Caso Alcàsser

Miguel Ricart, asesino del crimen de Alcàsser, queda en libertad provisional

El juez le imputa un delito contra la salud pública y le obliga a comparecer cada 15 días

Miguel Ricart, el único condenado por el asesinato de las tres niñas de Alcàsser (Valencia), ha quedado en libertad provisional con la obligación de comparecer cada 15 días ante el juez. Así lo ha acordado este jueves el juzgado de guardia de Barcelona ante el que ha comparecido Ricart detenido por presuntamente liderar un narcopiso en el barrio del Raval de Barcelona. El juez le atribuye un delito contra la salud pública.

Ricart se ha acogido a su derecho a no declarar tanto en el juzgado como ante los Mossos, que procedieron a su detención. Al igual que el otro hombre detenido en el narcopiso, que también ha quedado en libertad provisional. Las diligencias las asumirá ahora el Juzgado de Instrucción número 26 de Barcelona que ya tiene abierta una causa. La policía no solo arresto a Ricart, sino también a otra persona, José Manuel S., originario de Nicaragua, que se encontraba con él en la vivienda y ha quedado también en libertad.

La detención se produjo este martes por la tarde en el número 10 de la calle Aurora. Durante el registro del piso, se intervino 25,35 gramos de cocaína y 6,9 de hachís, más marihuana y algo de dinero en efectivo. A parte de los dos arrestados, se hallaban en la vivienda otras personas que habían acudido al narcopiso para consumir droga. Estos fueron identificados, pero no detenidos. En su declaración ante los Mossos, según las fuentes consultadas, apuntaron que quien supuestamente les proporcionaba era el "sudamericano", en referencia al ciudadano nicaragüense. Fu este quien al entrar la policía en el inmueble lanzó unas balanzas por un patio interior.

La unidad conjunta de los Mossos d'Esquadra y de la Guardia Urbana que lucha contra el tráfico de droga en el Raval de Barcelona descubrió hace varias semanas que Ricart estaba a cargo de uno de los narcopisos investigados, según las fuentes consultadas por El Periódico, del grupo Prensa Ibérica. Uno de los agentes que integran este grupo de trabajo policial lo identificó mientras tenían la lupa puesta sobre el menudeo de droga en el inmueble.

No estuvieron del todo seguros hasta que lo identificaron formalmente a través de su DNI dado que presentaba un deterioro acusado. No pudo ser detenido en ese instante porque sobre él no pesaba ninguna orden de detención pendiente, ni judicial ni tampoco de ningún juzgado. Sin embargo, su presencia inquietó a los policías que, hasta que no obtuvieron la orden judicial para poder entrar al narcopiso y proceder a su arrestarlo, estuvieron pendientes de sus movimientos. Ricart se encontraba en libertad tras cumplir la condena de casi 22 años de cárcel por el asesinato de Miriam, Toñi y Desiree. 

Piso para fumar y pincharse

Ricart, según fuentes policiales, estaba a cargo de uno de estos pisos investigados porque funcionaba como un punto de venta de cocaína, heroína o crack y también de consumo para los usuarios. Su abogado defensor, que es del turno de oficio, sostiene, sin embargo, que a Ricart fue al piso para consumir droga, pero que no residía allí, en contra de los que declararó algún testigo. Las sustancias estupefacientes se hallaron en la vivienda, no en su poder. El asesino de Alcàsser, según fuentes de su entorno, vive habitualmente en la calle y come gracias a la ayuda de una parroquia del barrio. Un dato: como contacto dio a los Mossos el nombre y el teléfono de Sor Lucia Caram.

Al entrar en el narcopiso de Ricart los investigadores hallaron una jeringa cargada y preparada para ser inyectada. No es algo frecuente. Sí lo era en 2017, cuando estalló en el Raval el fenómeno de los narcopisos en los cuales traficantes vendían heroína a consumidores que se pinchaban en el propio domicilio. Pero actualmente, tal como reveló El Periódico, los narcopisos de Barcelona han dejado de funcionar como salas de venopunción clandestinas.

En el barrio del Raval siguen activos una veintena de pisos en los que se vende droga, lejos de los sesenta que llegaron a coincidir a pleno rendimiento hace cinco años. Pero solo en algunos los traficantes consienten el consumo. Y bajo ningún concepto este puede ser con aguja: debe ser fumado. Ricart escapa a esa dinámica y en su narcopiso se vendía heroína y crack y estaba permitido fumar y también pincharse.