Las ciudades están cada vez más adaptadas para las necesidades de todas las personas, pero aún así, sigue habiendo muchos obstáculos para aquellos que se mueven con silla de ruedas. María Ángeles Longares es una de ellas. Tiene una enfermedad neuromuscular y desde que nació vive sentada. Reside en Vadorrey, en Zaragoza, en un barrio que, supuestamente, fue diseñado ya teniendo en cuenta todas las casuísticas. Pero al preguntarle si es así, Geles, como pide que le llamen, mira con cara de incredulidad y dice: "Hay bastantes barreras".

Enseguida comienza a enumerar toda una serie de desperfectos en los locales y en las calles que le hacen más complicado el día a día. Se los sabe todos. Parece que incluso tenga un mapa dentro de su mente en el que marca los puntos no accesibles o poco adecuados para circular con su silla. "El problema muchas veces es que quiero pasar por algún lado y hay una marquesina en medio de la acera o una boquete y no puedo. Es verdad que se han hecho casi todos los rebajes, eso ha cambiado mucho, pero cuando el suelo está en mal estado vamos dando unos botes... Ahora te lo demuestro", dice.

Geles tiene 42 años y desde hace tres vive en la residencia que tiene DFA en la calle Jesús Gracia. El edificio, nuevo e impactante por dentro, está totalmente adaptado a sus necesidades. Pero en la calle es diferente.

La fuente de este parque no es accesible por el escalón que tiene. / ANGEL DE CASTRO

"Mira, en esta peluquería sí puedo entrar porque hay rampa pero al lavacabezas no llego. Me ponen una especie de paleta para poder llegar", cuenta. "Ves, en este bar no había rampa y la han puesto hace nada. Pero en el cajero de ahí cuesta un poquito", relata.

Al llegar lo demuestra. "A la pantalla no llego, tengo que hacerlo todo con el teclado. Y la tarjeta la paso por aquí", cuenta señalando el dispositivo contactless.

Pero no es en la calle donde Geles se ha tenido que enfrentar a los mayores obstáculos. Recuerda con rabia una anécdota, en un centro comercial, cuando otras personas no le permitieron subirse en el ascensor. Tuvo que ir en el montacargas. "Montacargas", repite subrayando las sílabas con la entonación.

Geles fue una de las activistas que luchó porque todos los buses urbanos llevaran rampas accesibles para las personas con discapacidad, pero recuerda también que, en un principio, "había conductores que no sabían usarlas". "Tuve que dejar pasar cuatro veces el 42. El primero no sabía como se hacía, al segundo no le funcionaba... y así", lamenta.

Los cajeros no suelen estar colocados a un nivel accesible para todas las personas. / ANGEL DE CASTRO

En el paseo que damos con Geles vamos recorriendo los puntos más problemáticos de su barrio. Hay pasos de cebra, comenta, llenos de baches en los que el peligro es quedarse atascada. "Para los que van en silla de ruedas manual es peor aún", dice.

Su silla tiene motor, y la que usa habitualmente (ahora la tiene averiada) incluye un sistema para salvar escalones. Pero no todos tienen una igual. "Mira, en esta rampa, el peligro es que la silla se te vaya hacia la calzada, sobre todo si es manual", señala.

En las zonas verdes los obstáculos se multiplican. Al ser caminos sin asfaltar, un paseo al aire libre entre el verde se le hace muy incómodo. "Y a esta fuente no llego, porque tiene un escalón", apunta. Pero sin duda, uno de sus principales enemigos hoy en día son las bicis y los patinetes. "Aparcan donde quieren e impiden el paso. Y para mía aún, pero el peligro es mayor para las personas con discapacidad visual. Más de un compañero mío se ha pegado un tortazo", lamenta.

Antes de despedirse, Geles quiere recordar otro momento en el que se sintió desplazada. "En 2008 quise ir a una gala de Operación Triunfo, y cuando dije que iba en silla de ruedas me dijeron que no porque daba mala imagen para la cadena. Al final me dieron pase VIP para la final, pero yo no quería ir", recuerda indignada. Las calles de Zaragoza están cada día más preparadas para las personas con discapacidad. ¿Pero está todo el mundo listo para dejar de discriminar?.