El pan de ayer se ha quedado duro. A la basura. El niño solo se ha comido un filete de pollo y no los dos. A la basura. Nos ha sobrado media ensalada. A la basura. La fruta se ha puesto fea. A la basura. Al queso se le ha pasado la fecha de consumo preferente. A la basura. Y así hasta llegar a los 250 euros al año, cifra estimada del impacto económico que tiene el desperdicio de alimentos en cada hogar español. El consumidor es responsable del 42% de la comida que acaba en el contenedor. Mientras, la industria y el sector primario (los agricultores) representan el 39%. La hostelería, el 14%. Y la distribución (mercados, supermercados y tiendas), el 5%.

La semana pasada, el Senado -tras casi dos años de trabajo- aprobó con el consenso de todos los grupos políticos un informe en el que se constata la dimensión del problema y se pide al Gobierno la creación de un Observatorio del desperdicio alimentario. Los senadores proponen una batería de medidas para todos los sectores implicados: desde campañas de concienciación hasta rebajas fiscales para la comercialización de productos feos: fruta y verdura menos estética pero con las mismas propiedades nutricionales que la fruta y verdura bella.

PROBLEMA ÉTICO Y AMBIENTAL / «Tirar comida es insostenible desde el punto de vista ético y medioambiental», resume el senador que ha impulsado la iniciativa, José María Cazalis (EAJ-PNV). La pelota está ahora en el tejado del Gobierno. «Todo depende de la voluntad política del Ejecutivo para crear el Observatorio y empezar a aplicar medidas». A juicio del senador vasco, el organismo debería incluir a todas las administraciones, así como a expertos, consumidores y representantes de la cadena alimentaria. Cazalis también destaca la importancia de que la comisión del Senado, asesorada por 15 expertos, haya conseguido realizar una definición del desperdicio: «Todo aquel alimento que se ha sembrado o recogido como alimento y no llega a alimentar a nadie».

La asociación de fabricantes y distribuidores (Aecoc) lleva desde el 2012 trabajando contra el desperdicio bajo el lema «los alimentos son un tesoro». El próximo lunes arranca la primera semana monográfica, en la que estarán involucradas grandes superficies, restaurantes y comedores escolares. También se han apuntado a la campaña reputados chefs, como Juan Mari y Elena Arzak, Martin Berasategui, Pedro Subijana y Eneko Atxa, que se encargarán de inundar las redes con recetas de aprovechamiento.

«No somos conscientes del valor de los alimentos, que no tiene nada que ver con su precio. Muchas veces tiramos pan en casa y pensamos: para lo que vale... Debemos caer en la cuenta de que la alimentación no tiene desperdicio. Y eso es algo que se tienen que aplicar todos los eslabones de la cadena, no solo las familias», advierte la directora de comunicación de Aecoc, Nuria Pedraza.

España no es el país europeo que más comida tira. Ocupa el puesto número siete tras Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia. En España se despilfarran 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año (el 14% del desperdicio de toda Europa). El problema es serio y se está moviendo ficha desde hace tiempo.

La comisión del Senado sobre el desperdicio alimentario incluye en su informe un apartado sobre la legislación del buen samaritano. Nació en EEUU y, en Europa, solo está en vigor en Italia. Consiste en eximir de responsabilidad en el caso de que un menú elaborado (sin tocar por ningún comensal) y donado «de buena fe» perjudique la salud a quien lo termine comiendo. Los restaurantes y organizaciones no gubernamentales están trabajando en una propuesta legal para España.

Las donaciones a bancos de alimentos son uno de los métodos más utilizados para combatir el despilfarro, especialmente a raíz de la crisis económica global. Pero lo que el Senado y Aecoc pretenden es que agricultores, supermercados, restaurantes y consumidores apliquen medidas para evitar excedentes. El informe parlamentario pide a los camareros de los restaurantes, por ejemplo, que informen del tamaño de las raciones y que fomenten el uso del tupper con las sobras, que a veces «no se reclama por vergüenza». A los consumidores les pide que realicen compras «planificadas y responsables» y que sean conscientes de que la fecha de caducidad no es lo mismo que la fecha de consumo preferente.

Mientras, los supermercados -aunque solo son responsables del 5% de toda la comida que acaba en la basura- también pueden combatir la lacra con pequeños gestos. El senador Cazalis pone un ejemplo: «Las ofertas de tres productos por el precio de dos deberían aplicarse solo a los alimentos con fechas larguísimas de caducidad». También pueden rebajar el precio de productos que están próximos a caducar, algo que ya hacen varias cadenas.

El informe del Senado dedica un capítulo a los alimentos feos y asegura que se trata de un problema cultural del consumidor, que se ha acostumbrado a ver productos atractivos a los que asocia la idea de calidad. La recomendación del Senado pasa por aplicar un tipo diferenciado de IVA para los productos feos. Esa rebaja se podría realizar tanto al agricultor como a las grandes superficies comerciales.