Moda
Cuando la ropa era una seña de identidad y no un "quita y pon"
La ibicenca Mariluz Serra Torres es estilista y diseñadora de moda desde hace más de 30 años, tiempo en el que ha sido testigo del impacto que han tenido las compañías ‘low cost’ y las multinacionales en la percepción que tiene la gente de la ropa, en la que ya no se busca la calidad que primaba a finales de siglo.

Imagen de archivo de hace diez años en la que Mariluz Serra Torres ajusta un vestido de novia a una clienta. | RUBÉN E. IBÁÑEZ
Estela Torres Kurylo
Una prenda de vestir a veces dice más de uno mismo que las propias palabras. Su color, su tejido, su forma... Son una seña de identidad y crearlas lleva detrás un delicado trabajo, como al que Mariluz Serra Torres se dedica desde hace más de 30 años. En este tiempo, la diseñadora ha sido testigo de cómo las grandes empresas y las nuevas modas han influido en que hoy en día no se valore la calidad de la ropa como se hacía antes: «Ya no importa que tenga un trajín, una rotura o que sea de mala calidad», lamenta la ibicenca, que observa que ahora «el consumo se hace tan seguido que se crea una adicción a la gente joven por cambiar y por no darle valor a la prenda y que esta parezca una pieza de quita y pon».

La diseñadora ibicenca muestra un vestido de fiesta que vende en su comercio y ajusta al cuerpo a medida. | E.T.K
El testimonio de Serra se basa en una amplia experiencia porque el amor por las costuras le viene de familia: «Nací en la cuna de una patronista», explica para referirse a la especialidad de su madre, Eulalia Torres Marí, que trabajó para la diseñadora Adlib Charo Ruiz, al igual que ella, que fue una de las primeras promociones de la formación de diseño de moda de la antigua Escola d’Arts i Oficis de la isla, A raíz de ello, también diseñó durante tres años para la «pionera de la piel en Ibiza» en los años 80, Elena Deudero.

Actualmente en Diseño y Moda se venden vestidos de novia y de fiesta de varias marcas reconocidas. | E.T.K
as imitaciones de una gran cadena
Al finalizar su formación, en los años 90 Serra y su madre unieron hilos y aprovecharon un local que tenían en la calle Cataluña 27, en Ibiza, donde fundaron la tienda multimarca que hasta día de hoy se conoce como Diseño y Moda. Allí, durante los primeros años, se dedicaron a la moda Adlib, «porque era lo que se vendía en ese momento», y llegaron a diseñar 1.500 prendas para una gran cadena: «Venían a Ibiza, te daban una cita para presentar tu colección y, en los dos o tres días que pasaban aquí, decidían qué comprar», cuenta Serra, que recuerda el «maratón» que supuso crear esa cantidad de ropa en un mes, teniendo en cuenta que las telas tardaban más tiempo en llegar a la isla.
Esta colaboración, sin embargo, empezó a truncarse cuando la gran empresa abrió talleres en Asia y redujo los pedidos que hacía a Ibiza pero no sin dejar de aprovecharse de ellos: «A veces ya ni venían. Íbamos nosotras a Madrid con nuestra maletita y ellos escogían los modelos que les interesaban... Se los quedaban unos días y luego nos decían los que querían y los que no pero, mientras, se quedaban con esas piezas», detalla Serra, que se acuerda de la «humillación» que sintieron ella y su madre al saber que estaban utilizando sus diseños como referencia para producir en otro continente, motivo por el que dejaron la venta al por mayor.
El impacto de la pandemia
Fue entonces cuando decidieron proyectar sus trazos hacia el sector nupcial y se centraron, como aún hace Serra, en los diseños a medida de vestidos de novia y de fiesta. Durante los primeros 25 años desarrollaron sus propias colecciones y fueron integrando más clientela en la isla: «Fuimos abriendo más mercado en Ibiza y teníamos clientas de nivel medio y alto», explica la diseñadora, que detalla que al finalizar la década «el producto se deterioró por la fabricación externa», algo que no ha dejado de afectar hasta día de hoy.
A esta desmejora de la materia prima se le suman las consecuencias que trajo la pandemia: «Antes manteníamos un nivel de una temporada para la otra y sabíamos estar dentro de una estabilidad, pero ahora todo está muy desequilibrado», afirma la ibicenca, que indica que «años atrás a la gente le gustaba que la prenda aportase calidad y las clientas solían venir cada año... Si era en época de Fiestas, les gustaba tener un modelo importante para ese momento, pero ahora prefieren irse de vacaciones y no estar atadas a un acontecimiento específico».
Los patrones de la ropa
«La inseguridad que trajo la pandemia ha hecho que los márgenes de fabricación bajen y no mantengan el nivel de stock que había antes, lo que nos afecta a todos porque, si quien tiene que abastecernos tejidos o prendas prescinde de la capacidad, los márgenes de venta también bajan», señala Serra. A esto le suma el impacto de las marcas low cost, como Shein o Temu, que están muy de moda hoy en día y «han bajado mucho la calidad del diseño», lo que «desvalora» confecciones como las que Serra elabora y retoca.
Estas marcas «prescinden de patrones que vayan adaptados a ciertas tallas» y confeccionan «en China o en India, donde los patrones no son iguales que en Europa», lo que explica que en ocasiones dos pantalones de una misma talla no se ajusten bien a un mismo cuerpo.
Ahora las prendas siguen un patrón irregular «y a quien le quede bien, le queda bien, pero a quien no, ahí se queda», lamenta la diseñadora, porque recuerda que antes era diferente: «Valorábamos tener un buen abrigo, un buen pantalón, una buena blusa... Y valorábamos el patrón». «Dependiendo de su físico, cada uno iba a un diseñador o a una marca porque la identidad estaba en cada uno, pero ahora no hay esa identidad porque se ha dejado de trabajar en ese sentido», critica Serra.
En esta pérdida de identidad, también juegan su papel las publicaciones que hacen los influencers (que tienen capacidad para influir sobre otras a partir de sus redes sociales): «Han creado una imagen ficticia que ha hecho que les sigan personas jóvenes que creen que son lo más y realmente no es así, sino lo que quieren que se venda para que les salgan rentables a las empresas que los utilizan», indica Serra, que diferencia el trato personalizado que ofrecen y disfrutan profesiones como la suya: «Damos la oportunidad a que la persona sienta que tiene que sacar su propia esencia y no disfrazarse porque haya un cánon de moda o de delgadez».
Y si con esto no fuera suficiente, los pequeños comercios especializados en moda también se tienen que enfrentar a las famosas rebajas de verano, que han pasado de ser en septiembre a empezar con la temporada y prolongarse hasta su final: «Tener las franquicias alrededor de un comercio del sector textil influye muchísimo porque no se regulan ni las fechas ni los precios ni la calidad, con lo cual el consumo se genera con un desvío de imagen y ya nadie sabe lo que quiere», insiste Serra.
Restricciones y personal
Sea época de rebajas o no, desde el punto de vista de Serra las propias webs de las grandes compañías están diseñadas para incitar a la compra: «Tu vas cogiendo todo lo que ves y cuando te llega a casa y encuentras que a lo mejor te está bien o a lo mejor tienes que devolver la mitad», adelanta, mientras apunta que hábitos como este son los que luego llevan a que haya «montañas de ropa en un vertedero», como el más grande del mundo, que se encuentra en el Desierto de Atacama, en Chile.
Además de este impacto medioambiental, Serra también destaca que los tejidos de las producciones tan elevadas tienen «más contaminantes químicos», lo que además tiene consecuencias sobre la salud. Por este motivo, en definitiva, la ibicenca apunta a la necesidad de que se limiten los cánones de producción y de venta de las empresas del sector: «Así como a nosotros nos ha afectado un sistema de leyes, pienso que la solución estaría en restringir un poco la función de cada empresa y que haya un estudio competente antes de que una prenda llegue a la venta, porque se está adulterando el servicio y la calidad».
En la isla, además, Serra tiene en cuenta las dificultades que debe afrontar un negocio que no disponga de su propio local: «Al pagar el alquiler además de los impuestos, es imposible que se llegue al nivel de consumo que se está requiriendo ahora». Por otro lado, menciona la falta de personal cualificado, que afecta a la mayoría de profesiones de la isla: «He escuchado que este año han salido 50 estudiantes de Formación Profesional de Corte y Confección y me parece precioso, pero se les tiene que dar una oportunidad de hacer prácticas en talleres», señala.
«Si prescindimos de enseñar a la gente que tiene interés y quieren buscarse un lugar de trabajo, hay un paréntesis en el desarrollo del estudio», critica la diseñadora, que a esto añade que, con el envejecimiento de la población, ahora «no quedarán más que un 20 o un 30% de los talleres que había antes».
De hecho, Serra se acuerda de la estrecha colaboración que había entre todos los talleres de Ibiza cuando trabajaba con su madre, cuando llegaban a intercambiarse personal si era necesario, por lo que aprovecha para reivindicar que se fomente «más lo artesanal» y que no se pierda la «estructura ibicenca» en la isla: «Es una pena ver que se están cerrando restaurantes, generaciones que han estado manteniendo esa línea y ahora no hay sucesores... Y es una pena que no se fomente que esa estructura tenga un valor para que se proteja», añade, como ejemplo de lo que podría trasladarse a todos los empleos de la isla para que Eivisa no llegue a perder su identidad.
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