Desde su puesto de profesor asistente en la Drexel University (Filadelfia, EEUU), el gijonés Usama Bilal ha seguido muy de cerca la evolución de la pandemia en España. No en vano, asesoró al Gobierno de Asturias en la desescalada. Bilal, que obtuvo una beca de la Fundación "La Caixa" para su doctorado en epidemiología cardiovascular en la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, defiende la urgencia de contar con un sistema de salud pública fuerte y clama por su desarrollo legislativo.

-¿Ha pasado lo peor?

-Marzo y abril fueron dramáticos por lo ocurrido en las residencias de ancianos. Espero que eso no se repita y que no tengamos otra crisis de mortalidad. Pero si seguimos sin un sistema de salud pública fuerte podemos volver a registrar, y ya lo estamos viendo, altos niveles de hospitalización y de saturación del sistema. Pero esto pasa cada año con la gripe.

-Pues si al covid le sumamos la gripe, vaya panorama.

-No sabemos si habrá temporada de gripe, porque en Australia y otras zonas del hemisferio sur no se está viendo, pero sí tenemos que estar preparados.

-¿Resistiría nuestro sistema ese doble escenario?

-El problema es a qué coste. Lo vemos en la atención primaria. ¿Qué está pasando con el resto de patologías que no son covid? Que quedan apartadas y eso puede tener consecuencias a largo plazo. Es lo que deberíamos de empezar a mirar. Si destruimos la atención primaria, pidiéndole que haga todos los test, el trazado, las bajas no puede centrarse en la hipertensión, la diabetes o las enfermedades mentales.

-Con la vuelta al cole ¿cruzamos los dedos?

-La escuela constituye el mayor sistema de cuidados colectivos que tenemos en nuestra sociedad. Dicho esto, hay que disminuir la probabilidad de infección y que si ocurre afecte al menor número de gente posible. Para lo primero, en junio no hubiéramos tenido que abrir el interior de los bares, haber hecho una aproximación al turismo más restringida y contar con un mejor sistema de vigilancia y rastreo de contactos. Con eso hubiéramos llegado a septiembre con una incidencia baja y nadie discutiría su apertura. Si creemos que tener abiertos los colegios es una prioridad para la sociedad, la sociedad tiene que vivir sin algunas cosas. Y dentro de los colegios, disminuir el número de niños por aula, grupos burbuja, más espacio, más profesorado todo este tipo de cosas que se hubieran tenido que planificar con tiempo. Desde mayo lo hubiéramos podido hacer, no a finales de agosto.

-¿Fiamos el final de la pandemia a una vacuna o nos tenemos que acostumbrar a vivir con el covid por décadas?

-Ni una cosa ni otra. No es buena idea pensar que la vacuna va a venir a salvarnos, porque uno, no sabemos si vamos a desarrollar una que funcione; dos, cuando se tenga habrá que producirla y a saber para cuándo tendremos para todos, y tres, imaginemos que llega la vacuna y mañana sale otro coronavirus y volvemos a estar en las mismas. La vacuna nos va arreglar este virus, pero no la próxima pandemia. La solución es un sistema de salud pública fuerte, de vigilancia epidemiológica fuerte y un desarrollo legislativo fuerte. Y esta es hoy nuestra principal carencia.

-¿Ve voluntad para suplir esas carencias?

-Si no la hay ahora no la va a haber nunca. La ley general de salud pública es del 2011, pero quedó olvidada. Toca rescatarla y desarrollarla.

-¿Cuánto nos queda por conocer del covid?

-Sus efectos a largo plazo, médicamente es un interrogante muy grande; el porcentaje de infección que se debe a los asintomáticos; cuánta ventilación es suficiente en espacios cerrados; cuánto va a durar la inmunidad; si el virus mutará yo diría que no, pero podría ser-; estacionalidad... Pero sea lo que sea, un sistema de salud pública fuerte es lo que va ayudar a controlarlo.