El incendio en la catedral de Notre Dame ha dañado gravemente un edificio de incalculable valor arquitectónico e histórico. Ha destruido partes del templo construidas durante el programa de restauración del siglo XIX dirigido por Viollet-le-Duc, como la aguja que se desplomó, que sustituyó a una similar que se derrumbó a finales del siglo XVIII, pero también elementos medievales. El foco principal del fuego fue la charpente, el entramado de vigas de roble que, por encima de la obra gótica de crucería, sostenía el techo de dos aguas cubierto de planchas de plomo (solo estas pesaban más de 200 toneladas).

La sección de la charpente del transepto fue renovada en el siglo XIX, pero gran parte de la que ha ardido, en la nave principal (y cuya madera fue el principal combustible del incendio -era conocida como el bosque-) era original del siglo XII, elaborada con gruesos árboles datables hasta en el siglo VII.

Cuando la emblemática aguja de Notre Dame se derrumbó, con ella desaparecieron reliquias que custodiaba en la veleta en forma de gallo de su cúspide: un trozo de la corona de espinas, una reliquia de San Denis y otra de Santa Genoveva. También el pequeño órgano situado bajo la flecha ha sufrido graves daños. Los restos de la aguja cubren ahora parte del presbiterio.