Suyi no se llama Suyi. Es una mujer peruana que precisa anonimato, igual que las 11 compañeras que le acompañarán este domingo en el escenario del teatro La Joventut, en L'Hospitalet de Llobregat. Representan la obra 'Vuelo XII', que explica la historia de un grupo de aves que se preparan para salir de sus jaulas y volver a alzar el vuelo. Un proceso muy similar al que han vivido estas mujeres. "He dejado de sentirme como un fantasma, he recuperado la sonrisa, las ganas de peinarme, de verme en el espejo, de salir adelante... por fin alguien me escucha", insiste Suyi. Ella ha sufrido violencia machista, como todas sus compañeras, y es víctima de la pobreza más extrema al no tener permiso de residencia legal en España. "El cambio que han hecho ha sido espectacular: llegaron con la mirada baja... ¡ahora están sacando sus alas!", cuenta emocionada la coordinadora del proyecto, Gabriela Ripari.

"Yo creo que a mí me atraviesan distintos tipos de violencia", suelta Suyi, tan solo empezar la entrevista. Nombra la violencia machista, la violencia racista y también la violencia institucional. Esta madre de tres hijos, dos de los cuales menores de tres años, huyó del Perú en 2020. "Tenía una casa, dos coches, un título universitario, una empresa... pero éramos víctimas de la extorsión", explica. Después de varios intentos de secuestro y amenazas de muerte, ella y su marido se llevaron sus hijos a Madrid. Pidieron asilo, lograron permiso de trabajo, un piso social... hasta que en julio de 2021 su petición fue denegada. "De repente te ves sin papeles, sin oportunidades... sin nada", cuenta.

Insultos, empujones y miedo por los niños

La falta de documentación le puso en verdaderos apuros. Hace tres meses que no puede pagar el alquiler, las facturas de luz se le han triplicado y estuvo tres días sin agua porque no la podían pagar. "Hemos pasado muchísimo estrés, la frustración de tener que ir a la iglesia a pedir comida...", susurra con llantos. Y junto a toda esta situación, su marido estalló contra ella. Sobre todo fueron gritos e insultos: violencia psicológica. Pero también física: empujones en una discusión que la alarmaron. "Mi primer marido ya me había pegado y cuando vi que él se volvía a alterar me asusté ¿podía ir a más? ¿podía hacerle daño a los niños?", cuenta.

"Me daba miedo denunciar a la policía porque en realidad tengo una orden de expulsión, me podían devolver. No puedo permitirme pagar un alquiler yo sola porque no tengo trabajo, depende de lo que consigue mi marido en negro y sin contrato, no puedo acceder a ninguna ayuda social por no tener documentación", sigue. Incluso llegó hasta al Servei d'Informació i Atenció a les Dones (SIAD) de su localidad. "Me propusieron ir a una casa de acogida pero no quería alejar a mi hijo de sus amistades y la escuela", se queja. A través de Facebook conseguía ropa y regalos para sus hijos. Y asume que ha vivido en depresión y ansiedad. "Te miras al espejo y no te reconoces, perdí las ganas de todo", prosigue.

"He aprendido a pescar"

En tan solo tres meses, desde que participa en estos talleres de teatro de la fundación Anna Abella con la financiación de la Fundació La Caixa, ha recuperado la ilusión. Sus labios demuestran que se vuelve a maquillar, se mira al espejo y responde orgullosa que puede enfrentarse a todas las adversidades que vive. "En los comedores sociales, en Cáritas... te dan pescado. Aquí he aprendido a pescar", agradece. Ripari no puede estar más orgullosa de ella. "Es el objetivo, que consigan sacar las fuerzas para tirar adelante. Superar el miedo de enfrentarse al escenario, luchar por aquello que quieren y renunciar a lo que no", cuenta. Otra de las mujeres que participan en el taller está embarazada y no tiene un sitio donde vivir. Dos más han encontrado empleo. Y otra está dejando a su agresor. Suyi es consciente que aún no puede alejarse del piso en el que convive con el padre de sus hijos, pero ha impuesto normas en casa. "Dormimos en habitaciones separadas y mantenemos cordialidad por los niños, nuestra relación la hemos roto", insiste.

A parte de insuflarles fuerza, en estos talleres también se les facilita fruta y verduras semanalmente (con la colaboración del proyecto 'De l'hort a casa'), productos de higiene íntima, como pañales o compresas (con la ayuda de la empresa Dosfarma). También les ofrecen billetes de transporte para poder llegar a los ensayos, o la posibilidad de dejar a sus hijos en espacios de ocio y crianza. "Son muyeres que están en situaciones muy complicadas... que vengan aquí, que se dediquen tiempo a ellas mismas y se lo permitan ¡es un milagro!", agradece Ripari. Este domingo dan el paso final. Los focos las iluminarán y el público las escuchará. Por primera vez dejarán de ser fantasmas para convertirse en protagonistas.