Palabra de honor que nos habíamos prometido a nosotros mismos no ocuparnos para nada de las pasadas corridas de feria, ni de los propósitos de la nueva --vieja-- empresa, que por lo visto ha tomado a la afición cordobesa por hijos del Celeste Imperio. Pero las circunstancias obligan y no queremos que se nos atribuya el axioma aquel de "quien calla otorga". Porque esto que ocurre con la plaza de Los Califas ya es la eterna canción y pasa de castaño a oscuro. Claro es que en el pecado llevan la penitencia.

Ha ocurrido este año lo mismo que los anteriores. Diríamos que ha ido menos público a las corridas grandes , con carteles --sobre el papel-- de auténtico postín, a base de figuras de tronío. Y, sin embargo, en lo que respecta a la primera corrida --Joselito, Finito y El Juli-- salió el público mohíno de la plaza, pues el presidente no interpretó con rectitud los dictados del respetable y concedió al paisano una oreja improcedente, mientras a El Juli, para quien se reclamaban dos apéndices auriculares, lo dejó en uno de conformidad con su real gana. Total, que no se vio por parte alguna el ganado prometido por la empresa y pasó, corregido y aumentado, lo que tenía que pasar. Que el torero cordobés, tras cortar una oreja de tómbola, en su segundo toro ordenó a su picador que castigara con fuerza.

Así, pues, lo de la plaza de Córdoba no tiene remedio posible. Va de mal en peor, cada año que pasa. Cuando no es por efecto es por defecto. Y en un punto medio debe de estar la virtud. Esta es nuestra manera de pensar. Deben de existir --y de hecho existen-- muchos toreros. Pero a cada uno de ellos le corresponde interpretar el arte dentro de su auténtica personalidad. Este es el quid de la cuestión. De lo contrario no existirían trofeos ni galardones. ¡Para los que sirven! Y es que en los cosos taurinos no mandan las empresas, sino los toreros, según las circunstancias.

SENSIBLE MEJORIA

Hemos abierto estos apuntes con algunas pinceladas de la primera corrida de feria, que fue la más floja de los cuatro encierros. Podemos decir que la más fuerte por brava y por buena presentación y nobleza fue lidiada el cuarto día, del hierro de El Torero, que dio lugar al lucimiento de los espadas, destacando Jesulín de Ubrique en su faena a un gran toro --por tipo y por hechuras-- al que toreó con temple y estoqueó de manera soberbia. Sólo la estocada le valdría la primera oreja. Le dieron las dos con salida a hombros, como triunfador supremo de la feria. Pero luego nos enteramos de que el esfuerzo del torero no ha servido para nada, por designio de unos señores de reconocido prestigio que integran el jurado. ¡Bien por el jurado!

Siguieron a esta corrida, en bondad, las de Zalduendo y Hermanos Peralta. Esta última deparó éxitos muy relevantes a El Cordobés-- Manuel Díaz-- que toreó muy bien con el capote y muleta pero no acertó con los aceros, y El Fandi, que fue premiado con una solitaria oreja. También Enrique Ponce, César Jiménez, El Juli y Finito realizaron faenas destacadas en la feria, sin llegar al triunfo completo por la mala utilización del estoque.

En resumen, este resultado, sin que entremos a valorar los detalles, fue suficiente para una feria más brillante que otras veces. Y aunque económicamente no se hayan resuelto los problemas de la empresa, sí puede ser el comienzo de una futura e inmediata regeneración. Finalizamos estas notas, refiriéndonos al epílogo de la corrida del arte del rejoneo en la que Joao Moura, Pablo Hermoso de Mendoza y Andy Cartagena tuvieron una apoteósica actuación. Y ya que hemos hablado de galardones taurinos no estaría de más que se instituyera de manera oficial el Trofeo Antonio Cañero, que muy bien podrían fundar todas las entidades existentes en Córdoba relacionados con el caballo y con el gran rejoneador, bajo el patrocinio del Ayuntamiento.

MUCHOS AÑOS DESIERTO

El Trofeo Manolete del año 1997 fue declarado desierto y entregado a la familia del diestro en el 50 aniversario de su muerte. De entonces acá --1998 al 2003-- sólo una vez volvió a adjudicarse el citado galardón (a Finito, en el 2001). Es decir, muchas ediciones desierto, muchas ferias de triunfos menores. O lo que es igual: que no existe el Trofeo Manolete. Mejor es suprimirlo, porque nuestra modesta experiencia nos dice que los trofeos constituidos oficialmente deben adjudicarse, porque si no acaban olvidándose, en lugar de servir de estímulo a los toreros. No quiere decir esto que tengan que otorgarse sin ton ni son. Hemos sido largos años miembros del jurado. Ahora ya no lo somos. Pero sin que valga para nada nuestro voto, éste es para el triunfador máximo de la feria. ¿Que se apoda Jesulín de Ubrique? ¡Bueno! En todo caso se habría hecho justicia. Terminamos con una sencilla pregunta: ¿Es que no existe ningún torero actual capacitado para poder conquistar el Trofeo Manolete? Conviene que se sepa claramente y así nos evitaremos muchas complicaciones. Recordemos que el año pasado triunfó El Cordobés --Manuel Benítez--, a su manera, que recibió el inusitado premio de un rabo otorgado por la generosa presidencia y el diestro salió a hombros. Sin embargo, nada se tuvo en cuenta para el Trofeo Manolete.

Dicen que la historia se repite. Pero nos parece que ya es demasiada repetición. Es preciso herrar o quitar el banco. ¡Pues vamos a quitarlo! Reconocemos que ésta sería una decisión lamentable, pero peor es lo que está ocurriendo actualmente, que el trofeo arrastre una situación alarmantemente precaria. La propiedad de la plaza, la empresa y el público, dentro de las debidas normas, son las llamadas a evitarlo. Y por supuesto la autoridad competente, que es la absoluta responsable del desarrollo normal del espectáculo taurino, máxime si se trata de una plaza de primera categoría como suponemos que sigue siendo la de Córdoba. Si no es mucho suponer...