Feria de escaso relieve, la recién finalizada de San Isidro en Madrid, pero con notables excepciones, como las del matador de toros José Pacheco El Califa y el ganadero Victorino Martín, a la postre grandes fulgores en la opacidad del largo y pesado ciclo.

El Califa y Victorino, los mejores. Y algunos nombres más, muy pocos, con méritos para estar en el hipotético cuadro de honor, aunque hay que considerarlos triunfadores menores, pues prácticamente en casi todos también hay que matizar.

Sin discusión, amo de la feria, El Califa. Su triunfo fue grande por el valor y la técnica que puso, talante y talento, frente a dos complicados toros.

EL SER O NO SER

También dos circunstancias le dan si cabe más transcendencia al triunfo, por un lado la negativa del presidente a concederle una primera oreja con una absoluta unanimidad en la petición, y por otro su brindis al cielo, a su padre, enterrado sólo dos días antes. Después se supo que su sentimiento de tristeza le tenía tres días sin comer, con extrema debilidad, en estado tan delicado que al pasar a la enfermería para ser atendido de un puntazo tuvieron que ponerle también suero para combatirle una hipoglucemia.

El hombre se lo jugaba todo a una carta. Ser o no ser en tan delicada situación. Y como dijo él mismo al finalizar el festejo, con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada mientras se quitaba el vestido de torear en la habitación del hotel, "gracias a Dios y a la fuerza que me ha dado mi padre, la puerta grande ha vuelto a ser realidad".

Las ferias se han abierto de nuevo para él. De la cima a la sima, y otra vez arriba. Como hace tres años, anunciado con los doloresaguirres , aunque su primero fue un sobrero de José Vázquez, el tren del éxito vuelve a pasar por su puerta. Ahora ya sabe lo difícil que fue y es tomarlo, y lo fácil y duro que es bajarse.

SERIEDAD Y BRAVURA

Y con El Califa, el otro nombre de la feria, Victorino Martín. Hubo que esperar a que pasaran nada menos que veintitrés corridas para que, en la última del ciclo, se alejara momentáneamente el fantasma de la crisis ganadera.

En palabras del mismo Victorino, "cuando sale el toro y hay un hombre capaz de estar delante con ganas de triunfo, cada uno se pone su sitio". Y así fue como el público se lo pasó en grande, gracias a la seriedad y bravura de los toros, de muy variado e interesante juego, incluso a la buena disposición de la terna --Esplá, El Cid y Robleño--, que si bien sólo cortó una oreja el primero, se perdieron tres o cuatro más por el fallo a espadas de los otros dos diestros.

Antes de seguir con más nombres, pocos desde luego, que también tuvieron cierto relumbrón en la feria, hay que advertir que ésta apenas dio de si por los fracasos de los más esperados, los llamados figuras, que para empezar trataron de escurrir el bulto a la hora de comparecer.

LAS FIGURAS, DE PUNTILLAS

En este sentido, Joselito fue la excepción al aceptar tres tardes, aunque a la postre no dio la cara en ninguna, dejándose ir además un gran toro sobrero de El Torreón, en una tarde para mayor abundamiento con el público volcado con él.

Ponce eludió la responsabilidad de la feria con una sola actuación, que vino a ser de trámite por el nulo juego de sus toros. El hombre estuvo esforzado pero insuficiente con un lote imposible de Alcurrucén, al fin y al cabo ganadería que nadie le impuso. Para que otra vez tenga en cuenta que hay que jugar más cartas, sobre todo, como en su caso, cuando empresa y público están deseando dárselas, es decir, que se contrate más.

El Juli se salvó por los pelos, pero otro que tal baila. Por el affaire con Victorino, que no quiso que le matara sus toros, estuvo a punto de no venir a la feria, aceptando finalmente la Corrida de la Prensa, con seis astados de otras tantas ganaderías para él solo. Quiso venderlo como un gesto, aunque fue más bien una necesidad para frenar el deterioro de su imagen tras su nefasto paso por las primeras ferias de la temporada. Al final le salió la jugada con un triunfo menor pero muy convincente con un gran toro de Fuente Ymbro.

Al retomar el hilo que conduce a los protagonistas felices del ciclo, que desde luego se cuentan con los dedos de una mano, aparecen Serafín Marín, nombre nuevo que sorprendió por el valor y a la vez absoluta serenidad que adorna su recio estilo torero, y Robleño, igual de valiente que hace un año. Ambos se anotaron una oreja cada uno, pero pudieron ser más con espadas mejor afiladas.

Uceda Leal convenció a medias: una tarde al alza, en la que una soberbia estocada le ayudó para cortar una oreja, y otra en la que le faltó serenarse para cogerle el aire a un toro de El Ventorrillo de mucha transmisión y sobrevalorado con una vuelta al ruedo. Esplá estuvo en los detalles una tarde sin toros posibles, con la corrida de Carriquiri, y más hondo en la de Victorino, en ésta, ya está dicho más arriba, con corte de un apéndice.

Iván García pudo consagrarse el día de su confirmación, pues lo bordó en su segundo, un buen ejemplar de El Puerto de San Lorenzo, pero un pinchazo antes de la estocada final dejó todo en una sola oreja. En la repetición, sustituyendo al lesionado Eugenio de Mora, fue otra cosa, eso sí, con la disculpa de unos toros nada propicios.