¿Dónde vas? ¿Qué haces a las siete de la mañana preparando las cosas del desayuno, de noche y echando vaho? ¿Qué pretendes adelantar? Vuelve a la tienda.

La mantequilla está congelada, la nueva llama del hornillo alivia pero no es suficiente, me cuesta abrir el pan, tiemblo de pensar en desmontar la tienda, las varillas me repelen, me froto las manos en los bolsillos, menos mal que me acosté vestido. Tardo una hora y cuarto en calentarme, 25 kilómetros en quitarme la primera prenda. Siempre hay un instante que reniego del viaje, pero ese momento es necesario para alimentar el resto de días. Hoy, tras una mañana de la que pensé que no me repondría, es una buena ocasión para recordar por qué me gusta viajar, por qué me engancha pese a todo.

Me gusta ver las montañas a lo lejos y de repente estar en ellas. Me gusta apoyar la bici en un árbol y dormir al lado. Me gusta un poco de aire en la cara. Me gusta el frío del río

Me gusta el surco que deja la tienda. Me gusta cuando cierran bien las alforjas. Me gusta cuando veo aparecer un pueblo. Me gusta cuando encuentro agua. Me gustan los carteles que indican distancias. Me gustan los cambios de provincia. Me gusta la continua sensación de llegada.

Me gustan los folios de las etapas manchados de aceite e ir tachando días. Me gusta llegar cuando aún hay sol. Me gusta cuando canto en la bici. Me gusta guardar los tickets y cómo la cartera va engordando. Me gusta el descafeinado de máquina. Me gustan los bares al amanecer. Me fascina el campo al amanecer. Me gusta quedarme bocarriba en el saco. Me vuelvo loco viendo las estrellas. 

Carretera CV-580, entre Quesa y Millares (Valencia). JOSÉ JUAN LUQUE

Me gusta que se acabe un carrete. Me gusta leer cansado. Me gusta escribir mientras se va el sol. Me gusta escuchar las conversaciones de las mesas de al lado. Me gusta cuando no está iluminada la letra de una pensión. Me enfurece que no haya recepcionista.

Me gustan los comentarios de mi madre. Me gusta ojear la prensa local. Me gusta llegar a un cruce y saber dónde tengo que girar sin mirar el mapa. Me gusta cuando hay alguien sentado solo. Me gusta que el gemelo se me llene de grasa. Odio que no se me quite. 

Ángeles y su marido, en Quesa (Valencia). JOSÉ JUAN LUQUE

Me gusta apuntar los kilómetros que hago. Me sorprendo cada vez que paso de cien. Me gusta mirar atrás. Me gusta el tiempo y ser consciente de él. Me gusta tardar diez minutos en hacerme una foto. Las horas sin encender el móvil.

Me gusta que me pregunten dónde me ducho, las burbujas en el cazo y mirar al horizonte mientras se hace la pasta. Me gusta atravesar vías de tren. Me gusta hacerme una foto con el cartel de cada pueblo. Me gusta ver las montañas a lo lejos y de repente estar en ellas. Me gusta apoyar la bici en un árbol y dormir al lado. Me gusta un poco de aire en la cara. Me gusta el frío de los ríos. Me gusta sentarme en una piedra. Lloro si veo una chimenea encendida.

Me gusta cuando pedaleo mientras canto. Me gustan los bares al amanecer y el descafeinado de máquina

Me gusta que me den un mapa en la oficina de turismo. Me gustan los pasillos de la tienda de alimentación. Me gusta meter un carrete en la cámara. Me gusta preguntar a los dueños del hostal. Me gusta poner música mientras me ducho. Me gusta ducharme de vez en cuando. Me gusta secarme al sol. 

Me gusta decir de dónde vengo. Me gustan las carreteras con una sola raya. Me gusta el punto azul en Google Maps. Me gusta soñar cuando duermo al raso. Me gusta la palabra hospedería. Me gusta ponerme el abrigo por la noche. Me gusta poder elegir en todo momento. 

Perfil de la etapa. JOSÉ JUAN LUQUE

Me gusta caminar por el campo mientras me como una manzana. Me gusta sostener una taza de té. Me gusta cuando se derrite la mantequilla. Me gusta no depender del chocolate. 

Me gusta acabar un viaje. Me gusta que me llamen viajero. Me gusta que me escriban meses después. Me gustan los negativos colgados de la lámpara. Me gusta pasar una semana haciendo el álbum de fotos. El desorden de la habitación. Me gusta cómo se van llenando las estanterías.

No vivo para viajar, no paso el año pensando en el viaje porque eso sería perder muchos días, pero sí es cierto que en los momentos más débiles, cuando te enfadas con el mundo y quieres huir, reconforta saber que pronto volverás a experimentar lo que es ser viajero.