"Le pegaron entre cuatro o cinco", ha declarado una destigo del asesinato de un joven a la salida de una disco que estremece a la sociedad argentina. Fernando Báez Sosa fue emboscado por un grupo de jugadores juveniles de rugby en Villa Gessell, uno de los balnearios más concurridos de la provincia de Buenos Aires, a unos 350 kilómetros de la capital. La justicia imputó a dos de ellos como autores de la muerte y a otros ocho como "partícipes necesarios" del crimen."A mi hijo lo mataron como un animal", aseguró el padre de la víctima.

Según señaló Walter Mercuri, el fiscal a cargo de la investigación, los jóvenes de entre 18 y 21 años fueron aprehendidos durante un allanamiento realizado en la casa que habían alquilado a solo dos cuadras del local bailable. Se hallaron pruebas que comprometen a los implicados, que podrían enfrentar la pena de prisión perpetua, según el Código Penal.

Mercuri detalló que entre las pruebas incautadas hay ropa y calzado con manchas de sangre que "coinciden con los que se ven en los videos". Además, se constató la presencia de heridas compatibles con las de una pelea en los brazos y manos de todas las personas que se encontraban en la casa de los jugadores del club bonaerense Náutico Arsenal Zárate. Se encontró una gran cantidad de botellas de alcohol que habrían sido consumidas antes del asesinato. Había envases de vodka, ron, fernet, espumantes y una caja de vino.

Machismo y manadas

Por muchos años, el rugby fue asociado a los sectores aristocráticos argentinos. Ese estigma se fue borrando con el paso del tiempo, entre otras cosas porque lo jugó Ernesto Guevara en su adolescencia, pero resurgió a partir de este episodio atroz. La Unión Argentina de Rugby (UAR) publicó un comunicado en Twitter lamentando "el fallecimiento de Fernando Báez". No pasó ni una hora y respuesta al anuncio fue con un contundente repudio en las redes sociales."Lamentamos lo acontecido y repudiamos enérgica y contundentemente cualquier hecho de violencia. Nos solidarizamos con los amigos y familiares de Fernando por su lamentable pérdida", dijo por su parte el club.

Algunos observadores subrayaron que lo ocurrido en Villa Gessell no es un episodio aislado. "El machismo mata. Lo dijimos --y decimos-- una y mil veces ante cada femicidio desde hace años. A Fernando Baez lo asesinaron en Villa Gesell. Lo mató el machismo. La patota de machos rugbiers de un club de Zárate. No se trata de estigmatizar a un deporte sino de pensar y reflexionar sobre qué modelos de masculinidad propone y promueve. Relatos de jugadores y ex jugadores dan cuenta de ritos de iniciación por los que deben pasar los ¿nuevos que se suman a un plantel, que incluyen golpizas de todos contra uno, hasta violaciones grupales con objetos, para que se curtan (aprendan), para -supuestamente-- tornear su espíritu. ¿Ese es el modelo de varón que se les impone, dónde priman la humillación hacía el otre, la violencia, las piñas y patadas cobardes de muchos contra une que no puede defenderse?", se preguntó la escritora Mariana Carvajal.

Guillermo Saccomano, un reconocido narrador que ha vivido muchos años en el balneario señaló: "cualquier habitante de Villa Gesell sabe que el verano y los jóvenes son una bomba de tiempo lista para estallar cuando menos se lo espera. Basta con caminar las playas del centro en el mes de enero y perderse en la masa inabarcable de piberío en curda (borrachos) para darse cuenta que un mínimo cruce puede desatar una batalla campal. De nada sirven los refuerzos policiales". Por eso "no hay verano que no ocurran grescas, violaciones y colapsos alcohólicos".

Un lastre social

El Instituto de Masculinidades y Cambio Social (Mascs), que se propone analizar el ejercicio cotidiano de conductas machistas y otras modalidades de violencia, recordó que tanto los agresores como la víctima no llegan a los veinte años de edad. De acuerdo con el Mascs, las muertes por riña callejera entre jóvenes está asociada directamente con los mandatos de masculinidad.

El consumo excesivo de alcohol y drogas, el culto a la fuerza física, las agresiones racistas y clasistas, así como la pertenencia a cofradías masculinas (la "manada"), son, a los ojos de ese Insituto, algunas de las características recurrentes de la violencia intergénero e intragénero. El Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia sostiene sin embargo que lo ocurrido no debe ser atribuido solamente a esta construcción de la masculinidad dominante. También irrumpe, como quedó en evidencia tras el allanamiento, el problema del consumo excesivo de alcohol y la mirada esquiva y ausente del mundo adulto. "La epidemia silenciosa del alcoholismo es una realidad argentina", señaló el diario La Nación. El 30% de los menores de 14 años beben en soledad.