Ganado: toros de Sánchez Arjona, segundo y tercero como sobreros, desiguales de presencia, flojos y deslucidos. Se salvó sólo el sexto.

Julio Aparicio: media estocada y descabello (silencio); y estocada corta a toro arrancado (pitos).

Javier Conde: estocada casi entera (ovación); y estocada (dos orejas).

José Antonio ´Morante de la Puebla´: pinchazo y estocada ladeada (ovación); y media estocada (dos orejas).

Plaza: Leganés (Madrid). Más de media.

La gente estuvo loca. Naturalmente, de contento. Y es que Javier Conde y Morante de la Puebla, o Morante de la Puebla y Javier Conde, que tanto monta, dieron una marcha al festejo que no-se-pué-aguantá . Arte del bueno. Personalísimo toreo de uno y de otro. Algo muy singular y hasta proverbial.

Algo que no es frecuente. Cuando se anuncian los del arte se espera lo mejor, pero casi siempre son vanas ilusiones. Lo difícil, dicen, es que ocurra. Pero cuando se produce el milagro, lo de ayer, pues eso, la locura. Conde y Morante desataron las más felices pasiones.

Conde ya interesó mucho en su primero, en el que se anotó una apertura de faena muy pinturera, pero con el que, sin embargo, no terminó de armar faena por la falta de raza en el animal. En el quinto, sí, fue de rompe y rasga. Con la muleta hubo fases grandiosas por la quietud, la gracia y la suficiencia del torero, que aderezó lo fundamental con la genialidad de unos oportunísimos y muy personales remates. Conde se gustó y gustó una barbaridad.

ESCULTURA EN MOVIMIENTO Y como el malagueño, el sevillano Morante de la Puebla estuvo también imparable. Le tocó recibir a tres toros --le devolvieron el primero-- y en los tres manejó el capote con una increíble parsimonia. Cada lance, una escultura en movimiento. Una pena que su primero se partió una mano en banderillas y no sirvió para la muleta.

Pero en el sexto, el único toro que humilló y se desplazó con cierta clase, fue el acabose. Morante, las muñecas dormidas y la cintura quebrada, se olvidó del cuerpo como decía el genial Juan Belmonte, y surgieron las series por la derecha y al natural de una belleza y profundidad sin igual. Toreo limpio, sentido y muy ligado, y todo por abajo. Y aquí también las alegrías, es decir, pases de la firma, trincheras y trincherillas. Todo muy medido y oportuno. El toreo con mayúsculas.

El contraste de la tarde fue Aparicio. Desconfiado al máximo, se lo pensó tanto en el que abrió plaza que no llegó a ponerse. En el otro fue peor, limitándose a un breve trasteo por la cara.