Ganado: toros de Cebada Gago, bien presentados, sin exageraciones en el peso pero con astifinas y desarrolladas defensas. Corrida muy seria y que se movió mucho, salvo el tercero. Este y el primero fueron difíciles, aquél incluso con peligro. Segundo y cuarto se dejaron mucho; y el sexto, un toro importante.

Pepín Liria: estocada saliendo cogido (una oreja que paseó la cuadrilla).

Luis Miguel Encabo: estocada (vuelta tras petición); media estocada tendida y cuatro descabellos (silencio); y estocada saliendo cogido (una oreja que paseó la cuadrilla).

Angel Gómez Escorial: estocada (palmas); y pinchazo y estocada saliendo prendido (vuelta tras petición insuficiente de oreja).

Incidencias: en la enfermería fueron operados Liria de "una cornada en la cara interna del brazo derecho de ocho centímetros, que afecta la vena cefálica y desgarra el músculo bíceps"; y Encabo de "una cornada en la cara anterior del muslo derecho de quince centímetros", ambos de pronóstico grave. Los dos pasaron a la clínica Virgen del Camino.

Plaza: Pamplona. Lleno de "no hay billetes" en tarde agradable.

Fue la guerra. Liria y Encabo heridos y victoriosos, con una cornada grave cada uno, y sendas orejas también para ambos. El tercer espada, Gómez Escorial, sin cornada y sin cortar apéndice, sin embargo, con título igualmente de triunfador. Porque tanto honor significó el caer herido como el salir indemne.

A Liria y a Encabo les llegó la cornada en la misma situación, queriendo amarrar el triunfo con la espada. Y en igual suerte tuvo un serio tropiezo Gómez Escorial, al entrar a matar por segunda vez al quinto, aunque por fortuna sólo fue el golpe.

Fue una película dramática que se vivió en el tendido con congoja hasta que el luminoso de la plaza anunció durante la lidia del cuarto que "Liria no está grave", cosa que no era cierta como confirmó el parte médico, aunque esa inexacta precisión dio pie a que la gente se tomara un respiro hasta el percance de Encabo en el sexto. Pero donde no hubo tregua fue en el ruedo, pues prácticamente en la lidia de los seis estuvieron los toreros del ¡uy! al ¡ay! , eso sí, sin dar la sensación de paso atrás en ningún momento.

Primer capítulo de angustia, en estas tres tomas: al prender el primer toro por la axila a Liria, zarandeándole en el aire; el enorme borbotón de sangre que le manchó todo el brazo casi en un instante; y cuando, pese a resistirse a que le tomaran en brazos, se desmadejó por completo camino de la enfermería.

Se temió lo peor, aunque los profesionales que venían del quirófano trajeron las noticias tranquilizadoras que la gente no conoció hasta que se hizo público en el luminoso. Liria se había empeñado en una faena imposible, porque imposible era el toro pegando cabezazos y repartiendo gañafones.

Cada viaje, por fortuna sin hacer blanco, iba de la rodilla al cuello del torero. Liria estuvo muy motivado siempre, quizás tanto por la satisfacción de resolver el compromiso como por el aliento que le llegaba de los mozos al grito de "¡Pe-e-e-pín!". Fue una pena que después de sortear tanta adversidad cayera en el último momento.

Encabo, que tuvo que matar tres por la cogida del compañero, banderilleó a los tres y no pasó de discreto en los dos primeros.

Pero donde se desmelenó el madrileño fue en el sexto, el toro de la corrida, el cebadagago transmitía mucho, bravo en el caballo y "comiéndose" materialmente los engaños. Una embestida con mucho ímpetu, muy humillado, haciendo prácticamente un surco con el morro. Pero, ojo, que no perdonaba errores. Y ésa fue una secuencia también emotiva: la lucha de poder entre el empuje feroz de la bestia y la inteligencia del hombre, que además de poderle creó arte.

Encabo tenía más que ganado el trofeo cuando se perfiló en corto para matar, y sabe Dios qué pensaba en aquel momento, ya que dio la impresión de que quiso asegurarse de que la espada estaba dentro, y en ese instante de más el toro le echó mano. Otra vez las cuadrillas al quite. Encabo quiso cerciorarse, como antes había hecho Liria, de que el toro doblaba. Así fue y hubo igualmente oreja.

GOMEZ ESCORIAL, TORERAZO El tercer hombre, Gómez Escorial, héroe también sin "la medalla" del percance. Estuvo hecho un tío en la expresión más torera que define la actitud de entrega y arrogancia en el ruedo. Fue un valor seco el suyo, sin aspavientos, ni ruidos. Como estaba la tarde se fue dos veces a portagayola para recibir de rodillas con sendas largas cambiadas a los toros de su lote. Largas cambiadas soltando una mano y haciendo el lance limpio y ajustado. Menudos tragos.

Luego su primero apenas se dejó, se frenó sin pasar en la muleta. Pero antes también un escalofriante pase cambiado por detrás en la apertura puso a la plaza el corazón en un puño. Parece mentira, sin que el toro permitiera vislumbrar el menor atisbo de faena, cómo se la jugó Gómez Escorial hasta verse obligado a montar la espada.

En el quinto, después de la ya ponderada larga cambiada, otra vez voluntad a raudales, firmeza y arrogancia en todo. Gómez Escorial, aunque parezca exagerado decir que triunfó también por salir indemne, lo que estuvo fue muy suficiente. Torerazo.