La que fuera la cocina de la casa de María José, en Paiporta, es hoy una habitación vacía, sin electrodomésticos, ni muebles, ni pila, ni grifería ni nada que pueda recordar lo que allí había. El agua lo destrozó todo. Ni tan siquiera las baldosas que chapan las paredes han aguantado. Y allí, en ese espacio, mientras la mujer explica lo que allí había y aprovechando la escasa luz que entra por el pequeño patio de la vivienda, Cruz Roja le entrega la ropa de capa con la que vestir el colchón que le acaban de entregar también, junto con un somier, y que los voluntarios han colocado en la habitación del fondo de la casa reconvertido en una especie de almacén. "Lo que me dan lo meto ahí, en la habitación, a la espera de poder volver a poner en orden mi casa. Pero lo veo todo muy complicado. Necesito un presupuesto para empezar las obras y aquí ni vienen albañiles, ni hay presupuesto, ni llegan las ayudas ni puedo hacer nada que no sea limpiar. Hay que reforzar la estructura de la vivienda, no hay luz y es todo un desastre absoluto y un desamparo total", explica la mujer.
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