Desde segundo de carrera, Sandra Boned Riera, ibicenca de 35 años, lo tuvo claro: lo suyo era la neurología. Acabó Medicina en la Autónoma de Barcelona y se fue a Elche para hacer la especialidad antes de regresar a Barcelona, donde se incorporó al equipo de Neurología del hospital Vall d'Hebron. El año pasado presentó su tesis sobre el ictus.

¿Qué hace una ibicenca en Vall d'Hebron?

Pues me fui a estudiar a Barcelona y luego, la inercia. Me fui allí donde hizo falta para hacer la especialidad de Neurología, que era lo que quería. Al final de la carrera conocí al que es ahora mi marido, luego ya entré en el equipo de Vall d'Hebron y allí estoy, con ellos.

¿Cuándo descubrió que lo suyo era la neurología?

Pues en segundo de carrera, en la asignatura de neuroanatomía. Ahí me di cuenta de que era lo que más me gustaba. A lo largo de la carrera pasas por muchas especialidades que te van haciendo gracia, pero en el momento en que tienes que escoger sabes lo que quieres. Me gustaba mucho el tipo de paciente, las patologías y todo.

¿Qué le fascinó en aquella asignatura para dedicarle su vida?

El cerebro. Es muy interesante. Y muy desconocido. Todo lo que hay en el cuerpo está controlado por el cerebro. Y queda mucho por investigar. Y luego no está sólo el cerebro como tal sino la mente. Es un órgano muy interesante. Además, me encanta pintar, y como teníamos que dibujar, me pareció que todo era fascinante.

No es la primera médica que me comenta lo de los dibujos.

Debe haber una parte de creatividad en la medicina, poner tu gracia.

¿Creatividad en medicina?

Sí. A la hora de explicar algo no sólo tienes que ser empático con el paciente, también creativo para saber transmitirle. No puedes ser muy científico porque sino la gente no entiende las cosas y es muy importante que haya una buena comunicación. Neurología es una especialidad complicada y tienes que hacerte entender con lo que haga falta, con metáforas o con lo que sea. El paciente debe entender su enfermedad. Son enfermedades crónicas, van a tener un camino muy largo y debes poder acompañarlos en ellas y en toda su evolución. Hay que ayudarles. Muchas veces, gente que ha tenido un ictus te pregunta sobre las relaciones con su pareja o algunos se quedan un poco chafados y les sugieres que igual pueden usar las redes sociales para hacer amigos. No sólo tienes que ser un médico que pone tratamientos, tienes que estar ahí.

¿La comunicación es básica?

Sí, la comunicación, la empatía, saber ponerte de verdad al otro lado. Es difícil. No te lo puedes llevar todo a casa, pero a veces pasa.

¿El cerebro es aún el gran desconocido?

Sí. Es complicado porque lo alberga todo. No es un corazón que late, no es un músculo que hace bumbum y le pones un poco de tal cosa y ya. El cerebro es donde está todo. Las funciones, los pensamientos... Todo lo que realmente controla el cuerpo. Es el eje del motor, como si dijéramos. A todo el mundo le preocupa. Nadie quiere perder la cabeza. La gente te dice, no me quiero quedar así, pero no te dice no me quiero quedar con el 60% del corazón afectado. A la gente le preocupa el cerebro.

¿Los ictus y las demencias?

Sí, y el parkinson, la epilepsia, los dolores de cabeza intensos todos los días... Preocupan mucho. Las enfermedades neurológicas no las curamos. Es una pena. Ojalá el día de mañana sea posible, pero de momento no. Estamos en ello. hay cosas que sí se curan. En los ictus, por ejemplo, que es mi subespecialidad, hay mucha mejora. Los pacientes se recuperan con un tratamiento idóneo y adecuado al tiempo. Si se dan todas las circunstancias, el paciente se recupera y mejora. Hay mucha esperanza, mucho trabajo por hacer, pero se está haciendo.

¿Cuál es la diferencia entre haber tenido un ictus hace diez años y tenerlo ahora?

Guau! Muchísima! Hace diez años no había tratamientos. El paciente al que le había dado un ictus entraba por la puerta igual que los que tenían un constipado. Eso no puede ser. Es una enfermedad grave que hace diez años no tenía tratamiento y ahora sí. Depende mucho del tiempo. Cuanto antes llegues a un hospital donde te puedan atender, antes podrás recibir un tratamiento: cuatro horas y media por vena y luego hay otros más agresivos. Si tienes un trombo tapando una arteria, con un cateterismo puedes ir a la arteria y sacar el trombo. Esto es fácil, pero implica una logística y una estructura e infraestructura, un sistema de código ictus. En Cataluña esto está muy bien montado.

Pero el código ictus no está implantado en toda España por igual.

En teoría es una normativa obligatoria desde hace muchos años, lo que pasa es que no hay equidad, por desgracia. Debería ser universal, igualitaria y equitativa, pero, desgraciadamente, no lo es. Lo tenemos que asumir. Si vives en Ibiza debes tener el mismo derecho a recibir el tratamiento que si vives en una gran ciudad. Hay que buscar las soluciones para que esto sea así. No puedo sufrir por si a mi padre o a mi madre les da algo porque viven donde viven. La sanidad debe llegar a esto y hay que buscar las formas. Existe la telemedicina y otras vías para ofrecer este tratamiento. Los pacientes no pueden dejarse de tratar por el lugar en el que vivan.

¿Cuál ha sido el último gran avance en el ictus?

Lo más espectacular ha sido la trombectomía, lo más reciente, tras cinco grandes estudios que se hicieron básicamente en 2015. Vall d'Hebron participó en uno de los grandes estudios mundiales que dio el pistoletazo de salida. Hasta entonces, el sentido común decía que si tenías un ictus por un trombo que estaba taponando una arteria pues hacías como con el corazón, un cateterismo para quitarlo y ya está. Pero hasta entonces no se había demostrado que eso beneficiara al cien por cien a los afectados por un ictus. Hubo una lucha científica muy importante para buscar lo que realmente funcionaba y al final se demostró que sí, que eso funcionaba. Fue un cambio histórico, abrió una nueva era al ver que era útil tratarlo como si fuera el corazón. Si tienes una oclusión de un gran vaso, es útil.

¿Cuál cree que será el próximo gran avance?

Pues se está trabajando en muchas cosas, sobre todo en intentar que los tiempos de actuación sean más rápidos. Que el paciente esté en un centro hospitalario donde haya una especialidad rápida de actuación en los ictus. Esa es una línea de investigación muy potente, nosotros hacemos muchísimos, vamos muy rápido, en realidad Ríe. Y luego está toda la línea de investigación centrada en la rehabilitación, la neuromodulación, que es un caballo de batalla de la neurología. Se hacen muchas cosas y se sabe que con una rehabilitación adecuada el paciente mejora mucho, pero aún no hay una medicación especial que te garantice, por ejemplo, que un paciente recuperará la fuerza del brazo.

Aquí uno de los problemas que denuncian los afectados por un ictus es que pasadas unas semanas se acaba la rehabilitación en el hospital y, si quieren seguir trabajando, dependen de asociaciones o de terapias de profesionales privados que no todos pueden pagar.

Sí, eso dificulta mucho la rehabilitación. Hay que buscar alternativas. El sistema sanitario debe hacer su trabajo. Puedo hablar de lo que tenemos allí. En Vall d'Hebron hay de todo, hasta lo inimaginable. Estamos hablando de un gran hospital, pero es que eso debería ser igual para el paciente que vive al lado del Vall d'Hebron que para el que vive en la avenida de España de Eivissa. Tenemos que intentar, entre todos, buscar soluciones a estas deficiencias que tiene el sistema. Es muy importante rehabilitarse. Nosotros, por ejemplo, tiramos mucho de las nuevas tecnologías, aplicaciones de móvil, tabletas, cosas que hay en casa y que en la época del coronavirus, como los circuitos habituales no funcionaban, permitían mantener los programas de rehabilitación.

¿El Covid les ha hecho ver que hay otras fórmulas de rehabilitación?

En Vall d'Hebron ya lo sabíamos, se usaba y éramos pioneros en eso. De hecho, muchas veces nuestro propio sistema ha ayudado a otras especialidades. Los compañeros de Neumología lo han usado para el seguimiento de pacientes con coronavirus. Hay diferentes situaciones, plataformas, que contribuyen a ayudar a los pacientes. También tenemos una app que ayuda a recordar a los pacientes la medicación, les sale una alarma. También les llegan vídeos de vida saludable. Hay muchas alternativas. Es lo que tiene contar con un equipo multidisciplinar, que llegas a tocar muchos puntos. Es algo necesario. Con los ictus no es decirle al paciente lo que le ha pasado, que se tome tal medicación y ya está. No. Surgen muchas preguntas. Los pacientes te preguntan si pueden conducir, cómo suben las escaleras de casa, cómo vuelven a comer, cómo se visten... Cosas muy básicas, pero que les preocupan mucho. Y si hablamos de gente joven ya ni te cuento las preguntas que nos hacen.

¿Hay más ictus en jóvenes?

Se diagnostican más y por eso ves más patología en gente joven. Son casos en situaciones especiales. Lo que vemos allí es gente con patologías cardíacas o casos relacionados con el consumo de tóxicos. Pacientes muy determinados.

Su tesis fue sobre el ictus.

Sí, 'Estrategias de mejora en la eficacia del tratamiento del ictus isquémico agudo'.

Muy corto para una tesis, ¿no?

¿Sí? Le di tantas vueltas... A mí me parece que ya es bastante largo. El resumen es que en un ictus, el tiempo es cerebro. Nosotros tenemos estrategias de mejora en el tratamiento, pero al final vamos a lo mismo: el tiempo es básico. Con eso somos muy pesados los neurólogos.

La hizo en una situación un poco especial.

Sí. La acabé, lista para imprimir, dos días antes de dar a luz. El 30 de enero. Y tuve a mi niña el 2 de febrero. Creo que se esperó. Me permitió hacer el sprint final. Luego, con la lactancia y todo, me tuve que esperar un poco porque los temas burocráticos cuesta cuadrarlos. La presenté cuando la nena tenía tres meses y medio. Ahora lo pienso y no sé cómo lo hice.

¿Cómo han vivido en su servicio el coronavirus?

Hubo una redistribución importante y muchos de nosotros fuimos a atender pacientes de coronavirus. El hospital, como se veía en los medios, se convirtió entero para atender pacientes Covid, todo. Aún se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Se crearon Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) por todos los espacios que se pudo y los pacientes que no eran de coronavirus estaban en la zona de maternal y pediátrico. Atendíamos pacientes de coronavirus en planta y lo combinabas con las guardias de Neurología o de ictus y las urgencias. Allí hay tanto guardia de Neurología general como especializada en ictus. En esas te encargas no sólo de los ictus de tu hospital sino también del teleictus.

¿Teleictus?

Sí, gestionas ictus de toda Catalunya. Te llaman a las tres de la madrugada desde la Seu d'Urgell, a las cinco desde Tortosa... Hay toda una red montada que funciona muy bien. Cataluña es pionera. Balears, por situación geográfica también lo es, pero creo que funciona algo diferente. El teleictus hace que un paciente pueda ser atendido igual, o lo más próximo posible, a lo que sería la normalidad del tratamiento en un gran hospital. Notamos que venían menos pacientes con ictus. Y los que venían, llegaban más graves, tardaban más en llegar al hospital. Además, todo lo que para el paciente es más leve, que para nosotros no es de menor gravedad, no nos llegaba. Si alguien estaba unos minutos sin poder hablar o con un lado paralizado, esa gente no venía por miedo.

¿Temió contagiarse?

Cada día. Llegaba a casa y tenemos como una entradita con una puerta cerrada donde me quitaba la ropa. También teníamos un cubo con lejía, me limpiaba los zapatos... Llegas con miedo a casa porque no se sabía, ni se sabe, cómo tenías que hacerlo.

¿Ha sido el momento más complicado que ha vivido?

Sí, desde la experiencia como médico sí. Cuando empiezas es duro y hay incertidumbre, pero siendo ya médico, que hace unos años que lo soy, sí, el más complicado.

¿Teme lo que pueda pasar este invierno?

No sé qué decir. ¿Miedo? Sí. Tengo compañeras que tienen mucho miedo de volver a aquello. Algunas, de Madrid, me llamaban y explicaban que era muy duro. Había gente que no dormía. Nos costaba al pensar en el día siguiente. Imagino que se vive diferente en un sitio más pequeño. El nivel de ingreso en Vall d'Hebron era de 20 o 30 pacientes al día en la UCI. Recuerdo un día haciendo guardia que los subíamos de diez en diez. Y realmente lo necesitaban. Eran imágenes muy impactantes. El hospital estaba compartimentado en zonas Covid y zonas no Covid, había espacios cerrados, si no estabas identificado no entrabas, la mascarilla puesta todo el rato, tenías que vestirte... Todo eso es muy impactante porque los hospitales, en general, son de puertas abiertas y era muy duro verlo así. Y luego, hablar con los familiares por teléfono y transmitirles ciertas cosas era muy duro. Había un circuito de final en el que cuando veías que un paciente estaba muy mal sí se permitía el acceso de los familiares. Algunos no querían venir porque tenían miedo. Es normal.

¿Es más difícil explicar algo así que cosas muy abstractas de su especialidad?

Depende. Tienes la vía de cómo debes explicar algo así. Tienes que ser sincero y tratar de transmitir lo que quieres explicar. Ser realista y no dar falsas esperanzas ni suposiciones. Todo evoluciona día a día y momento a momento. No tener delante a esas personas era difícil, pero forma parte de nuestro trabajo. Explicar y transmitir buscando palabras que ayuden a entenderlo y, si ves que no te comprenden, buscar otras, rectificar, explicarlo de otra forma, preguntar qué no están entendiendo...

¿Está lista para el invierno?

Creo que sí. Esperemos. Es duro, pero al menos sabemos lo que hay que hacer. Creo que el sol de Ibiza me ha ido bien para recargar energías y olvidarme un poco de aquello.

¿No se ha planteado venirse a -Ibiza a trabajar?

Sí, y creo que es consecuencia de esta época que hemos vivido. Ha hecho que nos replanteemos muchas cosas. La isla tira mucho. La sensación no es de que le debas algo a la isla, pero sí crees que con lo que has aprendido y con la experiencia que tienes podrías ayudar a los pacientes de aquí. Creo que podría ayudar. Me gustaría.