Los niños son fuentes de energía que puede llegar a desbordar y reducir la paz que los adultos a veces necesitamos. Cuando están en casa y no pueden ir al colegio, ese exceso de energía se hace especialmente duro y no siempre sabemos llevarlos a la calma. Empatizar con ellos es una primera puerta para todo lo que después vamos a tener que gestionar. Viven un momento de caos, su rutina se ha roto y pueden no entender el motivo de estar en casa sin salir. Además, como poseen una visión egocéntrica del mundo, no podemos pedirles que se pongan en nuestro lugar.

Tener niños en casa hace que pasemos por diversos estados emocionales a lo largo del día, no siempre positivos, pero justamente son los que más tenemos que buscar y potenciar. Pueden enseñarnos muchas cosas sobre maneras alternativas de entender las rutinas, el mundo o la gestión emocional. Se anclan más al presente, por lo que reducen estados de miedo hacia el futuro o de tristeza y depresión por el pasado. Son ejemplos, siempre y cuando sepamos llegar hasta ellos y generar dinámicas de aprendizaje mutuo. Es ahí donde reside la verdadera armonía.

Serenidad y diversión

Lejos de lo que pueda parecer, la forma que tienen los niños pequeños de vivir el presente es compatible con las rutinas. De hecho, saltarse dichas rutinas, acaban generando a medio y largo plazo mucho más estrés en ellos y en nosotros mismos. Aunque les guste improvisar y aunque quieran romper las normas, sus emociones van ligadas a los hábitos. Pero no debemos orientarlo solo a dormir o comer, sino también en los juegos. Estas dinámicas también tienen que estar pautadas, diferenciando ocio de deberes o responsabilidades. Además, cuando están sin colegio, la parte de juego debe crecer, pudiendo los adultos beneficiarse de ello.

A través de las siguientes pautas, podremos generar rutinas de ocio, potenciar la unión familiar y lograr que haya una mayor armonía en casa:

1. Actividades señaladas

Nos movemos por muchas señales de asociación que tenemos ancladas a nuestras rutinas. Por ejemplo, el despertador lo asociamos a levantarnos o el vaso de leche de la noche a dormir. Con niños debemos ir introduciendo señales de asociación que les predispongan a lo que vendrá después, tanto en el ocio como en lo que no es. Esto les va preparando y concienciando, evitando la incertidumbre y generando menos resistencia, especialmente con aquellas cosas que no les gusta.

2. Cambiar el foco

Un ejercicio de Psicología Positiva nos puede ayudar a ampliar el foco de los más pequeños, pero también a mejorar nuestra unión con ellos. Podemos cada noche, como rutina ya en la cama, hablar de tres o cinco cosas por las que nos sintamos agradecidos, desde cosas más banales hasta otras más importantes. Esto potencia la gratitud, el mejor antídoto contra la tristeza.

3. Descarga y calma

Tenemos asumido que los niños necesitan siempre descargar su energía, pero no les enseñamos pautas de calma o relajación. Es también fundamental que aprendan a regular sus emociones sin la necesidad de descargar esa energía, ya que no siempre van a poder hacerlo, como cuando están en clase. Alternativas como respirar, contar o ejercicios de tensión muscular pueden ayudar.

4. Tiempo juntos

El tiempo que se pase juntos no solo debe ser el de los juegos, sino también el acompañamiento en las rutinas. Si estamos teletrabajando o si estamos realizando tareas de casa, pueden estar con nosotros, aunque deben aprender a no reclamar continuamente la atención, ya que no podríamos concentrarnos.

No solo los juegos son útiles para reforzar los lazos familiares y generar calma, sino el acompañamiento, rutinas establecidas positivas o estados de relajación pueden ayudarnos a que en casa reine la armonía, especialmente cuando los niños no van al colegio.

* Ángel Rull, psicólogo.