La rabia, la indignación y el hartazgo también son virales y en Estados Unidos las protestas por la violencia policial contra los negros se han propagado más allá de Minneapolis, donde el lunes murió George Floyd después de que un agente lo mantuviera, ya esposado e inmovilizado en el suelo, asfixiado durante varios minutos con la rodilla en su cuello. El miércoles por la noche hubo una segunda noche de protestas en la ciudad, salpicadas por actos vandálicos, y también se vivieron manifestaciones en lugares como Los Ángeles o Menfis.

Ni el despido de los cuatro policías implicados en el letal arresto de Floyd, sospechoso de haber intentado pagar con un billete falso de 20 dólares y que no iba armado, ni la promesa del FBI y el Departamento de Justicia de liderar una «robusta investigación» y hacer del caso «prioridad» han calmado la frustración en Minneapolis, donde el departamento de policía tiene un largo historial de uso excesivo de violencia y de discriminación racial. En la ciudad los negros son víctimas del 60% de las muertes a tiros por parte de la policía, cuando representan el 20% de la población.

Incluso el alcalde, Jacob Frey, ha pedido que el agente que asfixió a Floyd, un policía blanco con 19 años en el cuerpo y antecedentes de reprimendas por racismo, sea arrestado e imputado, algo a lo que también urgen familiares del fallecido, que tenía 46 años y dos hijos. «¿Por qué no está en la cárcel el hombre que mató a Floyd?», se preguntó el primer edil. «Si lo hubiéramos hecho usted o yo estaríamos entre rejas».

Las protestas en Minneapolis se iniciaron el martes, cuando se hizo público el agónico vídeo, y aunque fueron predominantemente pacíficas escaló la tensión, y la policía acabó usando gases lacrimógenos y proyectiles de goma. El miércoles sucedió lo mismo y se fue intensificando la cólera y se vivieron incidentes vandálicos, con negocios incendiados y saqueados.