Llegan las vacaciones, la convivencia full-time y las crisis de pareja. El verano es tiempo de corazones rotos y septiembre, el mes en el que los bufetes de abogados hacen su agosto. Las estadísticas nos recuerdan el aumento de divorcios y separaciones a la vuelta del estío. Pero un estudio publicado en Estados Unidos indica un cambio de rumbo. Cada vez más parejas rompen antes de las vacaciones para poder disfrutarlas. Ya saben lo que se avecina y dicen ¡basta! «No quieren repetir la mala experiencia de años anteriores. De media, después de tres veranos nefastos, al cuarto ya no repiten, aunque hay gente con más paciencia», explica la psicóloga Irene Pastor, que confirma que ya en mayo la consulta se llena de parejas dispuestas a quemar el último cartucho. «Con la terapia o se refuerza el vínculo o se separan. Cuando la otra persona no te aporta felicidad sino solo insatisfacciones y no se cumple ninguna de las expectativas, lo indicado es la ruptura». Otra tendencia: son las mujeres las que más abandonan. «En el hombre se repite el patrón clásico de cerrar el grifo para que sea ella la que se marche frustrada y evitar la culpabilidad».

La primera herramienta que trabaja en su consulta para intentar hacer un reset en la relación es la comunicación. Rebajar los decibelios y sustituir los gritos y la agresividad por un tono más calmado. «Eso sí, son mejores los gritos a muerte que los silencios. Deben hablar de las necesidades de cada uno, aunque sea de mala manera», asegura.

Negociar es otra palabra clave para el entendimiento y recuperar el deseo resulta clave. «Si no hay deseo ya te has cargado la relación. La inapetencia sexual es el primer factor indicativo de que la pareja se va a pique», sostiene la terapeuta, que realiza sesiones conjuntamente y también por separado para detectar conflictos individuales no resueltos. «Hay hombres, por ejemplo, que mantienen un vínculo infantil, buscan la mamá que les cuide», avisa.

Pastor atribuye el alza de fracturas en la convivencia por la menos empatía y entrega. «La cuestión vocacional de juntos para lo bueno y para lo malo se ha perdido. Nos hemos vuelto más egoístas e independientes». Según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en el primer trimestre del 2018 se registraron 27.820 divorcios.

«Yo siempre digo que si la relación de pareja es buena, al final de las vacaciones será mejor; pero si es mala, será peor», aporta la psicóloga Júlia Pascual, quien explica que muchos cónyuges se autoengañan durante el año, atribuyendo sus problemas al estrés laboral y a la falta de tiempo para sus hobbies. «Llegan las vacaciones y los problemas crecen».

«Una mala comunicación, basada en un discurso acusatorio y/o denigrante, con pésima o nula escucha, y sin voluntad de empatizar, es una de las principales variables que motivan rupturas», expone el psicólogo Marc Ruiz. Si la pareja se lleva mal, agrega, será capaz de discutir aunque los dos estén planteando la misma idea. «Cuando alguien percibe un ataque se defiende atacando, así comenzará una escalada de violencia verbal». Durante el año puede sobrellevarse si coinciden poco, pero estando juntos 24 horas durante semanas, «¡arde Troya!». Ante una crisis, aconseja Pascual, lo primero es evitar magnificar los conflictos. «Crisis en japonés se escribe con dos signos, peligro y oportunidad; lo que simboliza que frente a una mala época si uno se atreve a afrontarla y gestionarla, se nos presentará una oportunidad para cambiar». Otras recomendaciones de la terapeuta para restañar heridas son dadle una atención o detalle no material a la pareja e intentar que pase la tormenta para solucionar el conflicto, «cosa difícil porque la mayoría de personas tienden a ser impulsivos frente a emociones como la tristeza, la rabia, el miedo o el dolor».