El 28 de septiembre de 2018, un catedrático de física teórica dio una charla en el CERN (la organización científica a cargo del colisionador de partículas más potente del mundo) para demostrar que a los hombres son, según él, intrínsecamente mejores en física que las mujeres.

Afirmó que estas han sido "bienvenidas" por los hombres dentro de la comunidad científica, cuando "han demostrado que son merecedoras". Su ejemplo para esto es Marie Curie. Sí, la misma Marie Curie que fue rechazada por la Academie de Sciences de París en 1911, después de haber descubierto dos elementos y haber ganado ya su primer Premio Nobel.

Este catedrático pertenece a una universidad con prestigio y a una institución tan reconocida como el CERN. Como tal, pasarán por sus manos currículos, solicitudes de beca que deberá evaluar, artículos para revisar, libros para reseñar, nominaciones a premios para valorar... y un largo etcétera de situaciones en que la su opinión y decisiones influirán en el desarrollo de las carreras de otros investigadores (e investigadoras!).

Un grupo de colegas suyos se ha ocupado de rebatir sus afirmaciones en un manifiesto que ya han firmado más de 4000 científicos del campo de la física teórica. Lo han hecho utilizando la investigación existente en estudios de género, sociología de la ciencia y otras ramas que se ocupan de estudiar los causas de la desproporción entre hombres y mujeres (y otras comunidades marginalizadas) en la ciencia. Tras la charla, el físico ha sido apartado de su posición en el centro de investigación mientras se investiga el caso.

Los expertos invasivos

Dejando de lado el trabajo de rebatirlo, me gustaría reflexionar sobre los que podríamos llamar "expertos invasivos". Basándose en el análisis de las citaciones científicas, campo en el que ha publicado varios artículos, este físico se sintió capaz de sacar conclusiones sobre los dinámicas de género dentro de la ciencia. Usó el análisis de datos para vestir de objetividad unas interpretaciones que obvian factores sociales, culturales e históricos. Qué hace que un experto en física teórica se sienta en condiciones de sacar conclusiones sobre campos que no son el suyo? Qué hace que prefiera creer propias conclusiones más que las de los expertos en los campos implicados, que contradicen las suyas?

Uno de los factores podría ser el aura de ciencia rigurosa, neutral y extremadamente difícil que tiene la física. Según este cliché, alguien que domine este campo debe ser por fuerza riguroso, neutral y especialmente hábil para resolver cualquier problema. En su presentación, el físico aseguraba que a los licenciados en física deben tener un "top IQ" (alto coeficiente intelectual) y que esto es "necesario". Es decir, confiere a su área de experiencia una cierta superioridad. Una superioridad que hace que se crea apto para abordar otras disciplinas desde la suya.

Desprecio a las humanidades

Otro factor, de alguna manera ligado al anterior, podría ser el menosprecio y desvalorización de las humanidades y de las ciencias sociales ante las llamadas ciencias duras y experimentales. La desaparición gradual de asignaturas de esos ámbitos en el currículo educativo es un ejemplo de esta tendencia. Otro ejemplo es el sistema de evaluación de las propuestas de financiación de proyectos de investigación, en función del nombre de publicaciones y otros parámetros, que funcionan de forma muy diferente en los ciencias con respecto a las humanidades.

Pero precisamente esta tendencia está haciendo que las humanidades sean cada vez más imprescindibles: la ciencia, como vemos, no está libre de las dinámicas que afectan a las sociedades humanas, pesar a su aura neutra, apolítica y universal. Y son las humanidades las que perciben estudian y pueden denunciar esas dinámicas.

La ciencia, la práctica científica, los científicos, la política o la economía, necesitan ser observados, estudiados, y también criticados desde afuera. La llamada de los otros científicos que han manifestado su rechazo a la presentación del físico teórico en el CERN debería ser un toque de alerta en este sentido. Si silenciamos las humanidades corremos el peligro de que aquella ciencia tan neutral y apolítica acabe convirtiéndose en una madriguera donde la discriminación por razones de género, nacionalidad o clase social se pueda llevar a cabo impunemente, enmascarada con el soporte de ciertos datos analizados, esto si, con las herramientas aparentemente asépticas y objetivas que la ciencia proporciona.

La autora de este artículo forma parte de la Red de Científicas Comunicadoras.