El anuncio de la farmacéutica Pfizer de que su vacuna contra el coronavirus es eficaz en un 90% fue un soplo de aire fresco tras meses encadenando malas noticias, llevó el optimismo a las bolsas y dio un giro al discurso político. La Comisión Europea confirmó la compra de 300 millones de dosis y, en España, el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, confió en empezar a inmunizar a 10 millones de personas a partir de enero del 2021.

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Que la política se apropiase de una buena noticia procedente del mundo científico era previsible, porque es un balón de oxígeno para cualquier Gobierno y genera esperanza en los ciudadanos, pero conviene tener cuidado con los discursos que se adelantan a los hechos, avisan los expertos en comunicación política.

"A partir de ahora no se va a hablar tanto de contagios, saturación de hospitales y muertes, porque el discurso político y el de los medios girará en torno a la vacuna. Sin ocultar lo que está sucediendo, permite que la sociedad empiece a pasar de la tristeza a la esperanza. Ese cambio le puede venir bien al Gobierno", augura Jorge Santiago, director del Centro Internacional de marketing político de la Universidad Camilo José Cela.

Promesas difíciles de cumplir

Sin embargo, agrega, existe el riesgo de que se empiecen a hacer promesas difíciles de cumplir. "En una situación de crisis hay que ser prudentes. Aunque la perspectiva de la vacuna es una luz al final del túnel, hay que gestionar bien las expectativas, porque no todo depende de la política sino de la ciencia". Santiago vaticina asimismo una fuerte presión política sobre los laboratorios farmacéuticos.

Marta Rebolledo, profesora de comunicación política en la Universidad de Navarra, también alerta frente al exceso de triunfalismo. "Todos estamos ávidos de buenas noticias, y la vacuna lo es, pero ¿realmente estamos en una nueva etapa? Aún siendo positivo, eso no quiere decir que la pandemia se haya acabado".

A su juicio, los líderes políticos deberían dar a la opinión pública mensajes "cautos, realistas, claros y coherentes". "Nada de triunfalismos, porque eso puede tener el efecto contrario y provocar que la gente se relaje", añade.

Rebolledo cree igualmente que la comunicación gubernamental debe buscar un equilibrio entre el gestor, que tiene la legitimidad, y las llamadas 'batas blancas', que tienen el conocimiento. En este contexto, considera que Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, ha perdido credibilidad y debería ser relevado.

Nueva guerra fría

Por su parte, el profesor de la Universidad Camilo José Cela y experto en semiótica política, Max Römer, llama la atención sobre el hecho de que Rusia anunciara 48 horas después de la farmacéutica norteamericana que su vacuna Sputnik V lograba una eficacia del 92%, algo que puede interpretarse como "una nueva guerra fría". "Vivimos una batalla por el poder político-sanitario", sostiene.

Al igual que el resto de sus colegas, Römer advierte de que los discursos pueden ir más deprisa que los hechos y defraudar las expectativas. "Están más vinculados a la esperanza que a lo fáctico. Conviene no prometer en balde. La gente necesita sensatez, certezas y si no se tienen hay que decirlo: ‘no tenemos certezas’, así de crudo, porque ha muerto mucha gente".