Diario Córdoba

Diario Córdoba

ALPES EN BICI | CUADERNO DE MONTAÑA (11)

Roseland & Saint Guèrin (1.968 m. - 1.570 m.), el retiro

El culmen del placer, lo sublime y el buen gusto por la vida, todo se une en este lago

6

Roseland & Saint Guèrin (1.968 m.-1.570 m.), el retiro José Juan Luque

Identifico el sufrimiento con la capacidad de crear, por eso escribo tanto en los viajes en bici. La escritura me provoca, quiero llegar más allá y ser capaz de expresarlo. No me basta con la meta, necesito definir la experiencia. La experiencia no es completa hasta que no queda escrita en la libreta. Hay que escribir para cerrar. Las relaciones abiertas pueden llegar a doler, y los viajes también. No niego que busco el sufrimiento, pero tiene trampa: es autoimpuesto. ¿Existe el éxtasis sin sufrimiento? ¿Hubiera disfrutado igual el lago de Saint Guèrin de no haberme peleado con la sed, el calor, las cuestas y la incertidumbre? 

Busco el máximo grado en todo. La montaña de los altibajos. Quizá la rutina no mate, pero sí haga languidecer. Paseamos con el rostro cansado. Cuando sufro, escribo, y me alivia. Si estoy encima de la bici, fotografío. No evito el dolor, no lo huyo, no me da miedo. Este viaje es tan valioso por lo rudimentario, porque me ha hecho transformar mis hábitos, por abismos que no había explorado antes, por la forma de llegar y quedarme en las cimas. 

Cormet de Roseland, 1.968 metros de altura, un hombre vende quesos, me deja probar varios y le compro uno para mi cena. Hasta las dos de la tarde solo he hecho una fotografía, señal de dos cosas: no ha habido daño, no ha habido cumbre. Día plano. He subido 19 kilómetros sin inmutarme. Cada vez me cuesta más impresionarme, cada vez que lo consigo gozo con más alegría.

- ¿Le puedo hacer una foto a los quesos?

- Mejor cómetelos.

Queso de Saboya, tres euros la cuña.

En el lago de Saint Guèrin leo 92 páginas, cambio de carrete, me baño cinco veces, camino un kilómetro, cruzo un puente colgante de 80 metros, se me cierran los ojos, me cubro del sol con el libro, no hay cobertura. Solo queda un padre pescando con su hijo y una madre con dos crías. Se marchan con tres minutos de diferencia, nueve y cinco, nueve y ocho. Y el lago se queda para mí, y absolutamente nadie me puede localizar. Perdido y feliz, siento vértigo, no por los 1.570 metros de altura, no es un vértigo de altitud ni de temor, sino de goce, de preguntarme si seré capaz de captar todo lo que hay a mi alrededor. Pongo el saco de dormir cerca del agua. Ceno cuando aún es de día. Me sorprende tener hambre porque no he hecho nada durante la tarde. Ceno con el único sonido del cencerro de unas vacas y las ligeras ondas que provoca el lago en la orilla. El cielo no distingue entre el azul y el violeta.

"Tras tantos días de abrumadora intensidad, respiro con quietud, calma y armonía"

decoration

Está siendo el epílogo de la contemplación, lo sublime y el buen gusto por la vida. Es un escenario recogido y a la vez amplio, con rincones suficientes para que cada uno repose su placer. Tras doce días de intensidad abrumadora, respiro con quietud, calma y armonía. Me veo los pies en el agua. Unos peces giran en torno a mi tobillo, me hacen cosquillas. Estoy dándole espacio a la mente para lo que viene. 

- Me quedan tres puertos muy duros. 

- Eso mismo dijiste en el anterior vídeo -replica mi madre. 

Aquí podría quedarme, no solo a dormir, a vivir, a retirarme todo el verano, a cansarme del excesivo placer prolongado, porque sé que me pasaría, que ahora veo el lago con los ojos de la novedad, del silencio, de la soledad, de lo insuperable, pero este lago solo tiene sentido por cómo he llegado a él, por todo lo que he arrastrado para conseguirlo, y sé que al cabo de los días un nuevo coloso me estaría llamando, sé que un nuevo reto me haría despertar de esta tranquilidad que ahora deseo hasta el infinito.

Compartir el artículo

stats