La misión de la Universidad de La Laguna en Luxor lleva trabajando desde hace casi una década a unos 900 metros de la posición en la que se fijó el último hallazgo arqueológico del mundo egipcio. Hace poco más de una semana las autoridades locales anunciaron a bombo y platillo el descubrimiento fortuito de una ciudad enterrada cuya antigüedad se remonta a unos 3.000 años. Este emplazamiento urbano se encuentra a un kilómetro de la Tumba Tebana 209 (TT 209), el punto de referencia de la expedición de la ULL que dirige el egiptólogo Miguel Ángel Molinero Polo. Con él hablamos de las noticias acaecidas en los últimos 11 días asociadas a una aparición que tiene unos tintes mediáticos, pero que aún debe aportar más información para poder validar su verdadera relevancia académica.

“Sí que falta esa información pero ya es algo positivo que aparezca una nota oficial donde se valora y visibiliza el hecho de que se está estudiando una ciudad y que no sea una tumba como es lo habitual”, avanza el experto, Licenciado en Egiptología por la Universidad de París IV - Sorbonne, sobre un comunicado que consiguió agitar los cimientos de la comunidad internacional de egiptólogos. “Las noticias relacionadas con Egipto vuelven a fluir... Hace poco conocimos una vinculada con una sala de momificación subterránea que contenía una importante cantidad de material funerario bien conservado o la localización de un templo del que no se tenía ninguna información por parte de los integrantes de un equipo del Museo Egipcio de Barcelona”, comenta el docente de la ULL –profesor de las materias de Egipto y Oriente Próximo desde 1991– que lleva más de tres décadas trabajando en suelo egipcio.

Obsesión por Egipto

¿Dónde nace la obsesión occidental por Egipto? Miguel Ángel Molinero pone tres ejemplos para clarificar el magnetismo que existe alrededor de la tierra de las pirámides y los faraones. “En el mundo romano se interesaban por sus dioses, no por sus muertos; en el Renacimiento hubo un interés por la escritura jeroglífica y no fue hasta el romanticismo cuando se enfatizó la mirada hacia los aspectos funerarios y los cuerpos embalsamados”. Precisamente, es esa conexión con el más allá lo que desencadenó una fijación a la hora de planificar las campañas: el objetivo número uno era localizar tumbas, momias y, sobre todo, tesoros.

Esa fiebre por captar riqueza en Egipto provocó que en el siglo XIX se redactara una de las leyes de protección del patrimonio más antiguas que se conocen: la legislación permitía a las instituciones que impulsaban las misiones académicas quedarse con el 50% de los materiales encontrados. Esa decisión agrandó mucho más los deseos de ir a excavar a Egipto. “Los occidentales concentraron sus movimientos en aquellos puntos donde había más objetos porque era la manera más sencilla de volver a casa con grandes recompensas arqueológicas”, comenta el que fuera director académico del Máster de Arqueología de las Universidades de La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria.

Mirar a las ciudades

Con toda la actividad girando alrededor de las necrópolis sobra decir que otros yacimientos arqueológicos menos llamativos se dejaron de lado hasta que los egiptólogos empezaron a mirar hacia las ciudades. “Es un error habitual pensar que todas las necrópolis se localizan en el desierto, pero las que están en él se quedaron sepultadas bajo la arena y por esa razón se conservan bastante bien”, puntualiza segundos antes de lanzar un mensaje clarificador: “Hace un siglo que se están excavando ciudades... Deir El Medina es un caso bastante interesante porque es donde vivían los artistas que trabajaban en las tumbas de los reyes, es un buen ejemplo”.

Desde el arranque del siglo XX hay abundante documentación sobre la planificación, organización de un espacio urbano y el diseño de las casas, es decir, que se constata un esquema similar al que se facilitó el pasado 8 de abril cuando se anunció el hallazgo de una “nueva ciudad” en Luxor. Incluso, se llegó a decir que era la “Ciudad Dorada” o “Ciudad Perdida”.

Un nacimiento con dudas

Molinero Polo, doctor en Historia Antigua por la Universidad Complutense de Madrid, apunta que horas después de que se anunciara el descubrimiento muchos fueron los que se acordaron de una ciudad excavada en los años 30 del siglo XX que estaba situada en la orilla occidental que los egipcios antiguos llamaban mansiones de millones de años. La visión de unos muros construidos en zigzag coincidían con aquel recuerdo, pero la duda la despejó una egiptóloga norteamericana, Victoria Jansen, a través de Google Earth. “La posibilidad de que fuera un área ya excavada se disipó al colocar la nueva ubicación a unos cien metros de la de los años 30”, cuenta de la novedad arqueológica que apareció al oeste de la parte de la ciudad descubierta casi un siglo antes. Con una información escasa y una docena de fotografías que han sido proporcionadas por el Gobierno de Egipto, y hasta que esta investigación no alcance el rango de publicación, no se puede descartar que se trate de un extremo de una ciudad ya localizada, pero que permanecía oculto bajo la arena.

“El emplazamiento está al norte del Palacio de Malkata, que es una construcción de enorme extensión a la que se le añadió un estanque para que pudieran atracar barcos y dulcificara las temperaturas: es probable que la ciudad descubierta sea su barrio administrativo, el de los artesanos y el personal de los templos. Lo que no parece que sea es la Waset antigua, la actual Luxor, porque esta debería estar en la orilla oriental del río”, puntualiza dejando otra pista abierta. “En muchos casos las ciudades se abandonaban de manera escalonada y se construían otras encima, pero en este se ha localizado una gran cantidad de material, lo que puede significar que la ciudad fue abandonada de manera un tanto intempestiva”.

Cuatro claves

Miguel Ángel Molinero no deja pasar la oportunidad para explicar que un proceso de investigación arqueológico se debe sustentar en cuatro claves: la planificación, la excavación, el estudio de los materiales y la documentación encontrada y, finalmente, una publicación. “En este caso solo tenemos unas cuantas fotos y un comunicado, aún no hay una publicado detallada”, remarca.

El egiptólogo de la ULL compara el trabajo de campo que se está realizando en estos momentos en esta excavación de Luxor con las fases previas a que se autorizaran el suministro de las diferentes vacunas contra el covid-19. “Todos tuvimos noticias de cómo iba evolucionando la investigación y de los ensayos, pero no había nada concreto hasta que dio luz verde para el suministro de las dosis... Estamos en el comienzo de una investigación que todavía no se ha presentado en medios académico. No conocemos su planimetría, ni cómo son sus calles pero sí que podemos encontrar una clara conexión en la curvatura de sus muros con los que se publicaron en las excavaciones de los años 30”.

“Indudablemente los hallazgos son el anuncio de que la continuación de la excavación va a dar unos resultados impactantes, lo que explica el revuelo mediático que se ha organizado. También hay que tener en cuenta la importancia que tiene el turismo en Egipto”.

“Es un destino turístico, que como ocurre en Canarias, está dando pasos para la recuperación; se prepara para gestionar la llegada de turistas una vez se alcancen unos niveles de confianza respecto a la incidencia del coronavirus óptimos. Ahí la vacuna y la inmunidad tienen mucho que decir”, sostiene en referencia a la capacidad que pueda tener el gobierno egipcio de incorporar en el futuro un yacimiento que se encuentra en un buen estado de conversación a su ruta de visitas.

Ocho campañas en la Tumba Tebaba 209 (TT 209)

Cuando la expedición de la Universidad de La Laguna desembarcó en Luxor, en julio de 2012, en la zona asignada por el gobierno egipcio para la llevar a cabo la excavación no había nada. Todo se reducía a unos dibujos, varias fotografías y unas cuantas referencias topográficas que se habían desplazado por el movimiento continuo y desordenado de las ruedas de los camiones al desmantelarse las casas que ocupaban la necrópolis. Las referencias de la Tumba Tebana 209 (TT 209) eran mínimas y no fue hasta la tercera misión (2014) cuando se logró identificar a su propietario. Fue presentado en rueda de prensa como Nisemro y formaba parte de las primeras generaciones nubias que conquistaron a los egipcios. A partir de ahí vinieron otras cinco campañas, todas saldadas con avances, hasta que en marzo de 2020 el covid-19 cortó de raíz todas las misiones en Luxor.