Las relaciones de pareja se establecen sobre diferentes pilares, donde cada uno daría una mayor o menor importancia a todos ellos. Es una escala subjetiva que marcamos con una serie de requisitos que consideramos necesarios para encontrarnos bien con el otro. Como seguimos nuestro propio criterio, una vez acertamos y otras veces nos confundimos. Probamos más estrategias o perseveramos en el error, pero no acabamos de hacer que funcione. Sin embargo, lejos de valoraciones personales, hay ciertos estándares que la Psicología ha ido marcando como válidos y como necesarios para que una relación se vincule de forma sana y constructiva. Dentro de estos pilares, habría uno que nos hablaría de la admiración en pareja.

La admiración es una estructura que se construye gracias a la emoción del orgullo. Esto nos permite sentir como válido lo que hacemos nosotros y lo que hacen los demás. No siempre es algo objetivo, y podríamos estar metiendo nuestro propio filtro. Nos puede llevar al rechazo, al paternalismo o al exceso de juicio. Es en esos momentos donde no admiro a la persona con la que estoy o siento que a mí no se me admira. Es una emoción típica, que aparece cada día, pero que puede llegar a dañar una relación. Tenemos que aprender a conectar en la pareja con la verdadera admiración.

Validación real

Validación real El orgullo dirigido hacia uno mismo siempre requiere de una buena dosis de autoconocimiento. Yo no soy capaz de admirarme de forma sana y coherente si no conozco lo que estoy mirando. Hay que llegar a nuestra verdadera esencia para lograrlo, por lo que no sale a la primera. Con una pareja ocurre exactamente lo mismo, que la verdadera admiración llevaría un tiempo, los meses necesarios para que podamos conocer a la otra persona. Una vez que se ha avanzado en ese conocimiento mutuo, que ya vemos cómo es la otra persona, sus metas vitales y la forma que tiene de estar en el mundo, tendría que aparecer el orgullo. Pero ¿por qué no siempre aparece? A veces, estamos durante años con alguien a quien no admiramos, y eso nunca nos deja indiferentes. Lo que no es orgullo se torna en otro tipo de emociones negativas.

Como no siempre es natural en nosotros sentir admiración por los demás, un primer paso sería empezar a buscarlo a través de diversas herramientas. Incorporarlas en nuestra vida haría que, no tan a largo plazo, quedasen instauradas y nos saliera de forma natural. Esas herramientas que podemos usar son:

1. Expresión

Busca en el día a día esos puntos que sí admires de tu pareja. Céntrate en aquellas áreas donde te sea más fácil verlo y empieza a verbalizarlo. Di lo orgulloso que te sientes de ello. La otra persona también necesita verlo.

2. Exageración

Tenemos que tener cuidado con la necesidad de idealizar al otro. O bien queremos que llegue a unos estándares demasiado altos que nosotros fijamos, frustrándonos al no alcanzarlos, o bien exageramos lo que estamos viendo. Sea cual sea nuestra visión, haz que la otra persona para tus ojos sea más terrenal, incluyendo aspectos negativos y aceptándolos como están.

3. Mírate a ti

¿Por qué te molesta lo que el otro hace? Cuando no sentimos admiración por la otra persona puede ser por un exceso de orgullo nuestro. Entiendo que mi camino es el único válido y, como mi pareja no lo sigue, tiendo al desprecio. Amplía el foco y acepta los demás caminos.

4. Envidia

También podemos sentir rabia por lo que la otra persona está logrando sin ser conscientes de que está despertando en nosotros la envidia. Ante eso, la humildad es el primer paso, para después acercarnos a nuestra pareja y pedir ayuda, ya que tiene algo que puede enseñarnos.

El orgullo puede ser una emoción muy positiva si se utiliza de la forma correcta en la relación. Trabaja desde la aceptación de la pareja, la aceptación de uno mismo y la admiración de lo que el otro es. Implica actos de humildad y la necesidad de crecimiento mutuo. Una buena forma de trabajar en pareja y transformar la relación en algo más profundo y enriquecedor.

* Ángel Rull, psicólogo.