Muchos de los tesoros por los que en un primer momento se temía finalmente se han salvado. El salvamento más inesperado ha sido el de los tres grandes rosetones de los siglos XII y XIII, en las cabeceras de los dos extremos del crucero y en la fachada principal. Más de la mitad de los vitrales de la catedral son medievales y milagrosamente, en lugar de estallar a causa del fuego como muchos temían, han sobrevivido al incendio, según el portavoz de la catedral.

Entre los elementos que también han sobrevivido al fuego está el grupo escultórico barroco situado tras el altar, que se salvó por poco del impacto de la aguja. Dos reliquias inestimables pudieron ser trasladadas antes de que las alcanzara el fuego. Se trata de la túnica de san Luis, el jubón que llevaba el rey Luis IX (1214-1270), y el objeto más valioso para los católicos: la supuesta corona de espinas que los soldados romanos colocaron sobre la cabeza de Jesús para mofarse de su sufrimiento en la crucifixión. Otras obras de arte, que se encontraban en la sacristía pudieron trasladarse, con el auxilio de especialistas del Museo de Cluny. Las 16 estatuas de cobre de la aguja de la catedral se han salvado, ya que habían sido retiradas semanas atrás para restaurarlas. El gran órgano de Notre Dame tampoco se quemó pero su estructura podría haber quedado muy dañada.