Ganado: cinco toros de El Torreón (el sexto no llegó a salir al suspenderse el festejo), bien presentados pero descastados y deslucidos. Si acaso el quinto apuntó cosas buenas, aunque dado el enorme diluvio no se pudo ver.

Jesús Janeiro ´Jesulín de Ubrique´: pinchazo y estocada baja (silencio); y estocada y descabello (silencio).

David Fandila ´El Fandi´: estocada que hace guardia y descabello (silencio); y estocada (silencio).

Serafín Marín: media estocada (silencio).

Plaza: La Maestranza (Sevilla). Lleno en tarde lluviosa que terminó en suspensión.

La historia de la tarde se reduce a la lluvia. Enorme aguacero, como pocas veces se ha visto en una plaza de toros. Caía agua y granizo en forma de piedras. Las canales del cielo abiertas. Llovía más que cuando murió Zafra, según el dicho popular. Estaba claro que había que suspender, aunque tardó en tomarse la decisión.

Jesulín de Ubrique, director de lidia, se plantó en la tronera del burladero de matadores con el quinto toro ya en el ruedo recomendando al Fandi que no saliera. Desde luego que era una temeridad. Y si El Fandi asumía la responsabilidad de salir, había que contar también con los hombres de su cuadrilla, que al fin y al cabo iban a arriesgar también lo suyo.

Jesulín insistió requiriendo al delegado de la autoridad en el callejón para que éste a su vez se pusiera en contacto con el presidente y cortar por lo sano. Al final se decidió porque Fandi saliera a matar al toro después de intervenir los picadores pero desde luego sin el trámite de las banderillas. Por cierto que hubo una enorme pausa después de que se retiraron los del castoreño y antes de que Fandi tomara la muleta para salir ya con el estoque montado, metiendo la espada, sin más pases previos, a la primera.

Cayó el toro, y como es costumbre en esta plaza, donde no existe sistema de megafonía, se anunció la suspensión con el toque de clarines y timbales. Ya estaba más de medio tendido en la calle, y el resto del personal corrió en huida despavorida a los vomitorios de salida.

Es el comentario que queda de la tarde, porque lamentablemente faltó también lo esencial de la corrida, el toro, sin fuerzas y sin raza. Una corrida del Torreón noblota pero sosa, sin ningún contenido.

Jesulín anduvo fácil con el que abrió plaza, que se tragó los muletazos a media altura y de uno en uno. Trasteo, por tanto, sin relieve. El cuarto, el más manso de todos, con la lluvia ya amagando la suspensión, abortó todo intento de faena. Jesulín lo mató también después de un trasteo insulso de medios y espaciados pases.

El Fandi aprovechó las escasas arrancadas que tuvo su primero para cubrir un tercio de banderillas en la línea de la casa. Luego el toro no colaboró en la muleta, queriéndose ir constantemente. El quinto, ya está dicho, no llevó ni un pase en medio del diluvio.

Serafín Marín sólo pudo matar un toro, el tercero, que tuvo genio al principio pero que al final acabó también rajado. El hombre se empeñó en un trasteo imposible y lo único que hizo fue dar tiempo a que llegara el agua.