió el pitón por la misma cepa, sangrando de forma lamentable. Faltó eso, sensibilidad y sentido común. Y hubiera sido bueno también que Finito acertara con la espada, pues se dice pronto que sin haberle dado un muletazo llegaron a sonar dos avisos.

En el cuarto tampoco terminó de comprometerse Finito en un trasteo intermitente. La verdad es que el toro fue poca cosa. Por eso en tardes así se valora tanto lo del Fandi.