Ganado: seis novillos de Los Recitales, bien presentados, justos de fuerzas y nobles, sobre todo el quinto, que fue premiado con una vuelta al ruedo.

Antonio José Blanco: estocada (una oreja); y un pinchazo, una estocada que asoma y un descabello (ovación).

Daniel Luque: pinchazo, una estocada y un descabello (ovación); y una estocada y tres descabellos (dos orejas).

Víctor Abad: estocada (una oreja); y un pinchazo, una estocada y nueve descabellos (silencio, tras un aviso).

Plaza: Montilla. Algo menos de media entrada en tarde agradable.

Aprovechar las oportunidades es algo vital para aquellos que quieren hacerse un hueco y subir peldaños en el mundillo del toro. Eso fue precisamente lo que hizo ayer el sevillano Daniel Luque, que gracias a la faena de muleta que realizó a un noble y buen novillo de Los Recitales, se convirtió en el triunfador numérico y artístico del tercer y último festejo de la Feria de las Novilladas de Lujo de Andalucía celebrado en Montilla.

Y es que Luque, aconsejado en todo momento desde el callejón por su apoderado, Tomás Campuzano, sacó al segundo de su lote y quinto de lidia ordinaria --un novillo serio, de preciosas hechuras y respetables defensas-- varias tandas de naturales de gran mérito, templando la embestida de su oponente hasta dominarlo por completo, para luego, con la derecha, enjaretar otro par de series con las que completó una faena que únicamente se vió emborronada con los tres golpes de verdugillo, lo que no fue un impedimento para que el público pidiera al presidente de manera insistente las dos orejas, y el usía sacara para el novillo el pañuelo azul, un más que merecido premio para el ejemplar de Los Recitales.

En el primero de su lote, Daniel Luque lo intentó por ambos pitones, no consiguiendo ligar ninguna de las series debido a la nula colaboración del novillo así como al peligro que este encerraba. Tras dos serios avisos por el pitón izquierdo, armó la espada y decidió terminar su faena.

Pero si Luque aprovechó la oportunidad, no hicieron lo mismo sus dos compañeros, el veterano Antonio José Blanco --que se despedía en Montilla de novillero antes de tomar su alternativa como matador de toros--, y el joven cordobés Víctor Abad, que por unas u otras circunstancias se quedaron con la miel en los labios.

Pese a su experiencia, Blanco no pudo en ningún momento con el primero de su lote, al que le bajaba continuamente la mano lo que provocaba que el animal una vez sí y la otra también, se fuera al suelo. Varios circulares, una aseada tanda de naturales y dos desplantes maquillaron la cosa y al final, una oreja al zurrón. En su segundo lo intentó, realizando una faena de mérito, habida cuenta de los continuos hachazos que lanzaba el animal, lo que hacía casi imposible montar una serie de tres pases seguidos. El público agradeció en todo momento su entrega y de no haber errado con la espada, hubiera obtenido un nuevo apéndice.

Por su parte, Víctor Abad se entregó en su primero, al que instrumentó varias tandas con la derecha muy templadas, realizando en conjunto una faena breve pero intensa. En su segundo, un novillo que fue de más a menos, volvió a ponerlo todo de su parte, tanto que cuando descabellaba se lesionó el hombro derecho, acabando el director de lidia con la vida del animal.