«Sobrevivir es quedarte. Sobrevivir no es vivir con la pena de perder a un ser querido. Sobrevivir es vivir porque no tienes más remedio, aunque no quieras hacerlo». Julián y Pili son un matrimonio de Barcelona que hace casi cinco perdieron a su hijo de 19 años. Sergi decidió irse y con él se llevó el alma de sus padres.

El matrimonio hace todo lo posible para seguir hacia delante, pero desde aquel momento no se es el mismo. «Perder a un hijo es el dolor más profundo que uno puede sentir. Te duele el pecho. Te duele el corazón y no te puedes ni mover. Vas cojo de por de vida», añade la pareja. «Dejas de vivir para sobrevivir el resto de tu vida», afirma Pili. Nunca puedes llegar a entender por qué tu hijo decidió irse, es antinatural: «Lo tenía todo, estudiaba, tenía novia, se había sacado el carnet de conducir y era muy guapo». Pero Sergi no pensaba en todo eso, no veía nada.

El sentido de la vida se transforma, y se deshace para quienes se quedan. «La vida pierde sentido. No vuelves a ser tú. No te ríes, no lloras igual, ni vives igual», expone Julián, y añade que las respuestas nunca llegan y que la culpabilidad te invade desde el primer momento, y para siempre.

Ambos coinciden en que los sentimientos son contradictorios y evolucionan. De entrada, la culpabilidad te invade, y todo lo que ha pasado, todo lo que has dicho, todo lo que has hecho provoca un sentimiento de culpa. «Si le hubiera dicho esto, o si hubiera hecho aquello..., podríamos haber hecho tantas cosas». Cuesta mucho llegar a afirmar: «Lo hicimos lo mejor que sabíamos, y lo hicimos por él».

AYUDA EXTERNA / Después del suicido de Sergi los padres conocieron la entidad Después del Suïcidi Associació de Supervivents. Se enteraron de que en Cataluña existen distintas unidades psiquiátricas especializadas en suicidios. Y de que también había gente próxima que había sufrido la pérdida de un ser querido por esta razón. «Pero eso no lo sabe casi nadie, y la gente no está preparada para afrontar esta cuestión», añaden. «Se tiene que normalizar, se tiene que hablar del tema. Yo hubiera podido hacer más. Podemos salvar a mucha gente», sostiene Julián.

La asociación Supervivents es la que, tras la pérdida de su hijo, más les ha ayudado. En esta entidad se reúnen familiares que han perdido a un ser querido a causa de un suicidio. Allí Julián y Pili siguieron, por separado, una terapia. «Aprendes a encontrarte a ti mismo, a poder entender algunas situaciones y, sobre todo, a ver la muerte de tu hijo con perspectiva. No somos los mismos ahora que el día después de la pérdida de Sergi», relata Pili y explica que una vez finalizaron los nueves meses de sesiones (tiempo recomendado de terapia para que no se enquisten los sentimientos) se juntaron unos cuantos supervivientes y quedan una vez al mes para hablar, de cualquier tema. Cada persona evoluciona de manera diferente tras la pérdida de un ser querido. Los sentimientos y los pensamientos son distintos, y pueden causar frustración. Por eso, es importante que la terapia sea por separado, comenta Julián, ya que cada uno tiene su ritmo y sus momentos. «En cambio, en nuestro día a día sabemos cuándo uno de los dos está mal. No nos lo decimos, pero lo detectamos y allí estamos el uno al lado del otro», agrega. El paso del tiempo te hace poder entender algunas de las decisiones que tomó en su día la persona que decidió irse, por mucho que tú quieras que siga aquí. Pili asevera que cinco años después, y con una terapia dolorosa, puede llegar a entender que su hijo no era feliz y que si ella llegara a sentirse de la misma manera, tampoco sabría qué hacer. Pero Pili, que siempre será su madre, añade con voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, que no siempre lo entiende, que cuando ve a los amigos de Sergi se pregunta, como estaría si estuviera aquí. ¿Estaría bien? ¿Estaría peor? ¿En qué condiciones estaría?... Julián añade con voz firme que,a lo mejor, no sería feliz, «pero estaría aquí, con nosotros».

«El duelo es distinto. El duelo no es duelo si es de un hijo. Es mucho más», prosigue Julián, que no puede evitar mostrar su nerviosismo al hablar de Sergi. Su sentimiento de culpa sigue muy presente, a diferencia de la madre que ha podido apaciguar, aunque sea solo en algunos momentos, gracias al acompañamiento emocional de la asociación.

Los dos remarcan que debe dejar de ser un tema tabú. Los padres de Sergi aseguran que, si hubieran tenido más información, si no hubieran tenido vergüenza de hablar sobre la depresión de su hijo, o sobre el intento su suicidio anterior, seguramente lo hubieran ayudado mejor. «Si hubiéramos sabido dónde acudir y con quién hablar, podríamos haberlo evitado», añaden. Pero nadie se imagina que el suicidio sea algo tan común y que pueda pasar. «La tontería de conservar las apariencias está acabando con muchas vidas. Hablemos del tema porque pasa; y más de los que creemos», añade Julián.

Hay conocidos que no pensabas que estarían, y hoy son el mejor apoyo. «Hay amigos que en aquel momento desaparecieron, pero no los juzgo», sostiene Pili, y añade que entiende que la gente tenga miedo. Muchos dicen esas típicas frases que odiamos y tanto daño hacen. Que «si todo pasa», que «si el tiempo lo cura todo»... «Esto te duele en el alma. Esto no pasará en toda nuestra vida».

«La supervivencia nos ha hecho salir hacia delante. Luchar por nuestra otra hija», añade la pareja. Emprender una nueva vida en otra casa, sin ataduras, y sin planificaciones. Pili explica que pensaba que volvería a fumar pero que a día de hoy se sorprende de cómo puede ir a trabajar, ir gimnasio y hacer una vida medianamente normal. Esto lo hemos aprendido de nuestra hija, insiste. Ella nos da vitalidad y sobre todo, fuerza. Nuestra hija nos ha dado a nosotros una lección.