"Cuando me vi incapacitado, sin dinero, con una hipoteca, mujer, dos hijos pequeños y mi casa de Sanlúcar la Mayor, en Sevilla, embargada, me tomé un montón de pastillas antidepresivas". Quien así se confiesa, con los ojos húmedos, es Juan España Barroso (Barcelona, 1969) un joven banderillero al que una cogida ha dejado inútil para esta durísima profesión en la que sólo unos pocos alcanzan riqueza y fama.

Un soberbio festival benéfico inaugurará esta tarde la temporada taurina en la plaza Monumental de Barcelona, pero sobre todo intentará paliar en lo posible la delicada situación de Españita, como se conoce al banderillero en los ambientes taurinos. Harán el paseíllo Miguel Báez Litri, Jesulín de Ubrique, Juan José Padilla, Francisco Rivera Ordóñez, Morante de la Puebla, José María Manzanares, hijo --que se presenta por primera vez en Barcelona-- y los novilleros Jesuli de Torrecera y Enrique Guillén que despacharán ocho novillos-toros de Los Guateles, Núñez del Cuvillo, La Palmosilla, Guadalest, Criado Holgado, Los Recitales, Gerardo Ortega y Jiménez Pasquau.

"El 8 de julio del 2001 en la plaza de Estepona, en Málaga, un toro me hizo dar una voltereta al salir de un par de banderillas. Me fui a descansar a casa y al cabo de una semana sentí completamente paralizado el lado izquierdo del cuerpo". De esta forma se inició el drama de Españita. "En este momento soy un pensionista que cobro 530 euros al mes (algo más de 88.000 de las antiguas pesetas) con eso es muy difícil sacar adelante a una familia", se lamenta.

Juan España ha dejado Sanlúcar la Mayor para instalarse en su casa de Sant Boi, donde tratará de rehacer su maltrecha vida. La afición de Barcelona pondrá hoy el colofón a la carrera truncada de un modesto subalterno que pisará el ruedo de la Monumental por primera vez. Será su mejor recuerdo.