Ana Julia Quezada llegó a España con poco más de 18 años, en 1991. En su país, República Dominicana, dejó su vida y también a su hija recién nacida, Ridelca. El primer destino de esa joven mulata y exuberante fue un club de carretera cerca de Burgos donde iban a prostituirla. El último, la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) donde cumple condena de prisión permanente revisable por matar al niño Gabriel, hijo de su pareja, el 27 de febrero de 2018.

La vida en España de esa mujer muestra un reguero de manipulaciones, engaños y víctimas que estaban ocultas hasta el crimen del niño, conocido en Almería como 'el Pescaíto' y cuya desaparición desencadenó la operación Nemo de la Guardia Civil.

Un camionero la sacó del club

El club donde Ana Julia aterrizó se llamaba, existe todavía, El Carro, en las afueras del pueblo de Rubena (Burgos). Pero ella no fue una más de las mujeres víctimas de esa explotación sexual. Cuando, años después, llegó la policía y liberó a ocho mujeres, Ana Julia ya no estaba allí. Un cliente del local, un camionero llamado Miguel Ángel, se había enamorado de ella. Los dos fueron a vivir juntos en diciembre de 1992. Poco después, Ana Julia se quedó embarazada y se casaron.

Todo parecía ir bien. Miguel Ángel seguía con el camión y Ana Julia trabajaba en el servicio doméstico y cuidaba de su hija, Judit. En 1995, el hombre le propone que traigan a España a Ridelca, que sobrevive con su abuela en una chabola, en su país. Ana Julia acepta. Cuatro meses después de que la niña se instale con ellos en Burgos, el 3 de marzo de 1996, el cuerpo de Ridelca aparece tirado en el patio de luces de la casa.

La muerte de su hija

Los policías que acuden ni siquiera pueden interrogar a la madre, que grita y solloza. Ha sido una desgracia. Ridelca se ha caído por la ventana. Nadie repara en que para sufrir ese accidente, la niña ha tenido que coger una mesita, pegarla a la pared, subirse a ella, abrir la doble ventana del séptimo piso que la protegía del frío de Burgos y saltar o caerse.

Su cuerpo, además, fue encontrado en el suelo, lejos de la pared, como si alguien la hubiese empujado. Una mujer, amiga de Ana Julia entonces, recordaría luego que aquella madre hablaba de la muerte de su hija “como el que cuenta que se le ha roto un plato viejo”.

Ana Julia Quezada en una foto compartida por ella en redes sociales.

La Guardia Civil que investigará años después el secuestro de Gabriel Cruz apuntará en 2018 la hipótesis de que “fuera la propia Ana Julia la que segara la vida de aquella menor”, pero nadie podrá ya demostrarlo. Después de enterrar a su hija, la mujer siguió casada con Miguel Ángel y trabajando en una carnicería.

Ambos tuvieron un golpe de suerte cuando el hombre ganó 93.400 euros en la bonoloto, pero el dinero solo les duró cuatro o cinco años. Luego, el marido de Ana Julia empezó a sufrir extrañas fiebres que le hicieron acabar dos veces en Urgencias. Los médicos nunca supieron las causas de sus dolencias.

Un seguro de vida

Por aquellas fechas, el marido de Ana Julia había suscrito un seguro de vida en que la beneficiaria del 50 por ciento del dinero si el moría era su esposa. Finalmente, sobrevivió, pero a principios de 2009 su mujer le anunciaba que quería el divorcio, ya no estaba enamorada de él, se le acabó el amor, le dijo.

El divorcio fue tormentoso y el hombre acabó condenado por acoso y no pudo ver a su hija Judit durante cuatro años. Por aquella época, Ana Julia ya había conocido a un hombre viudo y enfermo que tenía un bar en Burgos. Se llamaba Javier y era 16 años mayor que ella. Vivieron juntos dos años y medio, hasta la muerte del hombre.

6.000 euros para operarse el pecho

Él le compró una casa en República Dominicana y puso un seguro de vida a nombre de ella, que cobró 35.000 euros cuando Javier falleció de cáncer, en diciembre de 2012. Los hijos de Javier evitaron que su padre se casara con Ana Julia antes de morir, pero no supieron, hasta tiempo después, que mientras él agonizaba en su cama de hospital, ella había conseguido que le firmara un crédito de 6.000 euros con los que se aumentó el pecho en una clínica estética.

Quezada es conducida a la Audiencia de Almería, durante su juicio. Europa Press

En el tanatorio, la tarde que enterraron a Javier, sus hijos vieron a Ana Julia acompañada de otro hombre mayor. También enfermo. Se llama Juanma y un cáncer de garganta lo matará en 2015. Sus familiares llegaron a denunciar que Ana Julia se llevó 17.000 euros del hombre, de los que una parte fue para hacerse otro retoque de cirugía plástica, siempre con una sonrisa en la boca. Nadie les hizo caso.

Antes de la muerte de Juanma, Ana Julia había conocido a otro hombre, más joven, Sergio. Ambos decidieron empezar de cero en Almería. Ana Julia decide entonces deshacerse de su hija, Judit, que ya es mayor de edad y echa de menos a su padre. Llamó a la abogada de su ex marido y le ofreció quedarse con ella: "voy a empezar una nueva vida, tengo que quitarme las cargas que llevo", le dijo.

El pub 'Black'

Ana Julia se instaló con Sergio en el cabo de Gata, donde luego mataría a Gabriel Cruz. El hombre contaría después que ella le convenció para poner solo a su nombre el pub 'Black', en Las Negras, donde ambos trabajaban. Cuando se separaron, en octubre de 2016, ella se quedó con el pub y él no vio ni un euro.

En la barra de ese bar Ana Julia conoció a Ángel Cruz, el padre de Gabriel. La Nochevieja de ese mismo año empezaron una relación sentimental. En septiembre de 2017 ya estaban viviendo juntos. El crío, Gabriel, vivía con su madre y pasaba fines de semana y la mitad de las vacaciones con su padre, que le adoraba. Gabrielillo, 'el Pescaíto', no sentía lo mismo por la novia de papá.

Ana Julia participó en las búsquedas del pequeño Gabriel.

Apenas cinco meses después de llegar a la vida de esa familia, el 27 de febrero de 2018, Ana Julia Quezada convence al niño de que la acompañe a una finca en Rodalquilar, lo mata y lo entierra allí. El asunto se investiga como un secuestro durante unos días que conmueven a España. Milagrosamente, es la propia Ana Julia Quezada quien encuentra la camiseta del niño en las labores de rastreo el 3 de marzo. Lo hace muy cerca de la casa donde sigue viviendo su penúltima pareja, Sergio. A los investigadores aprovecha para explicarles un dato sobre su ex pareja: "no le gustan los niños".

Ocho días después, la mujer es detenida con el cadáver del niño en el maletero de su coche. A los guardias civiles les dice que ha estado jugando en la playa, con su perro. Que ella no sabe nada. La detienen, registran su casa y le anuncian que va a ir a la cárcel. Un funcionario le sugiere entonces que se dé una ducha y se cambie de ropa, que va a pasar un tiempo sin salir. Una agente de la Guardia Civil entrará para acompañarla y evitar que haga tonterías. Ana Julia contesta con una sonrisa en la boca:

-Okey, gracias, pero luego el tanga me ayudas a elegirlo tú, ¿quieres?