Diario Córdoba

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ALPES EN BICI | CUADERNO DE MONTAÑA (9)

Mont Cenis (2.080 m.), la noche agoniza

Los viajes están llenos de primeras veces: el día que llovía en la cima y aún así me aventuré a montar la tienda

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Mont Cenis (2.080 m.), la noche agoniza José Juan Luque

Llevo tres horas en una cafetería de un pueblo de Italia, Susa, leyendo un libro de Pedro Cuartango. Subrayo la frase “la mejor manera de conocerse a uno mismo es salirse del entorno cotidiano”. Salir del entorno no es irse una semana de vacaciones y seguir haciendo lo mismo, con las mismas comodidades, pero en otro lugar. Salir es enfrentarse a algo que se te escapa, que te cuesta dominar. Me quedan 38 kilómetros de ascensión para llegar a Mont Cenis y solo quiero seguir pidiendo croasanes de chocolate.

Dos advertencias para próximos viajes: 

  1. Ser muy selectivo. Nada de unir puntos estratosféricos, nada de días de transición. Solo montaña.
  2. Evitar sitios donde no chapurree el idioma si quiero fotografiar bien y no desesperarme en los pueblos.

¿Cuándo fue la última vez que tuvimos tiempo para no hacer nada, para contemplar lo que teníamos enfrente durante horas y horas? Viernes en Susa: un camión descarga flores, la máquina del café no deja de sonar, un Audi recoge a una señora mayor, pequeño atasco de cuatro coches, una mujer sostiene el carrito en una mano y a su niña en otra, dos mesas se quedan libres, un motero compra tabaco con el casco puesto, otro enciende la moto con el cigarro en la boca, un chico mete la mano en una máquina expendedora pero no saca nada, agua con gas, entra el primer hombre a la lavandería, camisa azul de flores, una niña despliega lápices de colores, dos ciclistas me recuerdan que tengo que subir un puerto, no lo esperaba tan duro. Constato que no es el paisaje lo que da grandeza a los sitios, sino cómo te adentras en ellos y qué actitud tienes para disfrutarlos. 

"Cuando escampa un poco, asomo la cabeza por la tienda y me embobo viendo las explosiones en el cielo, sin preocupación"

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Recordatorio número tres: tengo que tirar el culote nada más terminar el viaje.

Empieza a llover y ya no para hasta llegar a Mont Cenis. Es una lluvia agradable, si no fuera por que quiero acampar en la cima. La lógica me dice que busque un refugio. Tengo el corazón a contra lógica. Una pareja se sorprende de lo mal que he montado la tienda. Me ayudan a estirarla porque viene tormenta. El lago se vuelve negro, la noche agoniza. Cuando escampa un poco asomo la cabeza y me quedo embobado, escuchando los truenos, los rayos acercándose. Me gusta estar así, a dos mil metros de altura, con esta sensación de vulnerabilidad, debería sentir preocupación, pero ni siquiera meto la cabeza en la tienda cuando vuelven a caer gotas sobre el techo. Me engancha lo salvaje. Estiro los pies y me duermo antes de que se haya ido la tormenta. No necesito el abrigo. Al amanecer la hierba sigue mojada y mientras desayuno siento que he dado un paso más.

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