El Margarita Blues es para Teresa Reyes casi como un hijo más. El histórico bar del barrio Gótico barcelonés, de 25 años de vida, acumula momentos a sus espaldas de todos los colores. Teresa, de 67 años, siempre ha logrado sacarlo a flote a base de reinventarse con imaginación y entrega.

Jamás se había visto cara a cara con una crisis de la envergadura de la actual. «Estoy luchando para que el coronavirus no mate también a mi bar», asegura Teresa que, a renglón seguido, reconoce desconocer si, en esta ocasión, habrá final feliz. En su caso concreto podrían reconocerse miles de negocios del sector del ocio y la hostelería. Cerrado a cal y canto desde que entró en vigor el estado de alarma, no produce ningún ingreso mientras los gastos fijos como alquiler y suministros no perdonan.

Pero lo que le quita más el sueño son las ocho nóminas que no puede pagar de los ocho empleados sujetos a un erte (expediente de regulación de empleo temporal). «Hasta hace muy poco no sabía ni qué significaba esta palabra», dice con algo de sarcasmo Teresa, pero ahora la tiene grabada a fuego.

También se ha familiarizado, como media España, con los créditos otorgados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO), en los que el Estado avala el 80% del montante y ya le han concedido uno.

Porque, aún pudiendo abrir, son muchas las amenazas que se ciernen. «Si me limitan el aforo a la mitad o a una tercera parte o me cambian el horario no sé si será rentable», argumenta. Considera que «un 50% de los negocios se quedarán en el camino».