El razonamiento emocional es un proceso cognitivo común en el que cogemos una emoción y la usamos para explicar toda nuestra realidad. Si me siento enfadado, es porque todo el mundo es injusto conmigo. Este proceso, también aparece a la inversa, cuando la emoción nos nubla tanto que no somos capaces de pensar. Sentimos una rabia elevada, siguiendo con el mismo ejemplo, y actúa como un torrente sin control sobre los demás o sobre nosotros mismos. Sin embargo, podemos obtener un proceso de escucha sobre nuestras propias emociones, entendiéndolas y usándolas para mejorar la forma en que nos sentimos. Implica hallar un equilibrio entre nuestra razón, la que en el primer caso se encuentra elevada, y la emoción, la que en el segundo caso se encuentra desbordada.

Todo lo que nos ocurre a lo largo del día, tiene un impacto sobre nosotros, aunque no siempre lo procesemos. Queda como un poso y nos hace sentir una serie de emociones. Pasamos por muchos estados a lo largo de las horas y algunos llegan a ser duraderos. Es ahí cuando, si las emociones son negativas, queremos controlarlas y que desaparezcan, usando los recursos que tenemos, muchos de ellos contraproducentes. Sin embargo, la herramienta de equilibrar emociones y razón suele funcionar mejor.

Sentimientos en una balanza

No todas nuestras emociones nos desbordan, sobre todo si son positivas. Pero el que sí haya una parte de ellas que llegue a generarnos problemas, implica que no las estamos gestionando de la manera correcta. Nos ocurre con situaciones concretas y con emociones determinadas, lo que implicaría que debemos empezar a actuar en esos momentos de forma más equilibrada. Razonar qué ocurre y permitir la emoción es necesario para que dicho equilibrio se produzca.

Creemos que nuestras emociones son meras reacciones al ambiente y que llegados a este punto de la evolución no deberían estar ahí. Sin embargo, estamos equivocados, siempre han tenido una función y esa función ha podido ir cambiando a medida que nos desarrollamos como especie, pero con la misma utilidad. Un buen paso para que empezamos a ser eficaces con las emociones, es empezar a poner en práctica los siguientes puntos:

1. Busca la estructura

Cada emoción tiene una estructura clave donde sí produce un efecto positivo en nuestra vida. Situaciones de pérdida deberán gestionarse desde la tristeza, las injusticias o las agresiones desde la rabia o las amenazas desde el miedo. Así, en ese mismo orden, encontraremos desarrollo, equilibrio y seguridad. Si colocamos la emoción incorrecta, no será adaptativo y correremos el riesgo de que nos desborde. Lo mismo pasa si, aunque la emoción sea la correcta, el tono es demasiado elevado.

2. Crea un estado de autoconocimiento

Cada persona tiende a tener una emoción dominante, la cual va aplicando a diversas situaciones, algunas correctas y otras no. Eso no debe generar rechazo hacia uno mismo, sino aceptación y la búsqueda de permitirnos sentir aquello que nos producen las situaciones. Rechazar lo que somos, es rechazar nuestro propio desarrollo.

3. Busca la calma

Las emociones se desbordan menos si, de forma habitual, vivimos con una mayor calma. ¿Qué te hace falta ahora mismo para eso? Puede ser más deporte, comer mejor, cortar con relaciones tóxicas o aprender técnicas de meditación. Todo ello tienes que empezar a moverlo ya en tu vida.

Razonar lo que sentimos, permitir que nuestras emociones fluyan y escuchar lo que nos están diciendo hace que respetemos lo que en esencia somos. Una forma de entender que todo tiene una función, y que las emociones negativas están destinadas a que a medio o largo plazo también nos sintamos bien.

* Ángel Rull, psicólogo.