Cuando se pregunta por el nombre de una mujer científica, sOlo suele recordarse el de Marie Curie, casi como si fuera un tópico recurrente, pero son muchas las mujeres que han hecho grandes contribuciones a la ciencia, como señala el libro La ciencia oculta, que intenta reparar este olvido divulgando la labor de quince científicas poco reconocidas.

El libro, editado por Fundación Antoni Esteve y escrito por el catedrático de Farmacología Sergio Erill, reivindica el papel de quince de estas investigadoras, desconocidas para el gran público, en grandes descubrimientos de la ciencia, cuando no ninguneadas, desprestigiadas y hasta en cierta forma perseguidas.

Sergio Erill, que es patrono de la Fundación Esteve, se adentra en la trayectoria de mujeres como Hipatia, «elemento clave de la comunidad científica de Alejandría», o de la astrofísica norirlandesa Jocelyn Bell Burnell (Belfast 1943), que pese a ser determinante en el descubrimiento del púlsar jamás fue reconocida con el Premio Nobel, que fue a parar a sus compañeros Antony Hewish y Martin Ryle, lo que Fred Boyle catalogó como «un robo». También se recuerda, entre otras, a Ada Lovelace, que en realidad se llamaba Augusta Ada King (Londres 1815-1852) matemática y escritora que contribuyó al desarrollo de la máquina calculadora mecánica y creadora del primer algoritmo para una máquina; Agnes Meyer (1889-1971), física y matemática que trabajó como criptoanalista en la marina norteamericana con máquinas de decodificar, o Chien-Shiung Wu (1912-1997), física que participó en el desarrollo de la bomba atómica norteamericana.