DANA
"Qué más quisiera volver a vivir en mi casa, pero ahora ya no existe. No tengo nada"
Amparo cumplirá 84 años en febrero y su vivienda se sumergió con el agua en el barranco del Poio a su paso por Picanya. De lo que fue su hogar no queda nada, ni siquiera una pared que ayude a identificar lo que un día fue una construcción

Amparo junto a los escombros de la que fue su casa en el barranco de Picanya. / Germán Caballero
Violeta Peraita
Amparo vivía desde hacía sesenta años, cuando llegó a Picanya desde Cedrillas, un pueblo de Teruel, en su casa en la calle Ricardo Capella, 2, a la orilla del barranco del Poio. "Cuando vinimos aquí teníamos ovejas y vivíamos de eso, por eso compramos esta casa, porque tenía un corral", explica la vecina de Picanya. Señala con la mano donde se ubicaba el corral, ahora un montón de escombros en el que se diferencia algún que otro cajón suelto y parte de una mecedora. "Ahora tenía gallinas y conejos, de los animales tampoco queda nada tampoco", dice. Un vecino se cruza y le comenta "Ay Amparo, que ahí tenías tu casa". Luis se llama. Ella le contesta cariñosamente.

Amparo junto a los escombros de lo que era su casa antes del 29 de octubre. / Germán Caballero
Su vivienda es ahora un montón de escombros acumulados dentro del barranco. Ni siquiera se ha quedado en pie una mínima estructura que ayude a intuir a quien no conoció el pueblo antes de la riada que en ese espacio hubo una casa durante más de medio siglo y que habitó esta mujer, que cumplirá 84 años el 10 de febrero, desde hace seis décadas cuando llegó a l'Horta Sud por primera vez con su marido, ya fallecido. "Aún estaba la calle Colón del municipio sin asfaltar, imagínate", comenta.
"Me salí de casa sin DNI y ni un céntimo; ahora ya no queda nada"
Sorprende lo rápido que se puede destruir los recuerdos de toda una vida. "El día de la riada vi que comenzaba a entrar agua en el corral y decidí marcharme a casa de mi hija", cuenta Amparo. "Me salí sin el DNI y sin nada, ni siquiera llevana un céntimo encima", rememora. Ahora, vive con su hija y esa decisión le salvó la vida. "He oído decir que en el 1957 cayó mucha agua pero la casa no se la llevó, ahora ha sido una ola gigantesca, no me ha quedado nada".

Escombros en el barranco del Poio a su paso por Picanya. / Germán Caballero
Amparo cumplirá dentro de poco 84 años y aunque asegura que en casa de su hija está "de categoría" y "no me falta de nada", "si pudiera comprarme algo sería fantástico, porque yo estaba acostumbrada a vivir en mi casa y qué más quisiera poder vivir allí, pero ya no tengo nada", comenta a Levante-EMV.
"Hay que vivir la vida"
La mujer es también vicepresidenta de la asociación de jubilados de Picanya. Va dos tardes a la semana a merendar con sus amigas porque "hay que vivir la vida". "Cualquiera piensa que esto iba a llegar y todo lo que no has vivido, ¿qué? nadie te lo devuelve. Hay que vivir", sentencia esta mujer.
"Ale, os dejo que me espera mi hija", dice por último a estos periodistas. Amparo se va y ante estos periodistas se queda un barranco sin agua. Lleno de restos de cañas, de cosas, de vidas. También de la casa de Amparo, que ni siquiera ha dejado una estancia en pie para recordar a todo el que pase por delante que ella, su familia y su vida estuvo y está allí.
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