En un ala del Hospital Panzi hay una sala con una mesa de exploración y, junto a ella, en la pared hay dibujos de Mickey Mouse y Pluto persiguiendo mariposas. Podrías pensar que estás en la unidad pediátrica, pero en realidad se trata de la unidad que hemos dedicado íntegramente a tratar a los supervivientes de violencia sexual, y en esta sala concreta, a los supervivientes infantiles.

Abrí el Hospital Panzi en 1999 con la intención de construir un centro de excelencia para la salud materna en la República Democrática del Congo. Había visto morir a demasiadas mujeres durante el parto en nuestra comunidad de Bukavu, en la provincia de Kivu del Sur, y quería que tuvieran un lugar seguro para dar a luz.

Nunca habría imaginado que, en lugar de madres parturientas y sus bebés recién nacidos, mis primeros pacientes serían bebés que habían sido violados. A medida que avanzaba la segunda guerra del Congo y la violencia sexual se convertía en un arma de guerra habitual, me horrorizaba cada vez más la brutalidad que sufrían nuestros pacientes, tanto jóvenes como ancianos.

Hay muchas razones por las que se utiliza la violencia sexual como estrategia en los conflictos: desplaza e intimida a las poblaciones vulnerables, destruye familias y comunidades enteras, y amenaza las perspectivas de una paz duradera. Cuando estas guerras se libran contra los cuerpos de niños y niñas, los efectos son aún más terribles.

Un nuevo informe publicado por Save the Children, Arma de Guerra: La violencia sexual contra los niños y niñas en los conflictos, muestra que más de 72 millones de niños y niñas en el mundo viven hoy en día cerca de grupos y fuerzas armadas que utilizan la violencia sexual contra ellos, y esa cifra se ha multiplicado por diez desde 1990.

Esto incluye el riesgo de violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo, esterilización forzada, aborto forzado, mutilación sexual, abusos sexuales y tortura sexual a manos de grupos armados, fuerzas gubernamentales y fuerzas del orden.

Esto es totalmente inaceptable. La comunidad internacional puede y debe hacer más: dedicando recursos financieros a la recopilación de datos y a los servicios directos, defendiendo mecanismos de justicia que acaben con la impunidad y poniendo las necesidades de los niños y niñas supervivientes en el centro de los programas diseñados para abordar la violencia sexual en los conflictos.

Los casos de violencia sexual verificados por la ONU y cometidos por las fuerzas estatales contra los niños y niñas casi se duplicaron de 2018 a 2019. Sin embargo, es probable que estos representen solo una ínfima parte de los casos reales.

Utilizando una metodología innovadora, Save the Children, junto con el Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO), ha calculado el número de niños y niñas que viven en un radio de 50 km de los conflictos en los que al menos un grupo o fuerza armada ha cometido violencia sexual contra ellos en un año determinado. Esto proporciona una estimación preocupante del número de niños y niñas en riesgo de sufrir violencia sexual en todos los conflictos armados del mundo.

Los supervivientes de violencia sexual, especialmente en los conflictos, se enfrentan a varios retos, como la falta de sistemas y procesos para denunciar el delito, el estigma y el miedo a las represalias, y la falta de apoyo y servicios. Estas son sólo algunas de las razones por las que la violencia sexual no se denuncia en el mejor de los casos, y la situación se agrava aún más en las zonas de conflicto. Ten en cuenta que los supervivientes son niños y niñas.

El nuevo informe cita datos preocupantes sobre la dura realidad a la que se enfrentan cada día muchos de los niños y niñas más inocentes y vulnerables del mundo.

Cuando leas esto, me gustaría que pensases en la superviviente más joven que he tratado, con seis meses de edad cuando fue agredida. Piensa en ella y en los miles de niños y niñas que sufren en silencio, y luego actúa. Con tu apoyo, con tus contribuciones y con tu dedicación podremos acabar con la impunidad y la violación como arma de guerra contra los niños y niñas.