El autismo no es una enfermedad. «Nada ni nadie lo puede curar», subraya la neuropediatra María José Mas. A pesar de las evidencias científicas que respaldan estas afirmaciones, hay quienes aseguran haber dado con la clave para entender el origen de este trastorno del neurodesarrollo y ofrecer una esperanza para la curación. Los curanderos de la salud han encontrado en este trastorno un filón para ganar adeptos. Recetan un desinfectante llamado MMS (Miracle Mineral Solution, clorito de sodio, un derivado de la lejía), elaboran unas extrañas y caóticas dietas e, incluso, recomiendan echar gotas de orina en el oído de los niños. En España, uno de los curanderos que defiende con más ahínco el MMS es Josep Pàmies. Pero en el panorama internacional, el líder del movimiento es Gregorio J. Placeres, un supuesto químico puertorriqueño creador un protocolo que promete ser «la cura definitiva para el autismo». En sus redes sociales, Placeres presume de haber tratado a más de mil niños en unos tres años y haber «recuperado» a más de un centenar. En realidad, asegura que él no sana sino que es el propio crío autista el que lo hace una vez que su cuerpo «se ha liberado de parásitos y metales pesados». Solo en Facebook, su grupo cuenta con más de 10.000 suscriptores y una media de 10 publicaciones diarias.

Para Placeres, la curación del autismo es posible. Todo empieza con un falso método de diagnóstico conocido como ATEC (Autism Treatment Evaluation Checklist) con el que los padres pueden autodiagnosticar el grado de autismo de sus hijos. El curandero puertorriqueño también pide a los padres que realicen una «analítica de metales pesados» y que le envíen los resultados. A partir de ahí, empieza el protocolo Placeres. La clave es el clorito de sodio rebautizado como MMS: un derivado de la lejía que debe ser administrado a los niños según su grado de autismo, edad y peso. El producto está prohibido como medicamento en España pero es fácil de adquirir. El protocolo incluye clorito de sodio, miel, canela, semillas de albaricoque y manzana verde.

Y también ordena echar cinco gotas de orina del niño (en su defecto, del padre, del hermano o de un familiar del mismo sexo) en cada oído a primera hora de la mañana. «La orina -explica el curandero en otro vídeo- tiene anticuerpos y urea, que no va dejar crecer los estreptococos, lo que causa el mal comportamiento en los niños y les ayuda a perder las obsesiones que tienen con sus cosas». La urinoterapia -añade- tiene efectos inmediatos: los pacientes «dejan irritarse, no lloran, no rompen cosas y no pellizcan».

Increíble pero cierto. Y los expertos avisan: el protocolo Placeres es «un sinsentido», sentencia la doctora Mas.