Sus amigos y compañeros de Córdoba le llamaban El Cebollo. Pero tiene una inteligencia de nivel superior, un cociente intelectual de 121. En el otoño de 2011, antes de drogar y matar a sus dos hijos, José Bretón, que fuera soldado en Bosnia, tenía dos obsesiones: castigar a su mujer Ruth por separarse de él, y la figura del actor Jack Nicholson, especialmente dos de sus películas. Los escritos que recuperaron en su casa los policías que investigaron su caso reflejan su estado de ánimo antes de cometer los crímenes, el 8 de octubre de 2011, y su intento de engañar a todos fingiendo que alguien había secuestrado a sus hijos en el parque Cruz Conde.

"Tengo muchas manías, escrupuloso, me molesta que tosa, que (los hijos) sorban los mocos, escuchar comer… ¿Sería bueno desprenderme de las cosas que me recuerdan a ella?… Soy mala persona", escribía el ex soldado Bretón en sus papeles más íntimos. Como en una de las películas de su ídolo, Mejor Imposible, las manías de Bretón habían hecho insoportable la vida a su mujer y sus dos hijos, Ruth y José, de seis y dos años. Esa comedia agridulce terminaba en rosa. Una mujer (interpretada por Helen Hunt) redimía al personaje de Nicholson y ambos iniciaban una nueva vida.

En otro cajón de su dormitorio, Bretón guardaba un ejemplar de El Resplandor, la novela de terror de Stephen King y cuya película protagonizaba también Nicholson. Trata de un padre que trabaja de vigilante de seguridad en un internado comienza una espiral de violencia contra su mujer y su hijo. Y termina muy mal. Junto a ese libro, más papeles con escritos del asesino: "¿Qué posibilidades tengo? ¿Cuánto me puede pedir? No sé qué piensa, si está esperando al máster, al querido, a la renovación o no sabe lo que quiere. Dice que no está con nadie". Los policías que encontraron la novela de terror y los papeles de Bretón, aun con los niños desaparecidos, decidieron entonces bautizar el caso como operación Resplandor.

"Ruth no existe"

Obsesionado con que su esposa tiene un amante, algo totalmente falso, Bretón muestra también su lado calculador en esos escritos personales. Piensa y escribe sobre la pensión que tendrá que pagarle a sus hijos, sobre quién se quedará el piso donde vivía la familia… "Si le pongo la denuncia es como declarar la guerra. Pensión para la mujer. Mientras yo no trabaje le tengo que pagar, se acumula para cuando tenga. Custodia para mí. ¿Demanda ya? ¿Ver los niños ya? Grabadora digital. No tienes derecho. Custodia total madre. Fines de semana alternos. Libertad de ver. Ortodoncia, gafas, clases de apoyo. Coche mío. Ajuar. Gastos 70/30. Inventario. Bloquear cuenta. RUTH NO EXISTE".

El inspector Felipe Nieto, de la UDEV Central de la Policía Nacional, analizó los escritos y el borrador de la última carta con la que Bretón trató de convencer a su esposa de que volviera con él. "Los niños y tú sois mi familia y no quiero renunciar a vosotros… Démosles una vida ideal, poder pasear, llevarlos al colegio, viajar, llevarlos al médico. ¿Tanta repelencia te produzco? Decirte te quiero por las mañanas, flores, detalles de todo tipo, ¡qué guapa! Yo he fracasado al perderos, soy un alma en pena, sin vosotros no soy nada. Déjame el domingo volver, no me hagas encadenarme pidiendo una oportunidad, déjame quedarme un día, envenéname y tírame al río, por lo menos moriré feliz. Creo que te puedo dar paz”.

La eternidad

Mucho antes de todo eso, los investigadores descubrieron que la carta que finalmente leyó Ruth Ortiz antes de que su marido matara a los hijos escondía, leída hoy, un mensaje, casi una premonición de lo que Bretón, que ya estaba comprando y almacenando gasolina, acabaría haciendo en la hoguera de su finca de Las Quemadillas, donde arrojó a sus hijos. "¿Qué es lo que nos separa? No me digas que después de tanto tiempo juntos no nos queda un poco de rescoldo a la esperanza. Ya me encargaré yo de avivarlo, tengo la eternidad para hacerlo".

Condenado a 40 años de prisión, Bretón mantuvo siempre su inocencia. En la cárcel protagonizó amagos de intentos de sucidio y una huelga de hambre durante la que llegó a ganar peso. El motivo era que no le dejaban leer los diarios deportivos As y Marca. Los investigadores estaban convencidos de que algún día contaría por fin la verdad, solo para volver a hacer daño a su ex mujer. Lo ha hecho, como reveló el diario El Mundo, en la cárcel de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), durante una decena de charlas con psicólogos y otros asesinos mediáticos como Miguel Carcaño, condenado por el crimen de la joven Marta del Castillo, y Sergio Morate, que mató a su ex novia Marina y su amiga Laura en Cuenca antes de huir a Rumanía.