LA FRANJA TRAS EL ALTO EL FUEGO

Una enfermera española en el infierno de Gaza

Ruth Conde trabaja en la misión de MSF de apoyo al Hospital Nasser, uno de los pocos que siguen operativos. Ahora, tras el alto el fuego, advierte del peligroso precedente que sientan los ataques contra hospitales para las guerras del futuro

Ruth Conde en el Hospital Emirati, en Gaza, en enero de 2024.

Ruth Conde en el Hospital Emirati, en Gaza, en enero de 2024. / MSF

Ángel Martínez

El audio dura solo 17 segundos pero refleja la deshumanización que define esta guerra. La enfermera acaba de comenzar a hablar cuando dos detonaciones se superponen a sus palabras. "Respecto a si el alto el fuego mejorará las condiciones de los civiles, pues... (suenan las dos detonaciones)... como puedes escuchar..." De repente se oyen varias más, sucesivas y cada vez más fuertes. Después de quince detonaciones el audio se corta.

Cuando Ruth Conde envió ese audio a un periodista faltaban pocas horas para que se aplicase el alto el fuego en Gaza. Y aun así, a las puertas de la tregua entre Israel Hamás tras más de 47.000 muertos, el ritmo de los bombardeos había aumentado drásticamente. Más de 71 palestinos -entre ellos 19 niños- murieron en la noche que siguió al anuncio del principio de acuerdo en ataques contra Ciudad de Gaza o la sureña Jan Yunis. Allí precisamente, en Jan Yunis, trabaja esta enfermera compostelana en la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) de apoyo al Hospital Nasser, uno de los pocos que siguen operativos en una guerra donde los ataques contra hospitales, clínicas y personal médico "han sido sistemáticos".

"Desde el 7 de octubre (fecha del ataque de Hamás), tanto el personal como los pacientes de MSF hemos tenido que abandonar 17 estructuras sanitarias y hemos sufrido 41 ataques violentos, incluidos ataques aéreos que han dañado hospitales, disparos desde tanques contra nuestros refugios, contra convoyes... Hasta 1.047 trabajadores sanitarios han sido asesinados en Gaza. Denunciamos estos asesinatos en los términos más enérgicos posibles y nos indigna el hecho de que, durante más de un año de guerra, Israel haya actuado con total impunidad", denuncia Conde.

La pregunta del millón es si hay alguna forma de impedir estos ataques. "En primer lugar, suponen un precedente muy peligroso no solo para los conflictos actuales a nivel global, sino también para las guerras del futuro. No sabría qué responder sobre cómo se pueden impedir estos ataques, que muestran un desprecio absoluto hacia el derecho internacional humanitario, pero lo que está claro es que hay que proteger los hospitales y poner fin inmediato a los ataques sistemáticos contra los centros y el personal sanitario", argumenta Conde.

La cooperante conoce bien el contexto sobre el que habla: formó parte del primer equipo médico que pudo entrar en Gaza dos meses después de que Israel lanzara su ofensiva en respuesta a los atentados de Hamás. Una operación en la que el Ejército israelí ha asaltado hospitales como el de Al Shifa, el más grande de la Franja, con el argumento de que el grupo islamista los ha convertido en centros de operaciones. Ahora, tras alcanzarse un alto el fuego rodeado de incertidumbres y mientras Hamás e Israel intercambian rehenes por presos palestinos, la prioridad es reconstruir un sistema sanitario devastado y acelerar la entrada de ayuda humanitaria para paliar el sufrimiento de la población civil.

"La reconstrucción, tanto del sistema sanitario como de las infraestructuras, no es algo que se vaya a solucionar de un día para otro. Posiblemente llevará décadas alcanzar un nivel que se aproxime a lo que existía antes del 7-O. Muy pocos hospitales o centros de salud siguen operativos, y no del todo, porque han sido destruidos parcialmente. Esto implica que es imposible hacer frente a las necesidades médicas, tanto las básicas como las más complejas, como el manejo de pacientes oncológicos o que necesitan una cirugía especializada", explica Conde, "por ejemplo, en el Hospital Nasser, donde estamos trabajando, tenemos varios pacientes pediátricos que necesitan una cirugía cardíaca. Estamos pendientes de que se permita una evacuación médica pero, por el momento, no ha sido aceptada".

Ruth Conde (derecha) en el Hospital Emirati, en Gaza, en enero de 2024.

Ruth Conde (derecha) en el Hospital Emirati, en Gaza, en enero de 2024. / MSF

Ante esta falta de infraestructuras, "MSF tomó la decisión de abrir dos hospitales de campaña en la zona de Deir al-Balah, en Gaza Central, para dar respuesta a las necesidades de la población". Sin embargo, reconoce Conde, los hospitales de campaña solo mitigan a corto plazo las consecuencias de la destrucción del sistema sanitario local.

Este nivel extremo de destrucción tiene escasos precedentes. Conde, que cobró cierta notoriedad cuando narró en el Congreso de los Diputados su experiencia como enfermera pediátrica en la Franja, ha trabajado en conflictos tan crueles para la población civil como Ucrania o Yemen, que llegó a ser la peor crisis humanitaria del planeta en 2017, con tres millones de desplazados. "Lo que marca la diferencia en Gaza es la imposibilidad de salir. La población está atrapada y sin escapatoria. Como trabajadora de MSF tengo experiencia en contextos de guerra y de desplazamiento de civiles. He trabajado en campos de desplazados donde vivían 40 o 50.000 personas. Pero lo que tenemos aquí es un campo de desplazados que se extiende por toda la Franja, donde viven dos millones de personas. Esto es incomparable".

La clave, ahora, es si el frágil alto el fuego mejorará las condiciones de la población civil. La tregua supone un respiro para los gazatíes, pero "dista mucho de ser suficiente para restablecer el sentido de la dignidad", explica Conde, "llega tras más de 15 meses de inmenso sufrimiento y tras la pérdida de muchísimas vidas humanas, las que aparecen en las estadísticas y las que llamamos 'muertes silenciosas', aquellas sobre las que nunca sabremos nada. Lo que es necesario es que (el alto el fuego) sea duradero y que permita a la población recuperar más que sus casas, sus hospitales y sus escuelas. Tiene que recuperarse de heridas mucho más profundas, como el dolor que causa la pérdida de las personas a las que quieres o, en muchos casos, de la esperanza. Esta recuperación llevará muchísimo más tiempo que el que se necesite para reconstruir los edificios".

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