Vilson aterrizó el 2 de julio en la Sierra de Torremolinos con 211 kilos de hachís que él mismo descargó y ocultó entre unos matorrales para que alguno de sus compañeros los recogiera más tarde. La Guardia Civil le dejó hacer y grabó la escena desde la distancia un buen rato antes de detenerle e intervenir el R-44, uno de los modelos preferidos por los narcos que apuestan por la vía aérea para introducir el hachís de Marruecos. El vuelo intercontinental culminó por Nerja, cerca del asentamiento que el grupo tenía en Almuñécar, y luego surcó el cielo paralelo a la costa hasta tomar tierra al norte de la autovía en un paisaje arizoniano.

Fue un narcovuelo de manual. Mayoritariamente nocturno a pesar de no contar con los instrumentos necesarios para hacerlo a oscuras y rasante para no ser detectado visualmente o por los radares. Un viaje suicida a la vista de la orografía malagueña y de los numerosos accidentes mortales que esta actividad clandestina se ha cobrado en los últimos años en Andalucía. Los más recientes la pasada primavera, cuando otro R-44 cayó al mar tras despegar en Estepona o el de Pedrera (Sevilla), que sumó dos fallecidos tras estrellarse contra un árbol hace dos veranos. Volar en esas condiciones es una ruleta rusa, sobre todo si los aparatos, que alcanzan fácilmente los 200 kilómetros por hora, no cuentan con el mantenimiento adecuado y si a los mandos de los mismos no hay pericia. No en esta ocasión. Aunque los helicópteros intervenidos estaban descatalogados por tener las horas de vuelo caducadas, los investigadores reconocen que aparentaban un excelente estado mecánico y que los pilotos tenían buenas referencias. Sobre todo Vilson, un veterano albanés con antecedentes por haber introducido drogas en Italia con una avioneta y que podría haberse curtido como piloto en la Guerra de los Balcanes. No es la primera vez que Albania exporta pilotos para este tipo de misiones. Sokol Feka, un piloto militar de alto rango en su país, murió en Gaucín en 2015 junto a otra persona al estrellarse con un helicóptero que traía casi una tonelada de hachís de Marruecos.

La detención de Vilson no fue la primera en la operación, pero sí la más fotogénica. Un premio para de una investigación que arrancó un año antes, en agosto de 2020, cuando la Guardia Civil detectó en la Costa del Sol un grupo de franceses de origen marroquí que se movían en vehículos robados y alquilados y con matrículas falsas. El grueso de la banda era de París, seguramente el destino final de la droga, y se había asentado en la urbanización Aloha Lake Village, cerca del lago de las Tortugas, pero poco a poco se fue destapando la amplísima red logística que había tejido Samy, uno de los hombres más activos de la pandilla que ha llegado a utilizar hasta cinco identidades diferentes. Los agentes también encontraron viviendas francas en el litoral granadino y Peñíscola, localidad castellonense en la que fingían tener una empresa de distribución de azulejos.

La banda contaba con expertos pilotos como Vilson, un veterano albanés con antecedentes por introducir droga en Italia en avionetas

La productividad del grupo ha sido incuestionable. A lo largo de la operación, el instituto armado ha intervenido casi 2,5 toneladas de hachís y 112 kilos de marihuana. Los investigadores consiguieron neutralizar dos grandes envíos ocultos entre azulejos blancos en camiones que salieron de naves de los polígonos de los municipios malagueños de Villanueva del Trabuco y Humilladero. El primero fue interceptado con la ayuda de las autoridades francesas en Narbona con 419 kilos de hachís y el segundo en Chauchina (Granada) con 860 kilos, aunque las pesquisas también revelaron que apostaban por el transporte de drogas a Francia por el método del go fast (ve rápido) en coches de gran potencia y capacidad de carga. Uno de estos vehículos salió desde una vivienda de La Línea de la Concepción y se interceptó en Baza con 327 kilos de hachís, mientras que otros dos se gestaron en el garaje de la lujosa vivienda de Marbella. Uno fue neutralizado en Port Bou (Gerona), esta vez con el lote de marihuana, y el otro poco después de su salida en dirección Málaga. Antes de ser interceptado, el conductor de este último vehículo intentó arrollar a un guardia civil que participaba en el dispositivo para capturarlo, aunque el agente consiguió lanzarle la barrera de pinchos que hizo perder al sospechoso un neumático. A la desesperada, llegó a circular sobre la llanta a más de 180 kilómetros por hora durante unos minutos y embistió a un vehículo policial antes de darse por vencido. Llevaba 329 kilos de droga y en la vivienda de Marbella se hallaron otros 266 kilos más.

Durante el seguimiento de uno de los camiones del grupo por la provincia de Granada, una avería puso en aprietos a los encargados del vehículo y los agentes tuvieron que intervenir al ver que pretendían prenderle fuego para destruir las pruebas. Al inspeccionar la carga, los guardias comprobaron que transportaban un Alouette II, un modelo que el fabricante francés Sud Aviation convirtió en leyenda en los años cincuenta como el primer helicóptero del mundo producido en serie con un motor de turbina de gas y no de pistón. Las otras joyas de la corona se encontraban en una nave del municipio almeriense de Vélez-Rubio, muy cerca de la autovía A-92N. Eran otros dos Alouette, aparatos que se pueden adquirir por precios que oscilan entre los 250.000 y 300.000 euros, según fuentes cercanas a la investigación. Al igual que con el R-44 de Torremolinos, les habían quitado los asientos traseros para ganar espacio de carga, pero en estos modelos añadieron estructuras laterales a modo de cestas con las dimensiones de los fardos para rentabilizar todavía más cada viaje. La operación suma por ahora 11 detenidos (otros 9 pendientes de localizar en Francia) y la intervención de cuatro armas de fuego, abundante munición, chalecos antibalas y numerosos dispositivos electrónicos para evitar la acción policial.