Durante los últimos 30 años, la pesca de animales acuáticos se ha mantenido estable —en términos de producción—, pero su cría en piscifactorías ha crecido a un ritmo medio del 5,3% anual desde que comenzó el siglo XXI. Así, se estima que, de los 179 millones peces, moluscos, y crustáceos que fueron capturados en 2018, más de 82 millones de toneladas procedían de la acuicultura, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

“La escala de la acuicultura moderna es inmensa y sigue creciendo. Sin embargo, sabemos muy poco sobre los animales que estamos produciendo en masa, y las consecuencias negativas de la expansión de esta práctica continuarán acumulándose”, advierte Becca Franks, científica del departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de Nueva York (EE UU) y autora principal de una revisión publicada en la revista Science Advances.

De las 408 especies que se cultivan en todo el mundo, solo existen estudios sobre bienestar animal para 84 especies

En este trabajo, el equipo de Franks se propuso analizar el conocimiento científico sobre el bienestar animal de 408 especies acuáticas que se cultivan en todo el mundo. Sus resultados alertan de que existe una “brecha de conocimiento” sobre las condiciones de vida de peces y moluscos, entre otros, pues solo se pudo llevar a cabo para 84 especies. Sobre las 324 restantes, que representan la mayor parte de la producción acuícola, no se dispone de información.

“La ausencia de esta información es preocupante”, considera la investigadora. Su trabajo indica que la acuicultura moderna plantea amenazas para la calidad de vida de estos animales de forma global e individual.

Producción mundial de la pesca y la acuicultura en 2018.

En esta compleja ecuación entre el aumento de la demanda de alimentos procedentes del mar y la ausencia de conocimiento científico concluyente sobre su bienestar, la pregunta es cuánto sufren estos seres, tanto en vida como en el momento del sacrificio.

Qué pueden sentir los peces

Una de las personas que más cerca puede estar de conocer la respuesta es Culum Brown, del departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Macquarie (Australia). Según cuenta a SINC, en los treinta años que lleva estudiando la cognición en peces, así como las implicaciones en su bienestar, ha llegado a la conclusión de que no son muy diferentes a los animales terrestres.

“Sus receptores del dolor son similares a los nuestros —continua exponiendo—. Claramente cambian su comportamiento cuando sufren dolor, y la conducta vuelve a la normalidad cuando se aplican analgésicos. Su fisiología también responde de una manera predecible, por ejemplo, mediante el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, así como la liberación de hormonas del estrés como el cortisol en el torrente sanguíneo. Esencialmente responden de la misma manera que otros animales”, explica el profesor.

No obstante, Brown indica cuál es la principal limitación existente a la hora de abordar este tema: “Sabemos mucho sobre el dolor en los peces, pero, como en todos los animales, o incluso personas, el dolor es un asunto privado. No hay forma de medirlo. Incluso en los humanos no tenemos forma de cuantificar el sufrimiento y cada individuo padece de una manera única. Nunca puedes saber verdaderamente lo que está pasando dentro de la mente de otro ser”, argumenta.

Una respuesta diferente al dolor

Cuando tienen dolor, “los peces no muestran una respuesta de miedo adecuada o un comportamiento antidepredador, ya que quedan paralizados por el dolor”, resume Lynne Sneddon, profesora titular en el Departamento de Biología y Ciencias Medioambientales de la Universidad de Gotenburgo en Suecia, que en sus investigaciones con peces cebra y truchas arcoíris ha tratado de medir este dolor. 

La investigadora realizó en laboratorio mediciones indirectas de los cambios de comportamiento y la fisiología ante un estímulo doloroso. También, comparó si la suministración de medicamentos analgésicos prevenía esos cambios en la conducta.

Muchas piscifactorías utilizan el aturdimiento para dejar inconscientes a los animales antes de matarlos, pero en las pesquerías a gran escala los peces a menudo mueren por enfriamiento vivo

“La trucha arcoíris y el pez cebra disminuyen su actividad de natación cuando tienen dolor, mientras que la tilapia del Nilo aumenta el comportamiento de natación y la carpa común no muestra cambios. Realmente necesitamos evaluar las respuestas de comportamiento de los peces especie por especie”, señala Sneddon.

Ante esta falta de conocimiento, los investigadores coinciden en que es necesario minimizar el posible sufrimiento que experimentan durante su sacrificio.

“Actualmente, muchas piscifactorías utilizan el aturdimiento para dejar inconscientes a los animales antes de matarlos, pero en las pesquerías a gran escala los peces a menudo mueren por enfriamiento vivo y esto puede llevar mucho tiempo. En algunos casos, son destripados vivos, lo que sería muy doloroso”, añade.

Más allá de branquias, aletas y escamas

Aunque los peces acaparen el mayor protagonismo, moluscos, crustáceos y otros invertebrados también son cultivados en granjas para su consumo, entre otros fines. Y si bien apenas existe una concienciación sobre el sufrimiento de los primeros, en cuanto a los segundos es prácticamente inexistente.

Hace pocos años, en 2018, Suiza prohibió cocinar langostas vivas en agua hirviendo, implantando la obligatoriedad de aturdirlas previamente. Además, el gobierno suizo dictaminó que tampoco podrían ser transportadas en hielo o agua helada, ya que deberían viajar “en su entorno natural”.

Sobre el dolor en invertebrados, Robert Elwood, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de la Reina de Belfast (Irlanda del Norte), es uno de los expertos más destacados.

“No sé qué pasa en la mente de un cangrejo, pero lo que puedo decir es que todo el comportamiento va más allá de una simple respuesta refleja y se ajusta a todos los criterios del dolor"

Según diversos estudios, la aplicación de estímulos dolorosos a ejemplares de cangrejo verde europeo (Carcinus maenas), mediante descargas eléctricas o la de ácido acético, provocaron en los decápodos reacciones consistentes con la idea del dolor. Cuando se les aplicaba estímulos dolorosos, los animales se frotaban en la zona afectada, presentaban estados similares a la ansiedad y cambios fisiológicos. Además, aprendían a evitar situaciones relacionadas con esas malas experiencias.

“No sé qué pasa en la mente de un cangrejo, pero lo que puedo decir es que todo el comportamiento va más allá de una simple respuesta refleja y se ajusta a todos los criterios del dolor", explicó Elwood en declaraciones al programa Science in Action de la BBC.

Otro de los casos más llamativos es el del pulpo, ampliamente demandado comercialmente, pero con cada vez más evidencias de que podrían experimentar dolor. Según un estudio recientemente publicado, la doctora Robyn J. Crook, perteneciente al departamento de Biología de la Universidad Estatal de San Francisco (EE UU), descubrió conductas similares a las descritas anteriormente en los crustáceos.

En un experimento también con ácido acético, los pulpos evitaban lugares en los que habían experimentado dolor, mientras que preferían permanecer en un lugar en el que sintiesen alivio.

“La explicación más plausible del comportamiento de evitación de lugares que se observa aquí es que los pulpos experimentan un estado de dolor continuo y un efecto negativo después de la inyección del ácido acético”, deduce el trabajo.

Los investigadores coinciden en que se deberían emplear los métodos que menos sufrimiento generen en los animales a la hora de sacrificarlos

Incluso se ha encontrado una nueva manera de evitar el sufrimiento en otro tipo de molusco bien distinto, como lo es el caracol. En otro estudio, se comprobó que al sumergirlos en una solución de etanol al 5% o en cerveza se sedaba a los caracoles y evitaba que mostrasen signos de angustia durante el sacrificio.

“Nuestro hallazgo de que la cerveza, una bebida disponible en todo el mundo, anestesia tan eficazmente a los caracoles ofrece una nueva técnica que promueve el bienestar de los sujetos de investigación de invertebrados en todas partes", declaró Jeffrey Wyatt, profesor del Centro Médico de la Universidad de Rochester (EE UU) y coautor del estudio.

Ya sea para peces, crustáceos o moluscos, los investigadores coinciden en que se deberían emplear los métodos que menos sufrimiento generen en los animales a la hora de sacrificarlos. “Creo que es nuestro deber moral y ético mantener a los animales en buen estado de bienestar durante toda su vida. Por lo tanto, debemos emplear métodos humanitarios para matar animales, incluido el aturdimiento para que no permanezcan conscientes y estén libres de dolor o estrés”, concluye la investigadora Lynne Sneddon.