Uno de los principales problemas a la hora de erradicar la violencia machista es que las víctimas sufren los malos tratos en completa soledad; se culpabilizan de la situación; sienten vergüenza y raramente comparten su sufrimiento con su entorno, un médico o la policía. En lo que llevamos de año, de las 38 víctimas mortales, solo el 23% habían presentado una denuncia contra su agresor. Pero esta semana la situación se ha invertido. Tres de las asesinadas habían dado la voz de alarma en alguna ocasión a las autoridades, al igual que la madre cuyas hijas fueron acuchilladas en Castellón por su padre. Sin bien, el sistema no supo protegerlas, lo que ha puesto de manifiesto los fallos y ha multiplicado las voces de juristas y expertos que piden que se apliquen sin más dilación las medidas más importantes del Pacto contra la violencia machista.

La semana negra, que ha provocado que septiembre se convierta en el peor mes del año, comenzó en la madrugada del miércoles cuando un padre mató a sus hijas, de tres y seis años, con intención de infringir el máximo daño posible a Itziar, quien había interpuesto dos denuncias contra él y había reclamado protección, sin que su demanda fuera atendida por el juez. Ese mismo día, en Maracena, Granada, fue apuñalada Nuria Alonso, quien había acudido a los juzgados dos veces, pero el agresor en un proceso fue absuelto y otro se archivó porque Nuria retiró la denuncia. Y en Bilbao fue degollada Maguette Mbeugou, quien también había interpuesto una denuncia, que se había resuelto con una sentencia absolutoria por falta de pruebas.

Sí disponía, por contra, de orden de protección Manuela C.S., apuñalada en Málaga el jueves. Si bien, su agresor se saltaba frecuentemente el mandato judicial y ambos habían vuelto a convivir. P. M.