Diario Córdoba

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ALPES EN BICI | CUADERNO DE MONTAÑA (5)

Col de la Lombarde (2.351 m.), las preguntas

La frontera entre Francia e Italia depara unos sorprendentes refugios militares donde pasar la noche junto a Luc y su perra

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Cuaderno de Montaña: Col de la Lombarde (2.351 m.), las preguntas José Juan Luque

¿Cómo de libres somos?

Cuando nos preguntan por nuestra idea de felicidad recurrimos al tiempo que no tenemos, a una tarde sin ruido o a tachar los compromisos, pero cuando está en nuestra mano ni siquiera le damos al pause. Es difícil gozar cuando no sabemos estar desconectados. Luc Pagnaz vive en Cannes y todos los lunes y jueves sube al Col de la Lombarde, a 112 kilómetros, para caminar, pensar, reflexionar y dormir en una cabaña de madera. Continuamente me pregunto cómo hemos vivido y qué hemos vivido. 

¿Por qué me atraen las adversidades?

La carretera está cortada por un desprendimiento. Me lleno las piernas de barro. Por fin encuentro a un mecánico que me cambia los frenos, en una tienda de la estación de esquí de Isola, a dos mil metros de altura. Se llama Jonathan y está casado con una chica de Tenerife, pero no habla nada de español. Me cobra 80 euros y me regala dos latas de Coca-Cola. Mientras trabaja, almuerzo bajo unos nubarrones inquietantes. Me agota más la cabeza que las piernas. Viajar a la intemperie te obliga a pensar mucho. Apenas llevo seis días y parece que haya atravesado Europa. En ningún viaje me acerqué tanto a la aventura, al desconsuelo, a la agonía y al éxtasis. 

Las canciones se pegan a los momentos; escucho tres durante la subida

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¿Cuándo es suficiente?

Hay una emoción en cada kilómetro, diferente, a veces opuesta. Viajo en los extremos. He ascendido el puerto con un plátano y una bola de chocolate. Domino lo físico. Escucho tres canciones: Cerezas, Mucho y Solo pienso en ti. Las canciones se pegan a los momentos. No fotografío lo bonito, sino lo que duele, lo que me costará dejar. Podría relatar el viaje con fragmentos que me revolcaron. Es absurdo tratar de controlar lo inabarcable. Estos viajes multiplican la vida. Cada día de alforjas es un verano. Alcanzo el Col de la Lombarde, 2.350 metros de altura, convencido de que me voy a quedar a dormir en la cima, pese al chirimiri. 

¿Cuándo dejaré de exponerme?

Una diminuta piedra marca la frontera entre Francia e Italia. El atardecer es fuego. No hay baños, duchas ni agua, solo unos refugios militares abandonados y aire para respirar. Me alegra encontrarme a Luc. Es fisioterapeuta independiente y recorre los pueblos del valle para atender a las personas que le llaman. Dice que no tiene que pensar en el colegio de los niños ni en ganar mucho dinero. Tiene pareja, pero viven separados. Se juntan sin agobiarse, se dan espacio, está todo claro, no hay confusiones ni reproches. Soy la primera persona que se quedará a dormir aquí, me comenta. Describe el lugar como la felicidad. 

¿Cuál es tu proyecto de vida? 

Cenamos ratatouille, que prepara con los tomates y la cebolleta que le han dado los vecinos del pueblo, y acabamos con un bocadillo de chocolate.

¿Alguna vez te cansarás de esta calma?

Hablamos de los momentos bajos, de cómo llegar a los altos, de no esperar. Luc se va a dormir, yo me quedo tumbado en la ladera, hace un poco de frío, pierdo la cuenta de las estrellas fugaces, percibo ruidos, pero no me dan miedo. Una vela ilumina el interior de la cabaña. La puerta se queda abierta. Luc tapa a su perra con una manta.

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